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«Reaccionamos con rapidez. En una de las últimas reuniones antes del comienzo oficial de la pandemia, Óscar, nuestro director, decidió cerrar los velatorios que tenemos en toda la provincia. Fue una decisión delicada, difícil para los familiares de los fallecidos, que no podrían despedirse de sus seres queridos, pero también para la propia empresa, pues conllevaba una pérdida de facturación considerable. Era duro y atrevido, pero se hizo lo que se tenía que hacer para evitar, en la medida de lo posible, los contagios», dice Diego Rodríguez, encargado de la funeraria Santa Teresa.
Especial
Lo sentimientos de aquellos días tan oscuros afloran a la par que los recuerdos: «En un día podíamos enterrar en Santiuste de San Juan Bautista, en Carbonero el Mayor, en Aguilafuente, en Cuéllar, en Segovia... En el cementerio de la capital tuvimos días de hasta doce entierros, uno cada media hora, a las diez, a las diez y media, a las once, a las once y media, a las doce..., y en nuestros crematorios incinerábamos cada tres horas y media durante toda la jornada. Los chicos se relevaban y así íbamos funcionando. Se hizo un esfuerzo del que podemos estar orgullosos».
No era plato de gusto levantarse por la mañana y afrontar el nuevo día: «Eran jornadas de sol a sol. Yo venía a las seis de la mañana desde Cuéllar, donde vivo, y en el coche lloraba de impotencia mientras me preguntaba qué estaba pasando, cómo podíamos controlar aquello que nos iba a dejar sin provincia, sin abuelos, porque todos los días morían mayores, muchos, y la cifra iba en aumento. No sabíamos dónde estaría el tope de fallecidos».
La transformación de los usos funerarios es evidente en el día a día del tanatorio. La manera de trabajar ha cambiado radicalmente. Ya nada es igual que antes: «La vida ha cambiado para todos, para los usuarios y para los trabajadores, que tienen que desempeñar su tarea convenientemente protegidos. Ya hay muchas cosas instauradas en la filosofía de la empresa: la desinfección de las salas, de los despachos, el funcionamiento telemático, la escrupulosa protección en residencias y hospitales, el uso de mascarillas, de equipos de protección especial... Somos un foco de riesgo y no debemos relajarnos. Por nuestros velatorios pasan muchas personas».
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