Secciones
Servicios
Destacamos
Claro que me da pena, muchísima, me he criado aquí entre pellejos y garrafas..., pero ha llegado el momento de la jubilación y tengo que cerrar», reconoce Julio Herrero, de 63 años, que a finales de año bajará para siempre la verja de la bodega ... Hermógenes, situada en el número 190 del Paseo de Zorrilla (junto al monumento al cine), un negocio familiar que en 2023 iba a cumplir 90 años, pero que ocupa un espacio heredero de una cantina anterior (el bar La Rubia) fundada en los albores del siglo XX. Su barrio «de toda la vida» dirá adiós a uno de los templos del clarete más veteranos de la ciudad que fundó en un lejano 1933 el abuelo de Julio, Hermógenes Herrero, un trabajador de los tranvías que al finalizar su servicio (ese año se suprimió ese transporte en la capital) cogió el traspaso del bar La Rubia para reabrirlo bajo la denominación de Puerta del Sol.
«Una de las líneas del tranvía pasaba por aquí y mi abuelo vio que se traspasaba el bar y lo cogió el mismo año en el que dejaron de funcionar los tranvías», recuerda Julio Herrero, la tercera generación de un negocio familiar que comenzó como un popular merendero en los jardines de La Rubia, en una vía denominada entonces como Cañada de Puente Duero (hoy Paseo de Zorrilla), y que a mediados del siglo XX, en 1950, comenzó su andadura como despacho de vino, aunque sin perder su veterana barra de mármol, tras la que aún hoy Julio ofrece un chato a sus clientes.
«Mi abuelo comenzó con la cantina (Puerta del Sol) y después mi padre (Julio) y mi tío Luis, con mi madre en la cocina, continuaron con el negocio hasta que en los últimos años se dedicó más a la venta de vinos desde que comenzaron a elaborarlo nosotros mismo a partir de 1950, cuando compramos una bodega en Fuensaldaña (Bodega Hermógenes)», relata Julio, un veterano ya que cerrará las puertas del local el próximo 30 de diciembre en el año que cumple cuarenta trabajando detrás de su histórico mostrador (barra).
En su caso, y es literal, se crío entre pellejos de vino. «Mi padre era el encargado de repartirlos por el barrio, en un carro primero y luego con un camión Hispano Suiza, mientras mi tío estaba en la barra hasta se quedó solo mi padre con la bodega», rememora su actual propietario, quien comenzó a trabajar junto a su progenitor en 1982, cuando acabó la mili. Con él estuvo hasta su fallecimiento hace cinco años. «Ahora estoy solo, no tengo descendencia o sobrinos que quieran continuar con el negocio y tengo que cerrar, aunque mi idea es intentar traspasarlo a ver si alguien quiere continuar», anticipa el último heredero de la bodega de Hermógenes Herrero.
Julio rememora con nostalgia tiempos pasados en los que el negocio llegó a gozar de una enorme popularidad en un barrio que en sus orígenes prácticamente cerraba la ciudad por el sur. Y aún hoy cuenta con decenas de clientes fieles. «Me da pena también por los clientes, ya que ha muchos les conozco de siempre y ojalá alguien quiera mantener el negocio, aunque con una lógica modernización que yo no he podido afrontar», añade Julio.
Su abuelo Hermógenes cogió en aquel lejano 1933 el traspaso del bar original La Rubia por 2.600 pesetas (poco más de quince euros), que ocupa una casa molinera con un patio trasero utilizado como merendero. Y así se mantuvo hasta 1968, cuando la familia derribó el inmueble y levantó el actual bloque de viviendas de cuatro alturas, en cuyo bajo mantuvo el local de la bodega Hermógenes y que conserva, aunque ya sin uso, un patio trasero.
Noticia Relacionada
Tanto el negocio, que nació como cantina, como los gustos de sus clientes han cambiado en los últimos noventa años. «Antes el clarete era el rey y hoy, aunque aún se vende, quizás haya ganado terreno el tinto y el verdejo», explica Julio Herrero, quien apura estos días su última campaña navideña con la venta hoy de modernos 'boxes' de vino a granel, heredero de los pellejos y garrafas que sus abuelos vendieron y repartieron durante lustros. El aún bodeguero, que continuará elaborando vinos en la bodega familiar ya para «consumo propio», sí anticipa que su escaparate, como viene ocurriendo desde hace casi un siglo, volverá a lucir su tradicional belén. Después, lamenta, «tendré que cerrar el negocio de toda mi vida».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.