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«El primer 'hasthtag' de la historia es este grabado en la cuevas de Gorham», dice el prehistoriador Nicolas Teyssandier. El Norte

El 'hashtag' dibujado hace 40.000 años en Gibraltar… y otras curiosidades de la prehistoria

Nicolas Teyssandier propone un viaje a las primeras veces del ser humano, desde las joyas primitivas al perro domesticado más antiguo

Víctor Vela

Valladolid

Lunes, 9 de diciembre 2024, 08:29

Hay una gruta en Gibraltar excavada durante miles de años por la paciente y repetida acción del viento y de las olas. Se llama la cueva de Gorham y presenta evidencias de que ya estuvo ocupada por los humanos en el Paleolítico Medio y el ... Superior. Hace alrededor de 40.000 años, allí vivía una comunidad de neandertales que cazaban y fabricaban pequeñas herramientas. Con ellas, por ejemplo, despellejaban los alimentos que luego se iban a comer. Pero, en algún momento, uno de aquellos antepasados nuestros cogió la punta de uno de estos utensilios, se acercó a la roca de la caverna y comenzó a dibujar unos extraños signos nunca vistos hasta ese momento.

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En la piedra grabó, con incisiones profundas, en varias pasadas, dos líneas verticales atravesadas por otros dos horizontales. Este grafiti primitivo tiene forma de esa almohadilla hoy mundialmente utilizada en los mares de Internet. Ese grabado tiene 40.000 años y es «la más antigua representación simbólica inscrita de forma permanente en un espacio habitado». Es el primer 'hashtag' de la Historia. «No tenemos la menor idea del sentido de estos trazos geométricos entrecruzados, pero ese símbolo constituye una prueba más de la capacidad de abstracción de los neandertales».

  • Nuestras primeras veces Nicolas Teyssandier

  • Periférica 216 páginas. 20 euros.

Lo cuenta el prehistoriador e investigador francés Nicolas Teyssandier en 'Nuestras primeras veces', un ensayo (publicado por Periférica) que repasa treinta momentos extraordinarios del pasado, treinta pasajes de la prehistoria en los que alguien hizo algo que se repetiría muchas, muchas veces en el futuro. El autor las llama «paleocrónicas», relatos de esos deslumbramientos en los que el ser humano comenzó a apropiarse y a influir en su entorno. La primera vez que hizo fuego, la primera que enterró a un compañero, la primera que eligió a un jefe, la primera cabaña que construyó.

«Mi objetivo con este libro es recalcar la huella que, en nuestro presente, han imprimido aquellas sociedades tan remotas en el tiempo», cuenta Teyssandier, quien recuerda que hay objetos y comportamientos que (gracias a la «audacia y la creatividad«) nos han acompañado durante decenas de miles de años. El problema, claro, está en fijar el momento exacto en el que ocurrieron esas primeras veces que están tan lejos en el tiempo. «Algunas pueden situarse y recomponerse con precisión, pero hay otras cuya datación se nos escapa. En muchos casos, captamos dichos procesos cuando ya están bien avanzados», indica el integrante del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de la Universidad de Toulouse-Jean Jaurès. Así, matiza que hablar de «primera vez» es una expresión «arbitraria», ya que pueden darse nuevos hallazgos, pueden encontrarse nuevos yacimientos que permitan «cambiar la cronología» de nuestro pasado.

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En este viaje a lo que fuimos, se relata cómo surgió la primera palabra o cómo se esculpió la primera escultura. También cuándo se talló la primera joya. Para esto último hay que viajar hasta Israel. Allí, en la cueva de Skhul, fueron halladas dos perlas que se han datado con unos 100.000 años de antigüedad. Hay otro caso mucho mejor documentado en la cueva de Blombos, en Sudáfrica, donde se descubrieron perlas que se habían perforado con una herramienta puntiaguda de hueso y que luego se habían ensartado entre sí (había rastros de erosión compatibles con un hilo o trozo de piel).

