![«Todo riosecano actúa como pregonero relatando las excelencias de nuestra Semana Santa»](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202204/07/media/ramon.jpg)
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El doctor en Historia del Arte y profesor de la Universidad de Valladolid Ramón Pérez de Castro espera con emoción la llegada de este sábado para pronunciar en la iglesia de Santa María, a las 20:30 horas, el pregón de la Semana Santa de su ciudad natal, ante la Virgen de la Piedad, con el honor añadido de ser este año el mayordomo de esta cofradía del Vienes Santo.
-¿Qué siente al ser pregonero de la Semana Santa riosecana?
Sobre todo, una tremenda responsabilidad, unas enormes ganas de felicitar al resto de mayordomos y de anunciar oficialmente que por fin los días grandes de Rioseco están a las puertas.
-¿Cómo ha vivido esta larga espera de dos años?
Supongo que como todos, con resignación y con la esperanza de superar unas circunstancias tan adversas. Y aprendiendo de las reacciones de muchas personas y de cómo han mantenido la ilusión y la llama encendida. Ha sido una época en la que se ha podido constatar hasta qué punto los riosecanos se sienten identificados con su Semana Santa.
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-¿Estos dos años de espera, pueden jugar en su contra al haber creado demasiadas expectativas?
No lo creo. Intentaré que el pregón y el o los mensajes que allí se pronuncien sean lo más adecuados y dignos posibles, a la altura de esta importante Semana Santa. Pero la trascendencia del pregón es a mi juicio relativa. Por un lado, todo riosecano actúa como pregonero allá donde vaya, relatando las excelencias de nuestra Semana Santa. Por el otro, sé bien que, como pórtico a los días de Pasión, una vez traspasado su umbral todo lo llena la propia experiencia de volver a las calles el Jueves y el Viernes Santo, de asistir a las juntas, al desfile de gremios, de desvelar a la Virgen de la Alegría el Domingo de Resurrección o de volver a escuchar al pardal y a los tapetanes. Ahí está la verdadera expectativa y expectación de los riosecanos.
-¿Cuál será el mensaje que intentará trasmitir ese día?
Mi particular visión de la Semana Santa, que tiene poco de individual porque es un lugar común compartido por casi todos los cofrades riosecanos. Hablar de familia, de experiencias vitales, de infancia y de arte no es un tópico, es la verdad. Personalmente me encuentro en un momento vital intersticial, entre dos generaciones, y no quería dejar de pasarlo por alto.
-¿Qué misión asume como pregonero?
Sobre todo poner voz a ese anhelo compartido, que es identitario e integrador. Las circunstancias han hecho que este año, tras la insólita suspensión de los dos anteriores, cobre un mayor sentido la etimología del vocablo pregón: hacer público «algo que conviene que todos sepan» e «incitar a participar» en la Semana Santa. No puedo dejar de mirar hacia atrás para entender de dónde venimos e intentar explicar al foráneo por qué esto es así y por qué, sinceramente, no pueden dejar de acudir a Medina de Rioseco en Semana Santa.
-¿Algo que nos pueda adelantar?
Como en cualquier acontecimiento de este tipo, existe una diferencia sustancial entre los pregones escritos por personas nacidas o ligadas familiarmente a la ciudad y los que no lo son. Ni mejores ni peores, sencillamente distintos y todos ofrecen puntos de vista complementarios. Lógicamente, pertenezco al primer grupo y no puedo abstraerme de esa condición.
-Como cofrade e investigador de la Semana Santa riosecana, ¿qué es para usted la Semana Santa?
Ambos roles plantean perspectivas distintas pero que se entrecruzan. El cofrade aporta la pasión por aprender, por autoexplicarse, y el investigador satisface ese anhelo personal del que quiero creer que alguien más se beneficia. Uno aporta el interés y el otro una perspectiva más amplia e integradora.
-¿Cuáles son sus pilares?
