David Herrero/Ical
Palencia
Viernes, 10 de abril 2020, 11:54
Reina el silencio. Las calles palentinas guardan con respeto el dolor y la penitencia del calvario de Jesucristo como nunca antes. Solas, frías y sin hombros. El 'Abuelo' no verá la luz, tampoco el Cirineo, y nuestra Madre no podrá llorar por su hijo. Tampoco habrá escolta de aquellos hermanos que, por dejarse, se dejan los pies y el alma por paliar el peso de una cruz llena de sufrimiento, maldad o desgracia que, a día de hoy, acecha bajo el nombre de coronavirus.
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Los olores permanecen inertes y el tradicional tararú no pondrá seña de identidad a la Semana de Pasión de Palencia. «Escuchar este sonido anuncia la preparación para la siguiente Estación de Penitencia, de la mano de una convocatoria de hermanos». Así relata el significado de este «especial toque de corneta« su responsable en la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Madre la Virgen de la Amargura, Alberto Fernández, quien reconoce que «se ha retomado la Llamada de Hermanos» en la noche de Lunes a Martes Santo, junto con la Archicofradía de Jesús de Medinaceli, con el fin de «preparar a todos los cofrades para la Procesión del Prendimiento».
Ya no se podrá acudir a las procesiones a compás de una esencia que impregna una semana que se espera con «ansia», al ser días marcados en el calendario como «parte fundamental de la vida», afirma Fernández. «Son días de reflexión en los que se comparte con el resto el sentimiento religioso», a partir de una «familia llamada cofradía», comenta. Y es que, «es algo que no es fácil de explicar con palabras, ya que vivirlo de una manera tan profunda aporta otra perspectiva».
La suspensión de los actos procesionales han supuesto un duro golpe para cofrades y cristianos, incluso para aquellas personas que son apasionados de la Semana Santa como un simple acto folclórico y cultural. Adiós al Descendimiento, el Santo Entierro, la Soledad de la Virgen o al Rompimiento del Velo. La característica limonada cofrade o el reparto de panecillos tendrán que esperar. La fraternidad se traslada al calor de la comunidad, pero de cada casa, y el sentimiento se expone por balcones y redes sociales, con el objetivo de minimizar la añoranza procesional.
No hace falta que Julio Javier del Campo guíe al Cirineo, conocido cariñosamente como el Jesús el 'Nuevo', por las calles céntricas de la ciudad durante la procesión de los Pasos. El responsable de la dirección de la imagen procesional de la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Madre la Virgen de la Amargura destaca que lleva desempeñando más de 15 años esta responsabilidad, tras remplazar en la labor a su padre. Con 1.200 kilos, tras ser aligerado, y una media de 64 cargadores, apunta que durante la procesión «simplemente empatiza con los hermanos».
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Coronavirus en Palencia
Deja claro que al ser cargador habitual se «pone en la piel de la situación contraria y aplica el sentido común». Vela para que la diferencia de altura sea la adecuada para que el paso «esté levantado en la parte delantera y más bajo en el final, pero siempre de una manera compensada». Y es que, «es necesario que haya cargadores en todos los puntos porque así habrá comodidad, aunque se sufra el peso», subraya.
Del Campo recalca que su función particular se simplifica en conseguir que todos los cargadores le escuchen, que la imagen procesional vaya lo más cómoda posible y en realizar los descansos en los momentos acordes al recorrido. Aun así, señala que «ha tenido años buenos y maños». Aclara que, «por suerte», la gran mayoría de personas «le felicitan una vez acabada la procesión por estar pendiente de cómo va cada cargador».
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No obstante, en otras ocasiones, el peso «se ha sufrido más de la cuenta y los hermanos se desesperan al verse incapaces de tirar». Por ello, para este responsable de la dirección del paso «es importante ver que se ha realizado el trabajo bien», quien asegura que «no descansa hasta que observa, de nuevo, al Nazareno colocado en la capilla tras finalizar la procesión». El trabajo conjunto, así como saber interpretar a los cargadores, «es fundamental», asevera.
La espera se convierte en la actitud principal, de la mano de la unión y fraternidad de las nueve cofradías palentinas, quienes el próximo año tendrán la oportunidad de profesar su fe por las calles capitalinas. Desde los costaleros de la Sentencia hasta los franciscanos de La Piedad, pasando por los hermanos de la Misericordia o de la Soledad. Las túnicas azules, blancas, verdes, rojas moradas, marrones o negras se unirán como una única Comunidad, mano a mano, simbolizando esa participación de todas las cofradías en cada procesión como si fuera propia, elemento singular de la internacional palentina.
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