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Llevan lidiando con la palabra incertidumbre desde el comienzo de la pandemia y después de año y medio de hojas en blanco en su calendario de reservas y un 2022 que empezó para ellos en Semana Santa tienen que convivir ahora con un nuevo factor, ... el de la realidad económica que desgasta los bolsillos en los hogares en la misma proporción que pospone los planes de ocio de familias y grupos de amigos -sus potenciales clientes- para alquilar un alojamiento rural en la provincia de Valladolid.
Una galopante inflación y una escalada en los precios de la energía a la que no pueden hacer frente han provocado una situación inédita para gran parte del turismo rural vallisoletano. «Tendremos que cerrar al menos los meses de enero y febrero y esperar a que llegue el buen tiempo para reactivar el sector, porque los costes de los suministros, de mantener caliente una casa, el precio del gasoil o la factura de la luz se han duplicado e incluso triplicado. No podemos hacerles frente», afirma tajante Luis Chico, presidente de la Asociación de Empresarios de Turismo Rural de Valladolid y también de la Asociación de Alojamientos Rurales de Castilla y León.
Chico tiene contacto permanente con decenas de dueños de casas rurales en la provincia de Valladolid y señala que «la mayoría de sus compañeros están igual». Muchos de los propietarios se están planteando 'hibernar' en los meses más fríos y solo abrir en fechas claves como puentes, Nochebuena y Nochevieja para tratar de reducir el encarecimiento de unos precios que no pueden repercutir en los clientes.
Luis Chico
Presidente de la Asociación de Empresarios de Turismo Rural de Valladolid
El 2022 comenzó para ellos en Semana Santa, con buenos datos de ocupación pero que según Chico «no se acercan a los que había antes de la pandemia». Las cifras, aunque asegura que «son difíciles de cuantificar», no ayudan a cerrar un buen balance. «Hablamos de una ocupación algunos fines de semana del 50% y nivel anual -entendiendo todos los días de la semana- no llegamos ni al 20%, la gente viene de una cuesta de septiembre, de meses de incertidumbre y recortan en ocio. Se lo piensan dos veces antes de coger el coche y hacer planes por esta situación que nos afecta a todos», señala.
Los clientes llaman poco y lo hacen para fechas muy concretas. Un ejemplo es el puente de Todos los Santos, en un año normal a estas alturas rondaría una ocupación del 95% en los alojamientos rurales de Valladolid, este año están al 65%. «El resto del mes está paradísimo», dice Chico. Ese descenso de reservas y el encarecimiento de la energía les lleva a tener que cerrar porque no pueden repercutir los precios al cliente,«dejaríamos de ser competentes», afirma este dueño de una casa rural en Benafarces.
Nines Tapia lleva 16 años al frente de sus dos casas rurales en la localidad de San Miguel del Pino y pese a que, de momento intentará aguantar este invierno, no descarta plantearse en un futuro cerrar ciertas fechas, las que coincidan con los meses más fríos. Ha tomado medidas para hacer frente a unos gastos que le suponen «como mínimo 600 euros al mes».
«Si juntas facturas, autónomos e impuestos se te va todo lo que ganas en fechas buenas con temporadas más flojas. Al final es lo comido por lo servido», dice Tapia. Hace apenas una semana que ha optado por instalar varios termostatos que regulará a distancia cuando la casa esté habitada. «Así te aseguras de mantener una temperatura constante de 21 grados y se evita el despilfarro que supone que se aumenten los grados de forma excesiva cuando hay huéspedes», explica.
Este nuevo cambio se suma al que ya comenzó el año pasado, cuando los precios del combustible empezaron a subir tuvo que apagar la calefacción cuando los alojamientos estaban vacíos. «Antes les dejaba siempre a 16 grados durante los meses de invierno para que cuando hubiera alguna reserva solo fuera dar un calentón el día previo, pero eso ya es imposible», asegura.
Con dos casas de capacidad total para 14 personas y de dos plantas recuerda épocas que en las que se encareció la energía. Creo que fue por 2015, pero entonces el litro de gasoil no pasaba del euro y ya nos parecía una subida excesiva y ahora está a 1,45», recuerda Tapia. Ni en la crisis de 2008 encontró tanta incertidumbre como la de ahora. «En verano no tuvimos nada, entre julio y agosto solo un fin de semana y la gente se lo piensa mucho ahora a la hora de salir. Si esto sigue así, no sé qué decisión tomaré en los próximos meses...», finaliza.
