Un pregón de estilos de vida y de llamadas: de reflexiones, de descubrir a los demás en las alegrías o en el dolor padecido y reclamando una mayor relación interpersonal lejos de la sociedad hiperconectada. El catedrático de Microbiología de la Universidad de Valladolid, José ... María Eiros Bouza, proclamó en la noche del miércoles el pregón de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno donde instó «a pararse un rato y reflexionar» ante la «conmovedora» imagen de Jesús cargado con la Cruz de esta histórica penitencial «recuperando la dimensión de eternidad que todos llevamos dentro». Este gallego de nacimiento y vallisoletano de adopción reconoció sentirse especialmente querido en esta tierra, entre sus cofradías y en un sacro ambiente en el que, paradójicamente, dos escultores de las tallas con más devoción de esta hermandad, «Juan Antonio de la Peña del crucificado del Santísimo Cristo de la Agonía y muy probablemente él mismo o su paisano Alonso de Rozas de la actual talla de Jesús Nazareno», nacieron en la localidad lucense de Mondoñedo.
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El sanitario hizo primeramente una glosa de esta penitencial en el quinto siglo de su fundación, así como un itinerario de fe y razón recorriendo el Año Jubilar del Sagrado Corazón de Jesús decretado por el Papa Francisco para Valladolid desde mitad del año pasado y hasta el próximo mes de junio. Como buen gallego, fue un peregrinar por la historia de la cofradía donde invitó a todos los cofrades y escuchantes a seguir fieles a Jesús con la Cruz a cuestas ante el «reto constante para conservar una identidad, no exenta de tensiones», como recordó que es la historia de esta penitencial nacida en el antiguo convento de San Agustín y con una dilatada trayectoria, con multitud de vicisitudes, pero donde el Nazareno ha estado siempre ahí para escuchar a todos los devotos que han acudido a él como, por ejemplo, cada primer viernes de marzo, como remarcó, durante la celebración del tradicional besapié a la sagrada imagen.
Un pregón especialmente religioso donde José María Eiros reclamó «recuperar la humanidad». Como sanitario que es, aludiendo paralelamente al amor y al dolor, proclamó como fundamental «derecho a tener defectos, a vivir con ellos, a no ser perfectos, a la tolerancia para las minusvalías…». Y, utilizando el término de «urgencia», este médico recordó cómo «Jesús, en tu Pasión, en la Cruz y en tu Resurrección, nos ha devuelto el sentido original: estamos hechos para la eternidad. Nuestra naturaleza tiene semilla de eternidad». Y en este sentido imploró ante la piadosa imagen del Hijo y su Madre la Virgen del Sacro Monte Calvario que «los vallisoletanos de a pie, los laicos insertados en el corazón de todas las actividades, le demos la vuelta a esta realidad». «Somos frágiles en el mundo de la inteligencia artificial», precisó.
En esta línea Eiros Bouza fue especialmente crítico con algunas corrientes de la sociedad actual para lo que determinó que «los cristianos queremos la civilización de la vida y del amor y no la civilización del desarraigo, la insolidaridad y la muerte», en clara alusión también a su profesión, a los sanitarios, a los que pidió «ser humildes, que es la mejor forma de ser veraces. En nuestro caso tratar de curar y sino podemos: aliviar, y si tampoco es posible, acompañar». Fue su particular visión por la principal particularidad de los profesionales de la salud, «que es el dolor humano, que es la de plantear un interrogante existencial». «Los sanitarios lo vemos diariamente en nuestros semejantes» dijo al levantar la mirada y dirigiéndose prácticamente uno a uno ante una abarrotada iglesia de Jesús al tiempo que reprendió a la sociedad que se descuide «al no nacido, al anciano, al enfermo, al solitario, al pobre… al diferente».
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Con todo, para soliviantar públicamente el dolor, hizo suyo un cuestionamiento de San Juan Pablo II de hace cuatro décadas pero aún de actualidad en su carta apostólica Salvifici doloris cuando se preguntaba «¿por qué?» ante la reflexión de que «dentro de cada padecimiento experimentado por el hombre, y también en lo profundo del sufrimiento, parece inevitablemente la pregunta». Junto al querido Pontífice también enumeró al actual Papa, Francisco, que según sus palabras, en la actual sociedad «se está construyendo una dictadura del relativismo, de ahí un verdadero dolor, que no reconoce nada como definitivo y deja sólo como medida última al propio yo y sus apetencias». Un discurso donde también tuvo cabida una llamada la oración, citando en ese momento a Benedicto XVI.
Ante una audiencia especialmente atenta, cual pacientes ante un diagnóstico que invita a vivir con mayor calidad y capacidad espiritual, el sanitario, profesor e investigador se enorgulleció públicamente de las cofradías vallisoletanas «que realizáis un trabajo silencioso, duro y constante, de conservación y mantenimiento del templo y de las tradiciones religiosas y culturales» pero especialmente les felicitó «porque lográis que en esta sociedad tan secularizada que vive ignorando a Dios, sea la cofradía motivo para el encuentro de nuestros jóvenes con la figura de Jesús de Nazaret». «El embrión de la fe para ellos», exaltó para concluir: «El aldabonazo para cuestionarse quién es Jesucristo».
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Con todo, el catedrático de la UVa trasladó la propuesta de la Iglesia para este tiempo de Cuaresma: «El dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno».
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