Un pregón especialmente vallisoletano, con esencia espiritual y raigambre procesional, donde con una visión litúrgica e incluso vaticana, sin faltar algún lamento pidiendo justicia y ... solidaridad en el mundo, invitó a indagar en el octavario santo repartiendo mensajes, agradecimientos por las vivencias compartidas pero, sobre todo, meditando desde su cargo, desde la experiencia y desde el corazón de Castilla con perspectiva de Iglesia Universal. Aurelio García Macías prologó anoche la Semana Santa con un pregón de intenciones «para adentrarnos en el ministerio fundamental de nuestra fe cristiana y en el acontecimiento fundamental de nuestro ser vallisoletano». El sacerdote encandiló a una audiencia expectante por conocer estas llamadas de unos días santos de múltiples perspectivas, desde dentro y desde fuera, mientras disertaba de una fe procesional para anticipar uno de los acontecimientos anuales más importantes en la capital.
Semana Santa es lo mismo en Valladolid que la Semana Mayor o Semana Grande. Así reza el convencimiento espiritual, patrimonial y pasional de García Macías de una santa semana que es, a su entender, «una magistral experiencia espiritual» sin olvidarse del aspecto más patrimonial e incluso de ciudad de estos días que «son un fuerte reclamo turístico y artístico para venir, por la calidad y pulcritud de los actos programados, la insondable belleza y antigüedad de sus tallas, el esplendor del marco urbano…». Unas singularidades que el sacerdote también aprovechó para recordar a todos los escuchantes aspectos tan reconocibles de aquí como «la vivencia austera transmitida» en lo que significó un primer gran mensaje dirigido «al ciudadano y al viajero» en relación a quiénes somos haciendo alusión a la importancia de lo propio sin tener que importar nada ajeno, es decir, de tradiciones de otros lugares.
El obispo «paisano», como él mismo se denominó, hizo de su pregón una continua pedagogía de la liturgia que la Iglesia propone esos días de la Semana Santa «para acompañar a Jesús como verdadero protagonista», aunque quiso llegar más allá al señalar que «quien vive esta maravillosa experiencia en Valladolid se percata claramente de nuestra particular idiosincrasia castellana».
Y, con una Catedral como testigo, este natural de Pollos, miró más de frente si cabe a los presentes para recordar y demandar que «sin fe, no habrá ni verdaderos cofrades ni auténtica Semana Santa, acabará imponiéndose como un mero reclamo turístico y económico». Una afirmación que, no por evidente, suscitó rápidas conversaciones a media voz entre los presentes, autoridades, cofrades y público en general, además de gestos de estar de acuerdo con lo reclamado por el pregonero, que terminó afianzándose para ampliar el espectro de los destinatarios de su mensaje indicando que «lo único que salvará la Semana Santa vallisoletana será la fe de sus cofrades, sobre todo, ante las convulsiones políticas y sociales».
Un mensaje, asimismo, cargado de gratitud, como manifestó, agradeciendo a las cofradías su trabajo anual «por el bien que nos hacéis, por el testimonio que nos dais de hermanamiento en estos días». Una catequesis callejera con el marchamo «de los mejores imagineros», una relación de nombres para sentirse orgullo de que «en Valladolid, las tallas hablan y tocan el sentimiento de la gente» refiriéndose en este punto a la propia imagen que presidió el acto, Nuestro Padre Jesús Nazareno, imagen de la Escuela Castellana del siglo XVI, propiedad de la penitencial homónima, y que anoche se dispuso ante los asistentes de una manera ejemplar, escoltado por 40 candelabros y con una reliquia de San Juan Pablo II, en un diálogo entre la propia talla procesional y el autor del pregón en lo que bien significaba calidad y calidez del arte esculpido y de las palabras oportunamente cinceladas.
Una escenografía, la conseguida en la Seo, que sin el pueblo no tendría el mismo significado, como avanzaba Aurelio García reconociendo y abriendo a todo el mundo este acontecimiento religioso, al señalar que, además de los cofrades y las imágenes, «el verdadero protagonista de estos días en Valladolid es el santo pueblo fiel de Dios, como gusta decir al Papa Francisco, una marea de gente acompañando a Cristo en sus últimos momentos: creyentes y no creyentes, paisanos y turistas, cofradías y autoridades, trabajadores y servicios de orden público, diáconos, presbíteros y religiosos, también las religiosas de clausura… en torno al único pastor de la Iglesia de Valladolid, nuestro arzobispo».
El también subsecretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos del Vaticano realizó un pregón estructurado en ocho capítulos con un esquema base con textos evangélicos y reflexiones, centrando en el día litúrgico y con referencias al Rito Romano además de un desglose procesional de cada jornada de recuerdos como sus primeros años de presbítero por la provincia, su tiempo de rector del Seminario o su cargo de párroco del Santísimo Salvador-Santiago y de consiliario de la Cofradía de las Siete Palabras.
Presumir de tradición y de silencio
En esta procesión pregonada el sacerdote advirtió sobre la necesidad de que «es preciso saber callar por dentro y por fuera incluso cuando acompaña la música. Es más, como a los tres golpes del llamador para el comienzo de la procesión, dijo: «Silencio, silencio y silencio. Si así lo hiciéredes, que Dios os lo premie, si no, que os lo demande». Una actitud que también trasladó a las eucaristías para animar e invitar a asistir a la Misa Crismal y para presumir de la tradición tan vallisoletana de la visita a las siete iglesias para orar ante el Monumento.
Ya, al final, Aurelio García Macías se acercó a su ámbito laboral desde hace una década, a Roma, más ahora con las celebraciones del Año Jubilar 2025, para hacer saber que la bendición urbi et orbi del Papa que se imparte desde la loggia, el balcón de las bendiciones de San Pedro del Vaticano, «ante el clamor del pueblo que sabe a devoción y fiesta, también es para mis queridos paisanos de Valladolid».
El arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, presidió el pregón junto al Cabildo Catedralicio en un templo lleno como en las grandes ocasiones, con la presencia de numerosas autoridades civiles y militares, entre las que destacaba el alcalde, Jesús Julio Carnero, con la Corporación Municipal, además del ministro de Transportes, Óscar Puente, y la ministra de Igualdad, Ana Redondo. También el presidente de la Junta de Cofradías, Miguel Vegas, junto a su equipo y el resto de directivos de las hermandades vallisoletanas. En la parte musical del acto, por su parte, el coro masculino Laude Amigos de San Felipe Neri, bajo la dirección de Goyo Casado, despertó las emociones de los presentes con una extraordinaria interpretación de Reina de Reyes a la entrada o el Himno de la Semana Santa de Valladolid al finalizar.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.