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Al filo de las diez de la noche, tras una jornada de conclusiones finales maratoniana, el magistrado presidente del jurado, Feliciano Trebolle, ofreció a los acusados ejercer su derecho a la última palabra.El primero en hablar fue Roberto Hernández, considerado por las acusaciones ... autor material del maltrato, violación y muerte de la niña Sara, que falleció el 3 de agosto de 2017 como consecuencia de los violentos golpes en la cabeza. «No soy ningún monstruo, soy una persona normal. Me han educado sin maltrato ni golpes y tengo la conciencia muy tranquila de que no le he hecho absolutamente nada a Sara», manifestó el encausado.
Mucho más conmocionada y convulsionada por el llanto, la madre de la pequeña Sara, Davinia Muñoz, a quien las acusaciones atribuyen los mismos delitos que a su exnovio y uno más, por abandono, y quien como él, se enfrenta a la máxima condena del Código Penal, la prisión permanente revisable, tuvo que parar dos veces y tomar aire porque los gemidos ahogaban sus palabras y el magistrado tuvo que pedirle que se tranquilizara para que el jurado pudiera escucharla bien. «Yo soy inocente, he pasado de víctima a culpable», y luego, dirigiéndose a Roberto: «Esta persona le ha quitado la vida a mi hija, ha destrozado su vida y la mía y pido que se haga justicia».
Los abogados de las defensas protagonizaron el último tramo del juicio oral y pidieron para sus representados un veredicto de no culpabilidad, apelando a la duda razonable, la presunción de inocencia y a la «inexistencia» de pruebas concluyentes de los delitos que se les atribuyen. Ángel Núñez, letrado de Roberto Hernández, descartó que su cliente tuviera una obsesión morbosa por la niña y descartó la xenofobia como un motivo contundente para hacerle daño. Incluso señaló que no hay una opinión concluyente de los médicos sobre la existencia de malos tratos y cuestionó el informe forense respecto de que hubiera sufrido una violación. Volvió a poner el foco sobre el padre biológico de la pequeña Sara, Marinel Feraru como posible autor de las lesiones quien, indicó, coincidió en las fechas de las lesiones. Respecto del día previo a la muerte, cuando se encontró a Sara desmayada en su habitación y llamó al 112, señaló que Roberto «no sabe como pasó, pero a las siete de la mañana él volvió a acostarse y la niña se quedó con Davinia, así que si no la pegó ella...».
El abogado de la madre de Sara, José Victorio Carrasco, se empeñó en mostrar por última vez a su patrocinada como una persona «que creía en las hadas y los Reyes Magos» y que confiaba totalmente en la persona con quien acababa de empezar la relación. Aprovechó para sembrar dudas sobre la actuación de los servicios sociales y acusó a la prensa de someter a su representada a un juicio paralelo. También dio una clase de derecho al jurado y habló de que «hay una regresión, porque el delito-sospecha se eliminó del Código Penal el año 1983 pero aquí, ahora, se quiere condenar por omisión: no se puede condenar a una persona por los hechos que cometa otra».
Pero, aunque su letrado insistió en que el dolor de su cliente «va por dentro», Davinia Muñoz, más que su exnovio Roberto Hernández, es la gran culpable, según todas las acusaciones menos una, de la muerte de la menor, aunque no le pusiera la mano encima a su hija. A excepción de la acusación particular, que representa al padre biológico de Sara, Marinel Feraru, la Fiscalía y las acusaciones populares, Clara Campoamor y la Asociación de Víctimas de Abusos Sexuales y Malos Tratos de Valladolid (Advasymt), han mantenido su petición de prisión permanente revisable por omisión para la madre de la pequeña de 4 años, que murió sin que la progenitora hiciera nada para salvar a su hija. Subrayan que fue más importante para ella mantener su incipiente relación con el mecánico de helicópteros, «a quien metió en casa sin conocerle».
No disculpan las acusaciones a Davinia Muñoz porque, «aunque no supiera lo que ocurría antes del 11 de julio», sí tuvo constancia ese día de que algo iba mal cuando la llevó al hospital Campo Grande con una gran hinchazón en el labio y, tras la exploración, el pediatra y otra médica decidieron llamar a la Policía. Sin embargo, la militar ocultó que había un hombre conviviendo con ella y sus dos hijas, Roberto, y desvió la atención hacia su expareja, el padre biológico de Sara, de manera que se abrió un expediente por violencia de género y se rebajó el riesgo, pues Marinel estaba fuera de España desde el 7 de julio y la policía «pudo comprobarlo».
Las acusaciones evidenciaron las mentiras de Davinia a las funcionarias de Servicios Sociales de la Junta, y su ceguera respecto de Roberto, a pesar de que, a su alrededor, en su entorno, sonaron todas las alarmas desde esa fecha y, en especial, el 28 de julio, cinco días antes de su muerte, cuando la niña «amaneció» con un enorme golpe en la sien izquierda y, a pesar de la insistencia de los tíos, que incluso llamaron a la policía, ella se negó a llevar a su hija a un hospital. Ese golpe revelaría el mismo modus operandi que el del 2 de agosto, apuntan, cuando la niña entró en el coma del que ya no salió: recibió golpes en la cabeza contra el suelo, la pared o con un objeto romo.
Las sesiones del juicio han concluido pero el procedimiento continuará el próximo martes, cuando el magistrado presidente entregue el objeto del veredicto a las partes. Al día siguiente, el miércoles, se entregará a los miembros del jurado que, a partir de entonces, se encerrarán a deliberar para decidir sobre la culpabilidad o no de los acusados.
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