Excavación en una pasada campaña de Atapuerca. El Norte

Hay relatos también sobre los primeros arcos (de pino, construidos hace 12.000 años en la turbera de Stellmoor, Alemania), las primeras agujas de coser (de hueso o de marfil, con más de 30.000 años de antigüedad y origen seguramente al suroeste de Siberia) y sobre el primer animal que domesticó el ser humano. Fue el perro. O mejor, para ser exactos, el lobo. «Todos los perros, cualquiera que sea su raza, provienen de la domesticación del lobo y para los arqueozoólogos, distinguir entre perros y lobos en el contexto paleolítico es delicado», explica el autor, quien reconoce que hay discrepancias en el seno de la comunidad científica a la hora de situar con precisión el origen del perro doméstico. Hay voces que hablan de una domesticación progresiva del lobo desde hace 30.000 años. La mayoría, fijan una fecha más cercana en el tiempo. Hace 15.000 años, en la etapa conocida como Tardiglaciar. «Las primeras funciones serían la caza, vigilancia o protección de los depredadores y la tracción de trineos», indica Teyssandier, para añadir que el resto más antiguo de un perro enterrado junto a un humano es de hace alrededor de 11.500 años, en el yacimiento de Ain Mallaha (al norte de Israel).

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Otros yacimientos geográficamente más cercanos tienen una importancia crucial en varios capítulos del libro. Con Atapuerca (Burgos) como escenario, se cuentan las primeras práctica de canibalismo. O el primer entierro. «Enterrar a un difunto requiere ser consciente de la muerte, pero nadie sabe en qué momento apareció esa consciencia», apunta el investigador francés. En todo caso, recuerda que se toma como referencia para ese primer enterramiento el yacimiento de la Cima de los Huesos, «donde se descubrieron más de 6.500 restos humanos que pertenecían al menos a 28 individuos atribuidos al homo heidelbergensis, especie fósil pariente de los neandertales«.

«Se trata (el de Atapuerca) de un yacimiento singular debido a la cantidad de huesos humanos y es un caso extraordinario de tratamiento funerario que habría tenido lugar hace más de 400.000 años», recoge en el libro para recordar que, de todos modos, «no se trata de inhumaciones, ya que los cuerpos se colocaron o arrojaron desde la superficie por la abertura de algo parecido al pozo de una cima». Para encontrar pruebas de inhumaciones voluntarias hay que viajar a Oriente Próximo. En la cueva de Tabun se halló la tumba de un adulto tumbado boca arriba (las pruebas no son concluyentes y el cadáver podría tener entre 120.000 y 170.000 años de antigüedad).

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«Los prehistoriadores tenemos que trabajar con lo que nos ha dejado la conservación. A veces, cuando los restos se han sellado de forma rápida y suave, obtenemos la instantánea de ese lugar en concreto. Pero en otros casos, los más numerosos, tenemos que descifrar diversas capas arqueológicas que agrupan múltiples acontecimientos, a veces producidos a lo largo de siglos o incluso milenios». Por eso la datación no siempre es sencilla. Por ejemplo, las primeras huellas de fuego (bajo la forma de sedimentos rojizos o de huesos calcinados) es de hace al menos 1,6 millones de años, «pero nada indica que los humanos lo produjeran». Podría ser fruto de un incendio accidental. «El primero en domesticar el fuego habría sido el homo erectus, hace 800.000 años, en una zona de la Alta Galilea, al norte del lago Tiberíades«.

El libro de Teyssandier está lleno de curiosidades. Por ejemplo, la primera cirugía de la que se tienen vestigios ocurrió hace 14.000 años en la región de Venecia. Allí, en el yacimiento de Riparo Villabruna, se hallaron los restos de una muela raspada con pequeñas herramientas de piedra para tratar una infección. O la primera bebida alcohólica. En el yacimiento de Terra Amata, cerca de Niza, se han descubierto restos de uva datados hace 400.000 años. «Pero no es lo mismo la uva que el vino». Para eso, hay que fijarse en pistas como los posos hallados en las paredes internas de vajillas prehistóricas. Así, «la primera bebida alcohólica confirmada por análisis químicos estaba hecha de frutas fermentadas, majuelo, arroz miel. Restos de esta mezcla fueron descubiertos en las paredes de cerámicas del yacimiento de Jiahu, en el valle del río Amarillo, en China, con una antigüedad de unos 7.000 años.

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«Este libro es un viaje que nos permite descifrar algunas de las grandes etapas evolutivas del comportamiento humano. Son primera veces fundacionales, las que nos han convertido en lo que somos», concluye Teyssandier.

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