Una alimentación saludable y unos buenos hábitos de vida favorecen el aumento de las defensas naturales, ya que está comprobado que la dieta está relacionada directamente con el sistema inmunológico, según la Academia Española de Nutrición y Dietética. Asimismo, advierten que una nutrición adecuada refuerza ... las barreras de defensa del organismo, pero no evita o cura las infecciones.
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Giuseppe Rossolillo, presidente de la Academia Española de Nutrición, recuerda que una dieta equilibrada se basa en el consumo abundante de vegetales, hortalizas, frutas y legumbres y moderado de cereales integrales, carnes magras, pescados, huevos y lácteos. Es decir, una alimentación rica en prebióticos, probióticos y ácidos grasos Omega 3 que favorecen la respuesta inmune gracias a su poder antiinflamatorio.
Además de la correcta alimentación, los hábitos de vida también son beneficiosos para mantener un sistema inmunológico fuerte. Como, por ejemplo, crear una rutina con los mismos horarios de comidas y sueño, descansar el tiempo suficiente, evitar el consumo de alcohol y tabaco, gestionar el estrés y la ansiedad y realizar ejercicio físico de manera moderada.
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Paula Ortiz
A medida que avanza la edad, se tiende a la inmunosupresión debido a varios factores: pérdida natural del apetito, dificultad para ingerir correctamente los alimentos o descenso del poder adquisitivo. Por ello, los expertos recomiendan aumentar el número de comidas diarias y elevar el valor nutricional de cada una. Además de continuar con la actividad física adaptada a las circunstancias de cada persona e hidratarse de manera adecuada. Asimismo, la principal recomendación para aquellas personas que sufran inmunosupresión es acudir a un profesional que amolde la dieta a las necesidades.
El déficit de algún nutriente provocará que disminuya la capacidad de defensa del sistema. Según los expertos en dietética, estos nutrientes imprescindibles para mantener fuerte el sistema inmunitario son el cobre (legumbres o patatas), el hierro (legumbres, huevos o carnes magras), el selenio (pescado o huevos), el zinc (semillas de calabaza o frutos secos), el magnesio (legumbres o frutos secos) y las vitaminas A (zanahoria o papaya), B6 (plátano, pollo o atún), B12 (carnes magras, queso o aguacates), C (cítricos, pimiento, brócoli o kiwi), D (luz solar o pescados azules) y E (semillas, almendras o espinacas).
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