Bajaron con lo puesto tras la explosión y no saben cuándo volverán a sus casas. Esta es la realidad de los afectados por la deflagración en la calle Juan de Valladolid, que coinciden en tachar de 'milagro' el hecho de que no haya habido ... víctimas mortales -sólo uno de los trece heridos permanece ingresado en el hospital Río Hortega-, y ahora confían en que se obre otro milagro y puedan regresar pronto a sus casas.
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La mayoría de los desalojados permanecieron horas bajo el edificio, observando las labores de los Bomberos y de la Policía Científica, sin un lugar al que ir, porque no lo tenían o porque no querían apartarse de sus casas. Muchos de ellos permanecían absortos, con la mirada perdida en los cristales rotos de las ventanas sus casas, en una imagen que se vivió hace solo 29 días en la calle Goya y que ahora se repite con otros protagonistas que sienten lo mismo: una mezcla de frustración e impotencia.
César Sanz Vecino del 6º K
César Sanz, residente en el 6º K del edificio siniestrado, se encontraba durmiendo junto a su mujer, Rosa Menéndez, en el momento de la explosión. Al escuchar la deflagración, este matrimonio de -79 y 64 años, respectivamente- decidió abandonar el edificio con celeridad, pero no pudo. «La escalera estaba llena de humo y era imposible bajar por ella. Así que nos hemos tenido que meter otra vez en casa y hemos abierto las ventanas hasta que han venido los bomberos. Nos han dicho que si veíamos que el humo invadía nuestra casa, nos tumbásemos en el suelo. Eso hemos hecho hasta que han vuelto a venir para desalojarnos», explica este septuagenario mientras miraba con los ojos vidriosos hacia el edificio en el que reside desde abril de 1992, cuando la constructora entregó las llaves a los propietarios.
La casa de César y Rosa está ubicada tres pisos más arriba de la vivienda en la que, al parecer, se produjo la explosión y la fuerza de la onda expansiva ha hecho que el marco de la puerta de entrada a su vivienda presentara un destrozo importante. «Esperamos que el seguro lo arregle y se haga cargo, aunque el mayor problema lo tenemos porque no tenemos agua, gas ni electricidad. Eso es lo primero que hay que subsanar para que podamos volver a casa lo antes posible», concluye César, que vive en sexto, el mismo piso en el que reside Inmaculada Martín, vecina de la letra 'H' que tuvo que ser evacuada al hospital por inhalación de humos y resume lo que ha vivido de esta manera: «Escuché la explosión, vimos lo que había pasado e intentamos salir, pero todo estaba lleno de humo. Bajó un señor del séptimo y me acordé de un programa de la tele en el que dijeron que no había que bajar por las escaleras y nos quedamos en casa, pero no podía cerrar la puerta porque estaba reventada. Lo único que pudimos hacer mi hijo -de 23 años- y yo es irnos al lugar más alejado de la casa con el vecino del séptimo, que se quedó con nosotros hasta que nos desalojaron los bomberos», explica Inmaculada.
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Cristhian Cardona y Yessica Usuga Vecinos del 5º L
Cristhian Cardona y Yessica Usuga son dos vecinos que llevan dos años de alquiler en el 5ºL del edificio siniestrado. Esta pareja de colombianos tiene una hija de siete años y al escuchar la explosión la cogieron rápidamente para salir del edificio a toda velocidad, pero esa idea inicial pronto se truncó. «Estábamos durmiendo plácidamente hasta que escuchamos un fuerte estallido y tembló todo el edificio. Lo primero que hicimos fue ir a por la niña e intentar salir lo más rápido posible, pero cuando llegamos al pasillo nos dimos cuenta de que la explosión había tumbado la puerta principal de entrada al piso y había mucho humo, así que volvimos a casa», explica Yessica para que Cristhian retome el relato centrado en la más pequeña de la casa. «Se nos llenó toda la casa de humo y fuimos a la habitación de matrimonio, donde hay un balcón, y allí estuvimos los tres. La niña se puso muy nerviosa y llegó a preguntarnos si nos íbamos a morir», indica este hombre de 30 años.
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¿Cuándo podremos volver a casa? Esa es la pregunta que se hacen todos los vecinos y aún no hay respuesta. Horas después de la deflagración, los afectados pudieron recuperar sus pertenencias de primera necesidad, pero la fecha de la vuelta definitiva a sus hogares es una incógnita. No obstante, la mayoría de ellos confía en poder regresar pronto a sus casas. «Parece ser que la estructura de la casa no está dañada. Es un edificio que está muy bien hecho», concluye María Ángeles, vecina del 2ºH, mientras mira con complicidad a su marido, Arturo, que no se explica cómo ha podido ocurrir esto.
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Ángel Álvarez Vecino del 7º J
«Ha sido un gran susto. A las seis de la mañana se ha oído una explosión fortísima, ha retumbado todo el edificio y después hemos oído el ruido de los cascotes y los cristales». Así comienza su relato Ángel Álvarez, que estaba solo en casa de sus suegros cuando se produjo la deflagración y tuvo el peor despertar de su vida. «Me he levantado deprisa y corriendo, he ido a la terraza y al asomarme he visto que el suelo estaba lleno de cascotes, cristales e incluso de algún elemento llameante. Lo primero que te viene a la cabeza es que ha habido una explosión de gas y la segunda vez que me he asomado, pasados dos minutos, he visto llamas en el reflejo del edificio de enfrente. Así que me he vestido, me he puesto lo primero que he pillado, he cogido la cartera y el móvil y cuando iba a salir había una humareda negra tremenda. Tenía dificultad para respirar y he pensado que no tenía que bajar. Me he cerrado y he puesto una toalla húmeda debajo de la puerta para que no se metiera el humo», explica.
La incertidumbre que vivió desde la explosión hasta que fue rescatado fueron los momentos más complicados para este hombre. «Ha sido un susto enorme y lo más complicado ha sido no saber si vas a poder salir, si van a venir a rescatarte. Los bomberos han venido rapidísimo y les he empezado a hacer señales para pedir ayuda. Ellos estaban con las bombas de agua y notaba que no me veían porque no me miraba nadie. Yo soy una persona calmada, nunca me pongo nervioso, pero lo he pasado mal», reconoce Ángel, que tras esos instantes de tensión finalmente pudo bajar de la casa de sus suegros. «Al cabo de un tiempo, subieron los bomberos y llamaron por las puertas para preguntar cómo estábamos. Les comenté que estaba solo y bien, así que me dijeron que me quedara en casa y después de un rato volvieron para decirme que podía bajar», señala este hombre, que en su bajada por las escaleras pudo comprobar el estado en el que se encuentra el edificio en su interior. «Las zonas de los vestíbulos de las plantas sexta, quinta, cuarta y, por supuesto, la de la tercera, están bastante destrozadas. Las puertas del ascensor están reventadas y quemadas y el portal también está bastante mal», asevera este vecino, que se alegra de que sus suegros, los propietarios del inmueble, no estuvieran en casa en ese momento. «Ellos están en Fuensaldaña en esta época del año y por suerte no les ha pillado», concluye.
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