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Juan Pablo sabe muy bien lo que es trabajar a brazo partido con el aliento de la muerte en el cogote, a todas horas, todos los días. Operario de la funeraria, no son pocas las veces que ha tenido que ejercer de enterrador porque el sepulturero del pueblo al que los servicios fúnebres llegaban con un cadáver no quería, o no se atrevía, a darle tierra. «Por miedo a lo desconocido, al tratarse de casos de covid, se negaban, así que teníamos que organizarnos nosotros para hacer el servicio completo. Hemos tenido que trabajar muy en equipo para que todo saliera lo mejor posible», señala.
Especial
Él nunca podrá olvidarse de aquellos entierros lúgubres, con apenas acompañamiento: «Si un entierro es triste de por sí, aquellos lo eran más todavía. Ver que había hijos que no podían acompañar a su padre o a su madre, porque solo se permitía la presencia de tres personas y eran más en la familia, es muy triste, muy doloroso. Volvías a casa pensando en esos familiares, en esas personas que habían dejado a su seres queridos en la puerta de Urgencias y no los habían vuelto a ver. Al final, tienes que desconectar porque si te llevas el trabajo a casa..., malo».
Mientras prepara uno de los féretros en el sótano del tanatorio junto con otros compañeros, Juan Pablo recuerda la intensidad del trabajo durante la primera ola: «Nos llamaban, que había un fallecido, cogíamos el furgón y acudíamos lo más rápido que podíamos, tanto al Hospital como a las residencias o los propios domicilios. El 29 de marzo fue el peor día, estábamos desbordados. Al tanatorio no dejaban de llegar camiones con féretros para reponer el 'stock', que se agotaba. Entre los colegas nos ayudamos mucho. Si había que enterrar en los pueblos, teníamos que adelantarnos a los compañeros y preparar la sepultura previamente. ¿Miedo? Miedo no, respeto. Íbamos y vamos muy preparados, con todas las medidas de seguridad exigidas. Viendo lo que está ocurriendo a tu alrededor, te sientes afortunado de que no te haya pasado nada, ni a ti ni a los tuyos, pero esto ha sido una catástrofe para Segovia».
Esta provincia tiene el triste registro de ser el territorio con más mortalidad del país en el cómputo global de la pandemia. «Yo creo que, todavía hoy, no somos conscientes de lo que hemos pasado. Cuando se enfríen las cosas, cuando vuelva la normalidad, que tardará, nos daremos cuenta de lo que ha ocurrido, miraremos hacia atrás y diremos: 'Esto es lo que hemos vivido, y hemos salido adelante'», afirma Juan.
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