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La monja que no pudo alcanzar la paz

La monja que no pudo alcanzar la paz

Entre los muros de las viejas edificaciones del Colegio de La Asunción de Valladolid se dice habita el espíritu de una religiosa que murió durante el parto entre las paredes de uno de los edificios

Eloy de la Pisa

Jueves, 7 de enero 2016, 19:58

Uno de los fantasmas más conocidos que habitan en Valladolid pulula por los largos pasillos y los recovecos del Colegio de La Asunción, sede del Gobierno autonómico. A alguno seguro que se le ocurre una broma rápida que conjugue políticos, fantasma, colegio y Asunción, pero no van por ahí los tiros. De hecho, el fantasma solo ha hecho acto de presencia en los edificios originales, no se tiene constancia de que lo haya hecho en los añadidos y nuevas construcciones.

Pero empecemos por el principio.

La historia del fantasma nace casi al mismo tiempo en el que el Colegio comienza a experimentar la transformación necesaria para convertirse en sede del Ejecutivo regional. Estamos hablando de 1983. La finca y sus edificios habían sido vendidos a la inmobiliaria Covaresa en 1979 por la congregación de La Asunción, que llevaba en ella de mediados del siglo XX. Pues bien, con las obras se dice-, comienza a circular entre los trabajadores el rumor de la existencia de sucesos extraños. Se dice que entre los muros de las viejas edificaciones habita el espíritu de una monja que nunca pudo alcanzar la paz después de morir durante el parto entre las paredes de uno de los edificios. Se habla de herramientas que desaparecen pese a la vigilancia de las obras, de máquinas que no responden de un día para otro. Pero solo se habla.

El caso es que las obras acaban y la historia parece olvidarse. Hasta 1986, cuando se van ocupando progresivamente zonas ya rehabilitadas de los antiguos edificios. El rumor y la historia renace, pero ahora con más concreción. Los trabajadores que llevan más tiempo en aquellos edificios no lo ocultan, aunque tampoco hacen alarde de ello. Se cuentan muchas cosas, pero las dos más repetidas tienen como protagonista a una mujer que durante la noche llevaba a cabo las labores de limpieza en la zona de lo que es la Oficina del Portavoz del Gobierno.

La primera narra que esta mujer estaba fregando el suelo de uno de los kilométricos pasillos del edificio. Tenía los cubos algo alejados de donde ella estaba pasando la fregona y, cuando dobló una esquina, oyó un estruendo. Desdobló sus pasos y su sorpresa fue encontrarse con que todo el carro con los elementos de limpieza estaba volcado. Y nadie en el edificio. No le dio la mujer demasiada importancia al asunto, justo lo contrario que haría 24 horas después.

Al día siguiente, en una situación similar, la trabajadora observo aterrada como, en el mismo pasillo, unas huellas se reflejaban en el húmedo suelo que acaba de fregar. Y las manchas y eso era lo que hizo entrar en pánico a la buena mujer-, empezaban y acababan sin más, sin venir ni llegar a lado alguno.

Desde entonces, curiosamente, no se han vuelto a escuchar historias de fantasmas en el edificio. Quizá el espíritu se dio por satisfecho, quizá no fuera cierto. Quién sabe.

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