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Es uno de esos espacios escondidos a plena luz. Una hectárea secreta, muros adentro del recinto que alberga el convento de las Catalinas, que puesta al día, urbanísticamente hablando, acogerá la ampliación del archivo municipal, un hotel temático y un espacio museístico dedicados al ... vino, un centro cívico y un espacio deportivo. Convertir ese inmenso solar de 10.000 metros cuadrados y adecuar los edificios puede suponer en torno a 22,5 millones de euros, según una estimación general reflejada en el plan director de la obra. Y alerta el documento: «No constituye un compromiso de gasto, simplemente una previsión de costes […] que deberán ser concretados con detalle en cada uno de los planes y proyectos correspondientes».
Por partes. El Centro de la Cultura del Vino, este espacio expositivo que aspira a convertirse en un polo de atracción turística, tendría un coste aproximado de «14 millones de euros de ejecución material». Son 3.450 metros cuadrados edificados y 2.670 metros cuadrados de «espacios libres exteriores». Luego le tocaría al centro cívico y deportivo, que incluye una piscina cubierta, con un monto de 7 millones de euros. Y la ampliación del espacio del Archivo Municipal, que serviría para dar cobertura al aledaño edificio de San Agustín, costaría en torno al millón y medio de euros para adecuar los 700 metros cuadrados de superficie edificable.
Aunque todas estas cantidades, en realidad, se incrementarán notablemente a lo largo del tiempo porque hay que añadir el coste de la burocracia. Refleja el plan director que lo primero es tramitar el plan director como plan especial, paso que ya está en marcha. Después hay que redactar cada uno de los tres proyectos en que se divide esta actuación sobre los 10.000 metros cuadrados de las Catalinas. Proyectos que, además, deben ser visados por Patrimonio, al tratarse de un Bien de Interés Cultural. Terminado todo este proceso, serán los presupuestos municipales los que determinen a qué ritmo avanzan las obras. Y eso incluye la posibilidad de recibir fondos europeos para algunos de los proyectos.
El centenar de páginas que componen el plan director para el convento de Santa Catalina de Siena, y sus ocho anexos, permiten descubrir a fondo un espacio que es, por sus características, un tesoro dañado. Destaca el documento el claustro, de estilo plateresco de finales del siglo XV en el piso inferior y renacentista, de principios del XVI, en el piso superior. También el coro, con la sillería, el refectorio con azulejos de Talavera del siglo XVII, esculturas «de Juan de Juni, Gregorio Fernández, Francisco Rincón; lienzos de Diego Valentín Díaz».
El estudio detallado de todo el mobiliario ofrece, sin embargo, un muestrario de desperfectos importantes. Muchos de los elementos de madera están atacados por los xilófagos, incluidas algunas estructuras «que soportan los forjados de los edificios». Se han detectado humedades en muchas zonas, incluida la cubierta del claustro. Algunas «no revisten una gravedad significativa», explica el documento, porque son recientes, pero insta a «actuar a la mayor brevedad posible para interrumpir la degradación de la madera» y que los daños se agraven hasta resultar irreversibles.
«El uso continuado del edificio, y con especial incidencia en la zona del claustro y la iglesia hasta el año 2009, ha logrado que su estado de conservación sea relativamente bueno, con lesiones que han sido tratadas con mayor o menor acierto, pero en cualquier caso, se ha minimizado el ritmo de degradación hasta esa fecha», señala el informe.
La empresa Incidec evaluó en 2019 el estado de las edificaciones, que presentan «en general un nivel de deterioro notable». La zona más atacada por los xilófagos es «el pabellón dormitorio-enfermería», señalaba la firma encargada del estudio. Y la carcoma aparece «en todos los bajo-cubierta». Las humedades, y algunos parches «erróneos» para subsanar desperfectos a lo largo del tiempo, son otro de los problemas graves que aquejan a este conjunto de gran valor histórico y artístico. A su vez, el convento de Santa Catalina acoge otras piezas artísticas que necesitan una intervención, o bien para limpiarlas o para restaurarlas. Una escultura en piedra de 1607, una pintura de Santa Catalina de 1622, un retablo del siglo XVIII. La lista es larga y se añade a la dificultad de rehabilitar un espacio considerado como Bien de Interés Cultural que deberá adaptar sus usos a las necesidades de una ciudad del siglo XXI sin perder su esencia.
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El plan incluye cuatro espacios diferenciados. «Se ha pensado en la instalación de un museo del vino que estuviese bien imbricado en todos los espacios más característicos del convento original y su recinto. Evidentemente los espacios en torno a la iglesia y el claustro se prevén destinar a las actividades culturales, pero con autonomía para acoger también otros eventos ciudadanos», señala. También un espacio hotelero centrado en el vino, así como el acondicionamiento del huerto exterior para «usos agrícolas que se relacionan con la vid».
El Archivo Municipal podrá ampliar sus instalaciones, mientras que otra parte de esa hectárea secreta servirá para incluir un centro cívico y deportivo que dé servicio a los vecinos de la zona.
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