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Fue la imagen del cambio, de las esperanzas democráticas en una ciudad estigmatizada por el calificativo de «Fachadolid» y magullada por los destrozos urbanísticos del desarrollismo franquista. Inconfundible con su pitillo en la mano, su tez morena y su barba impecablemente arreglada, Tomás Rodríguez Bolaños conquistó la alcaldía de Valladolid aquel 3 de abril de 1979, aupado por los votos de sus conciudadanos. Las primeras elecciones municipales democráticas lo convirtieron así en el heredero de Antonio García Quintana, último alcalde socialista de la ciudad en la breve experiencia republicana.
Fallecido mientras pasaba unos días de asueto en el País Vasco, Tomás Rodríguez Bolaños había nacido en Valladolid el 1 de enero de 1944, en el seno de una familia de ideas democristianas y afín a la CEDA de Gil Robles. Entró a trabajar en FASA en los años 60, cuando la factoría del rombo era la presa más codiciada entre los jóvenes que buscaban un trabajo estable y bien remunerado. Perteneciente al cuerpo de administrativos y técnicos, hacía su jornada como analista químico en el Laboratorio Central cuando le fueron a buscar activistas obreros que trataban de organizar una oposición organizada al sindicato vertical franquista. Accedió a presentarse a las elecciones sindicales de 1971 y resultó elegido. Su talante reivindicativo le llevó a participar en las famosas huelgas de 1974 y 1975, que paralizaron la factoría, lo que provocó su despido.
Antes de que la amnistía laboral de 1977 obligara a la empresa a readmitirlo, había entrado en estrecho contacto con abogados y líderes socialistas como Felipe González, elegido secretario general del PSOE en Suresnes en 1974, y Gregorio Peces Barba, quienes, precisamente, habían venido a Valladolid para, junto con otros compañeros de militancia, defender a los despedidos de FASA y hacer proselitismo. También conoció a Carlos González Maestro, socialista histórico de la ciudad represaliado al estallar la Guerra. Ese mismo año de 1975 Rodríguez Bolaños formalizaba su ingreso en la Unión General de Trabajadores y en el PSOE.
Su ascendiente entre los trabajadores y su acendrado vallisoletanismo le procuraron un puesto de renombre en el partido. Tercero en la lista para el Congreso de los Diputados en las elecciones generales de junio de 1977, sus compañeros le confiaron liderar la candidatura socialista a las municipales del 3 de abril de 1979. Los presagios se cumplieron y aquel día, Tomás Rodríguez Bolaños se convirtió en el primer alcalde elegido democráticamente tras cuarenta años de dictadura y tres de Transición. Desmintiendo los tópicos que tildaban a nuestra ciudad de 'Fachadolid' por los atentados de la extrema derecha, Rodríguez Bolaños se mantuvo en la alcaldía dieciséis años. Su rumbo político comenzó a torcerse en las elecciones de 1991, pues aunque dieron la victoria al Partido Popular encabezado por Javier León de la Riva, le permitieron seguir al frente del Consistorio gracias al pacto con Izquierda Unida. No pudo hacer lo mismo en 1995, cuando, acuciado el PSOE por los escándalos de corrupción a escala nacional, perdió la alcaldía al obtener sólo 10 concejales frente a los 15 del PP, liderado de nuevo por De la Riva. Aunque en 1994 una sentencia judicial le había obligado a devolver a las arcas municipales 231.000 pesetas por un cobro irregular de dietas, en su derrota pesó más la grave crisis del gobierno de Felipe González.
Durante su mandato se produjo un notable avance en la ciudad y ésta se tornó más habitable que en los tiempos del desarrollismo franquista. Acontecimientos determinantes fueron la dotación, en 1984, de un Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) para frenar el deterioro del centro histórico, mejoras de servicios como el Municipal de Limpieza, la creación de empresas municipales para gestionar otros, como AUVASA para los autobuses (1982), ASVA para el agua (1983), CIRA para la recaudación de impuestos y, en 1992, VIVA para la promoción de suelo y vivienda.
Junto a la creación de la Fundación Municipal de Cultura y de la Fundación Municipal de Deportes, entre otras, mostró especial atención a los barrios periféricos, los más degradados y populosos (Delicias, Pilarica, Rondilla, Pajarillos, etc.), dotándoles de nuevos parques, zonas verdes, colegios, institutos, centros cívicos, mercados y centros de cultura, aprobando planes especiales de reforma interior y promoviendo la construcción de túneles y pasos inferiores que salvaran en lo posible la marginación que suponía estar detrás de la vía. Durante su mandato también se iniciaron, previo convenio con el Ministerio, las Rondas Norte, Oeste y Este, y echó a andar, en 1993, como parte integrante del PGOU, el anhelado Plan Especial del Casco Histórico.
Adscrito al sector guerrista del PSOE, fue procurador en las Cortes regionales (1983-1987), vicepresidente (1983-1985) y presidente (1985-1991) de la Federación Española de Municipios y Provincias, diputado por Valladolid entre 1993 y 2004 y senador desde este último año hasta 2007.
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