Yeray Lamariano ya tiene una vida fuera del balonmano, un deporte del que se retiró en enero tras dos décadas recibiendo balonazos. Pero suena el móvil y el nombre que aparece en la pantalla es el de Carlos Villagrán, el capitán de sus cinco temporadas ... como portero del Nava, ahora segundo entrenador, que le pide que posponga su adiós unos meses. «Si estoy dando este paso es porque quien primero me llama es un amigo. Y eso hace que en un principio no sea un no rotundo y luego sea un sí», explicó en declaraciones al club. Uno de los héroes del primer ascenso a Asobal jugará a sus 41 años su sexta temporada en tierras segovianas, al menos hasta el final de la primera vuelta, una decisión que permite a la directiva paliar daños tras la grave lesión de Dzmitry Patotski –se rompió el tendón de Aquiles– y ganar tiempo a la espera de su regreso o de un recambio a largo plazo.
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Luis Javier González
Buscar un portero en agosto es una odisea en un deporte que anticipa la composición de las plantillas al extremo, hasta el punto de que el Nava tenía prácticamente cerrada la suya en navidades. Con Luis de Vega, el meta que firmó el curso pasado, su primero con el club, una temporada de menos a más, decidiendo partidos y formando una dupla de garantías con Patotski, el portero que arrebató la titularidad a Yeray en su última temporada como navero, la 2020-21. Un club al que llegó en 2014, disparándolo a la zona alta en su estreno en División de Honor Plata antes de marcharse al Ademar León en marzo de 2015 para terminar regresando dos años después.
Una carrera que empezó en 2001 y que le ha llevado por nueve clubes distintos. Además del Nava, ha jugado en el Abanca Ademar León, con el que ganó la Recopa de Europa, Bidasoa Irún, Academia Octavio, Antequera, el desaparecido BM Valladolid, el refundado Atlético Valladolid, el BM Cangas y el Chartres, de la segunda división francesa. Se despidió en Pucela tras un balonazo ante el Granollers que le dejó sin jugar los tres últimos partidos de la primera vuelta. Así pareció acabar un periplo de 309 partidos en la máxima categoría del balonmano español con 903 paradas en su haber y cinco goles.
Un periplo ilustre y un espacio destacado para el Nava, el pueblo que le devolvió la ilusión por el balonmano cuando más lo necesitaba. Tras tantos partidos en Asobal, cuando anunció su retirada eligió un partido de División de Honor Plata como momento fundacional: la final por el ascenso a la máxima categoría que perdieron los segovianos en el Pedro Delgado ante el Sinfín y cómo aquel recuerdo desembocó en el ascenso diez meses después como campeones ligueros: «Me hizo ver que los malos momentos se superan y que no hay que rendirse, hay que seguir adelante ya que a veces un pequeño paso atrás significa dos hacia adelante». Precisamente será en la pista de la capital donde podría reaparecer con la camiseta navera en el encuentro amistoso que disputará su equipo esta tarde (20:00 horas) ante el Torrelavega.
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Todos esos recuerdos explican su regreso. También la flexibilidad del presidente, Julián Mateo, y del entrenador, Álvaro Senovilla, para darle tiempo a que se ponga a punto. Tiene cuatro semanas antes del inicio de la Asobal, el 14 de septiembre. Y él subraya que el esfuerzo no es igual con 28 años que con los 41 de su DNI. Así que no hay delirios de grandeza. «Esto solo hay que verlo desde el prisma de que es una situación extrema en la que yo voy a intentar echar una mano».
El club también gana a un líder en el vestuario, un animal competitivo que no permite bajar la concentración en un solo entrenamiento. Lo sabe bien Senovilla, que le disfrutó en aquel estreno en Plata hasta que se le llevó el Ademar. Porque la baja de Patotski también resta a un capitán, con un estilo distinto, pero unos galones ganados con el mismo esfuerzo. El respeto que infunde este vasco de Eibar va más allá de sus 188 centímetros. Aunque hayan pasadado los años.
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El Nava buscará hoy en el Pedro Delgado a partir de las 20:00 horas ante el Torrelavega cambiar el sabor de su pretemporada, con una lesión grave, tres derrotas y una victoria por la mínima ante un equipo de Primera Nacional. Lo hará en una pista llena de sinsabores, con dos ascensos perdidos: uno a Plata con un gol casi sobre la bocina y otro a Asobal. El club aceptó la propuesta del Ayuntamiento de Segovia, titular de la instalación, como parte de su plan estratégico de extender el balonmano en la provincia, pues la capital, la principal de sus escuelas, debe ser su principal granero.Los planes de su técnico, Álvaro Senovilla saltaron por los aires nada más empezar, con la lesión de Patotski en la primera parte del debut ante el Sporting de Lisboa. Hasta ese momento, el equipo aguantó el ritmo de un rival de Champions, pero acabó perdiendo 27-43. Horas después, con la plantilla masticando la ausencia de su capitán, el bastión de su portería en las últimas cuatro temporadas, perdió 36-33 en El Plantío ante el Burgos, uno de los referentes de División de Honor Plata, tras un mal tercio final de encuentro en el que dejó escapar una ventaja de cuatro goles (21-25) en una sucesión de imprecisiones en ataque agravadas por el cansancio. El periplo continuó el pasado sábado con un triangular en Aranda de Duero en el que cayeron ante el anfitrión, recién ascendido a Asobal, en un apagón ofensivo (18-11 en un partido de 40 minutos), para vencer al Soria, descendido a Primera Nacional, por 26-25. El Torrelavega, finalista de la última edición de la Copa del Rey tras apear al Nava en octavos de final, llega con una preparación más adelantada de cara a su estreno en competición europea.
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