En primer lugar diría que son pilares muy sólidos, de una profundidad varias veces centenaria, que constituyen el esqueleto o armazón básico sobre el que se estructura. No me importa tanto la antigüedad de algunas de sus manifestaciones como la continuidad, evolución y resignificación que ha ido teniendo a lo largo de ese tiempo. Cada momento ha recreado la Semana Santa sobre esas bases, modificando o integrando casi orgánicamente algunos de sus aspectos, de suerte que hoy podemos contemplarla como el tronco de un árbol que nos muestra sus anillos de crecimiento, sin grandes alteraciones. A mi juicio los ingredientes principales son el arraigo de la tradición (lo que llamamos patrimonio inmaterial, fuertemente identitario), la familia, la fe y una estética concreta (dentro de la cual están los pasos y la forma de procesionarles). Eso sí, el orden e importancia de cada uno varía en cada persona.
-¿En qué momento se encuentra? ¿Por dónde pasa su futuro?
En un permanente cambio que resulta difícilmente perceptible, y eso es bueno porque significa que está viva y que fluye sobre las sólidas bases que explicaba anteriormente. Aunque siempre hay que estar alerta, no encuentro en Rioseco los problemas que veo en otras semanas santas de la región. Siendo una localidad tan pequeña y con un número tan importante de hermandades, el futuro está más que asegurado. Quizás lo que más me preocupa es que se entienda que la Semana Santa se hace entre todos, que representa a todos, de ahí su fuerza integradora, y que trasciende a uno mismo, al aquí y ahora. Templar el individualismo hará una Semana Santa más plena y armónica, como lo ha sido desde siempre.
-¿Qué la hace ser tan singular?
Es completamente singular por su propia evolución ininterrumpida. La documentación del siglo XVIII ya señalaba hasta qué punto la fuerza de la tradición estaba arraigada entonces cuando las autoridades proyectaron suprimir alguno de los pasos en las procesiones: era imposible, impensable… y lo sigue siendo. Gracias a ello seguimos llevando sobre los hombros los mismos conjuntos de los siglos XVI y XVII, sigue sonando el pardal y los tapetanes o vestimos unas túnicas muy semejantes a las de entonces. Todo fluye sin disonancias, sin fosilizarse. La Semana Santa y la sociedad riosecana fueron a la par, encajando golpes como la Guerra de Independencia o las desamortizaciones, pero manteniendo siempre la llama encendida. Se hizo pequeña y familiar para sobrevivir, obrera o terrateniente, y más amplia y festiva en esta última etapa. En definitiva, un espejo de la historia, de la fe y de un pueblo y sus vicisitudes.
-¿Un momento especial de las procesiones riosecanas?
Me quedo con muchos porque hay momentos muy sugerentes y muy diversos entre sí. Por citar sólo uno ahora, el desfile de gremios: todo un pueblo expectante, conteniendo el aliento antes de que estalle la procesión. Son momentos de una gran potencia emotiva… y que se contagia.
¿Durante el pregón tendrá algún recuerdo especial?
Muchos. En mi condición de historiador no puedo omitir la historia y en la historiador del arte a los monumentos, que viene de monere, recuerdos. Y como cofrade riosecano no puedo olvidarme de los que están y de manera muy importante de los que ya no son pero siguen estando.
Usted es de dos cofradías, ¿por tradición, devoción o familia?
Por todo eso y por mucho más: por convicción, por fe, por experiencias propias, por su arte, por los vínculos de amistad y hermanamiento… No sería igual si fuese de otras cofradías, sin duda.
¿Quiénes son sus referentes cofrades?
Cualquier cofrade que sienta y cumpla con sus obligaciones con honestidad y respeto a la tradición y a lo que representa y que cumpla con el mandato de ser hermano, algo tan sencillo y complejo a la vez, es para mí un referente. He conocido a muchos y sigo intentando seguir su ejemplo. Sin duda mis padres han sabido transmitirnos ese respeto y ese amor.
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