Haciendo números el presidente de la Asociación de Empresarios de Turismo Rural de Valladolid explica que «si antes pagaba por el gasoil 0,73 euros el litro, este año ha subido a 1,30 por lo que llenar el depósito supone más de 1.200 euros. También la leña se ha encarecido, «de 0,12 euros por kilo a 0,19», asegura Chico. Con la luz e internet sucede lo mismo. «Hemos pasado de facturas mensuales de 70 euros a cerca de 200 y mantener un servicio de internet estándar cuesta unos 92 euros mensuales, pero hay más impuestos como el IBI, que se llevan fácilmente 600 euros anuales».
Luis chico
Presidente de la Asociación de Alojamientos Rurales de Castilla y León
Si en una época de normalidad afrontar todos estos costes suponían un mordisco en sus cuentas que se llevaba el 25% de los gastos ahora se ha incrementado a más del 50%. Tampoco les ayuda tener en el mercado grandes competidores como AirBnb o Booking o personas que alquilan sin darse de alta. «Esa competencia nos está machacando», afirma Chico.
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Para diciembre la gente mira con cautela el calendario, de hecho, uno de los efectos que ha dejado la pandemia en el sector turístico es que la gente planifica con mucha menos antelación y espera para reservar. «Antes la gente se rifaba el puente de la Constitución y ahora que pueden salir incluso dos fechas (tomando el día 7 como día de entrada y salida) del 2 al 6 y del 8 al 11 de diciembre, la situación nos pone en un apuro a la hora de obtener beneficios si se tiene una semana a tope el gasoil en una casa grande. Está claro que lo que ganamos se lo llevan los impuestos», señala.
Trata de ser todo lo optimista que la situación le permite, Jesús de la Torre regenta su complejo rural (unos 300 metros cuadrados divididos en dos viviendas) desde hace 15 años y es la primera vez que se ha visto obligado a subir el precio. «Ha sido algo mínimo, de 21 euros por noche y persona a 23, pero esos gastos se esfuman mismamente en el servicio de lavandería, que ha pasado de cobrarme 1,30 euros por kilo a 1,80», asegura el dueño del alojamiento ubicado en Canalejas de Peñafiel.
No puede subirlo más porque, según explica De la Torre, «lo primero es el cliente y haría que se retraiga a la hora de reservar y eso sería perjudicial para todos«.
Normalmente enciende la calefacción un jueves por la mañana para recibir a sus huéspedes el viernes por la tarde. «Al tratarse de calefacción radiante la casa tarda más en coger temperatura y para un fin de semana de ocupación se te van fácilmente 150 litros de gasoil.
Las reservas «no han ido demasiado mal hasta ahora», pero otros años había reservas para Navidad. De momento, la gente está a la expectativa«.
Esta situación, la de la escasa reservas y el aumento del coste de energía les plantea «un nuevo panorama que difumina los márgenes de beneficios. Si la situación económica del país empeora, a partir de Navidad la situación del turismo rural se puede complicar más», finaliza De la Torre.
La situación de inestabilidad en el sector se extrapola también a una región líder en número de alojamientos y pernoctaciones en este tipo de turismo que ha visto cómo «desde 2020 han tenido que cerrar al menos 800 de las 4.000 casas que hay repartidas en la región. La situación es insostenible y el futuro es más que incierto», explica. Aunque los niveles de ocupación varían por zonas, «ya que Ávila, Segovia, Salamanca son ciudades patrimonio de la humanidad y Soria con el turismo micológico son zonas con más tirón». En Zamora, el desastre natural tras dos incendios forestales, que arrasaron unas 65.000 hectáreas de alto valor ecológico, han dibujado un panorama que amenaza a las personas que viven o mantienen un negocio de alojamiento rural. «Ha dejado de ser una opción para los turistas y pone en peligro la economía de muchos pueblos de la zona», explica Chico.
El turismo rural va más allá del alquiler de varios días, que ronda un precio medio de 30 euros por persona y noche. Pero la desaceleración en el sector salpica a más negocios, «cuando vienen turistas compran productos artesanos o típicos de la zona, miel, pastas, embutidos… Van a los restaurantes y mantienen, en definitiva, el tejido empresarial del que viven los vecinos de muchos pueblos, ahora todo eso está en jaque», finaliza.
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