Javier Velázquez en su ferretería de la calle Real de Burgos. Alberto Mingueza

Valladolid

Abrir una ferretería en un barrio: «No todo el mundo puede ir a centros comerciales»

El establecimiento inauguró su actividad el pasado mes de enero en la calle Real de Burgos, después de la clausura de otros dos dedicados a la misma actividad en la zona

Miércoles, 17 de abril 2024, 10:24

Desde uno de los escaparates de la Confitería Chus, próxima a su cierre tras proveer de pan y dulces al barrio del Hospital durante medio siglo, se puede vislumbrar el local clausurado de lo que algún día fue la Ferretería Aller. El establecimiento, que ... ocupaba el bajo del número 11 de la calle Real de Burgos, cerró sus puertas durante las navidades pasadas por la jubilación de su propietario tras meses buscando un traspaso, dejando al barrio sin uno de esos negocios locales reconocibles entre los vecinos. Confitería y ferretería están prácticamente puerta con puerta, separados por el ancho de la calle Democracia, y el cierre de ambos es la radiografía de una tendencia cada vez más acuciante en los barrios de cualquier ciudad.

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La falta de relevo generacional aboca a los negocios tradicionales a su desaparición. Y el futuro de los locales que quedan vacíos pasa por albergar franquicias o ser habilitados para vivienda y otros negocios inmobiliarios. Por eso no es habitual que alguien sepa ver la oportunidad que representa el nicho de mercado que dejan estos negocios. Y Javier Velázquez, de 48 años, es una de esas pocas personas.

Las circunstancias de la vida hicieron que el cierre de esta ferretería coincidiera con un momento vital propicio para animarse a emprender: «Yo venía de un ERE de una multinacional de alimentación y estuve mirando otros trabajos que no me convencían», explica Velázquez, vecino de San Isidro, que se enteró del cierre de esta y otra ferretería en el barrio del Hospital por unos amigos que tienen una imprenta en la zona.

Él y su mujer, Carolina, que trabaja en otro establecimiento del sector, vieron la oportunidad de recuperar un servicio que había perdido el barrio. «Cerraron dos ferreterías y pensamos que sería una buena oportunidad para atender al barrio en estas necesidades tan amplias», explica el recién estrenado ferretero, que además de tornillos y todo tipo de materiales, dispensa pequeños electrodomésticos, menaje del hogar y otros artículos.

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La ubicación del local no es casual tampoco, ya que la primera opción que barajaron fue la de hacerse con la extinta Ferretería Aller, con una gran variedad de materiales y una clientela muy asentada. «Hablamos con ellos pero las condiciones no entraban dentro de nuestras posibilidades. Así que vimos este local, que llevaba un tiempo cerrado, y decidimos apostar por él». El inmueble, en el número 16 de la calle Real de Burgos, está a escasos metros de la antigua, en la acera de enfrente, lo que les ha permitido absorber su clientela.

La nueva Ferretería Vela abrió sus puertas en enero, apenas un mes después de la clausura de su antecesora y la apuesta está dando sus frutos. «Estamos muy contentos, la aceptación es muy buena. Los clientes nos dicen que qué bien que hayamos abierto», explica Velazquez, que echa la llave de su negocio a las 14:30, media hora después de la hora oficial del cierre, ante la afluencia de clientes de última hora. Para el nuevo ferretero, que se estrena en un sector que hasta entonces le era ajeno, la clave está en dar un servicio de cercanía y asesoramiento a los clientes: «Aquí vive mucha gente mayor y no todo el mundo puede desplazarse a un centro comercial».

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Por el momento el barrio recupera una de las dos ferreterías clausuradas. Mientras tanto los vecinos de la zona del Clínico, que cuando vieron a Javier reformando el local se preguntaban si abriría una confitería para coger el relevo de Chus, continúan a expensas de saber qué pasará con su pastelería de referencia.

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