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Salida del Descendimiento de la capilla de los Pasos Grandes. M. G. M.
Brillo entre el frío en la Pasión de Rioseco en Viernes Santo

Semana Santa

Brillo entre el frío en la Pasión de Rioseco en Viernes Santo

Emoción en la salida de los Pasos Grandes y miles de personas en una tarde impresionante a pesar de la dureza de la climatología

Sábado, 30 de marzo 2024, 16:57

Cuando lo normal en toda la geografía nacional fue la constante suspensión de muchas procesiones, la lluvia dio este Viernes Santo una tregua a Medina de Rioseco para que se pudiese celebrar la procesión de la Soledad, aunque con mucho frío. La tristeza y decepción del día anterior se convirtieron en tremenda alegría. Miles de personas llenaron las calles de la histórica Ciudad de los Almirantes.

Durante todo el día todas las miradas se dirigieron al cielo y todos los comentarios se centraron en discernir si la procesión saldría a la calle. Los más agoreros auguraban una nefasta tarde como el día anterior. La alegría y las voces de aliento del desfile de gremios se truncaba en desesperanza con un una enorme granizada que caía durante los oficios. Sin embargo, no hubo más precipitaciones y la Ciudad de los Almirantes pudo celebrar su particular Viernes Santo. En el riosecano corro de Santa María no cabía ni un alfiler. En el ambiente se respiraba un aire de inquietud por lo que minutos después iba a suceder. Los veinte cofrades de la Crucifixión y el Descendimiento, los populares Longinos y Escalera, regresaban a la capilla después de haber realizado la popular «meada del miedo», un acto tradicional que sirve para eliminar la tensión existente.

Existen momentos que son difíciles de describir con las palabras. Mágicos instantes en los que en muy pocos minutos se amontonan un cúmulo de sensaciones que, como un soplo de aire fresco, alegra y entusiasma al espíritu. Entonces, los minutos no pasan y es como si el tiempo se parara. Las altas puertas de la capilla de los Pasos Grandes se abrían. En el interior los cofrades veteranos ayudaban a los que iban a portar el paso a recogerse la blanca túnica hasta la cintura para que no les molestase en el momento de sacar el paso. Pocos minutos después los acordes de La Lágrima, la marcha fúnebre del general O´Donnell, tocada como hacía varias decadas por la Banda Municipal de Música, se hacían oír en todo el corro de Santa María convertido en el escenario para que un año más se repitiese el centenario milagro de pasar los Pasos Grandes bajo el dintel de la puerta de su capilla.

Desfile de gremios por el centro de la localidad. M. G. M.

Con un golpe seco sonaba el oído del cadena del Longinos y el paso se elevaba en brazos de los veinte longineros. Frente a la puerta había que bajar, la cruz no debía tocar en el dintel, el paso se deslizaba lentamente a golpe de esfuerzo hasta lograr salir a la calle para ser levantado en medio de una gran ovación. Mientras tanto, el cadena de la Escalera había dado el oído para rezar antes de que lo levantasen y lo colocaran bajo la puerta. Todas las miradas se centraban en un punto, el brazo de la imagen del Nicodemo, para que no tocase la piedra del dintel. El paso descendía por debajo de las rodillas pero lograba salir al corro. De nuevo el aplauso, la alegría y las lágrimas de los familiares más allegados. Los dos grandes colosos estaban en la calle donde una vez más cobraban su auténtico valor, el momento para el que fueron hechos.

Poco más tarde, todas las miradas se volvían hacía la puerta de la iglesia de Santa María. De nuevo emoción contenida para ver salir al Cristo de los Afligidos, y sobre todo al Cristo de la Paz, que a duras penas lograba vencer el dintel de la puerta. Más tarde La Piedad, El Sepulcro y La Soledad veían con gran solemnidad la luz de la calle para completar los siete pasos de la procesión de la Soledad del Viernes Santo de Rioseco.

La Soledad, al paso por la iglesia de Santa Cruz. M. G. M.

Los pasos iban llegando a la calle Mayor, donde ya miles de personas se agolpaban bajo los centenarios soportales para ver pasar de cerca a los pasos. Entonces llegarían los tradicionales bailes, que hacían discurrir la procesión lentamente, como si no tuviese fin. Después de pasar la plaza Mayor se llegaba a otro momento clave de la tarde. Los pasos encaraban el arco gótico de Ajújar para realizar la Rodillada, una difícil genuflexión ante la Virgen de la Cruz con el aplauso de las cientos de personas que llenaban cada metro cuadrado del lugar. Tras las apresuradas subidas de la calle Mediana, de nuevo en el corro Santa María, donde después de rezar la Salve a la Virgen de la Soledad, la procesión finalizaba con la entrada de los pasos en la iglesia de Santa María y en la capilla de los Pasos Grandes.

Escolta del paso del Santo Sepulcro. M. G. M.

Como anécdota, el veterano guardia civil Fernando Fradejas, colaborador fotográfico de El Norte de Castilla, quiso ser parte de la escolta de la Benemérita al paso del Santo Sepulcro antes de que en unos meses se jubile. Fradejas mostró su gran orgullo por poder formar parte de esta escolta. También es de destacar que al llegar la procesión a la plaza Mayor la música enmudeció al establecer la Junta de Semana Santa un tramo en silencio para aquellas personas con Trastorno del Espectro Autista.

La Semana Santa riosecana llegará a su fin con el Domingo de Resurrección y la procesión de Cristo Resucitado y Santo encuentro. A partir de las 11.30 horas, desde la iglesia de Santa María, saldrá el paso de Cristo de Cristo Resucitado, que llegará hasta el atrio del Museo de Semana Santa, donde se realizará el encuentro con la Virgen de la Alegría, para seguir juntos la procesión.

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