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Ninguna asociación tiene suficientes voluntarios. «Son el motor del asociacionismo», resume Paloma Velasco, miembro de la Plataforma de Voluntariado de Segovia, que coordina a 28 organizaciones a través de actividades como la Feria del Voluntariado, en la que una decena de colectivos ha mostrado a lo largo de la jornada de este lunes su labor a los estudiantes del campus María Zambrano de la Universidad de Valladoid (UVA). «Segovia es muy solidaria, pero cada vez hay más necesidad y la Administración no llega donde tiene que llegar. ¿Estamos contentos con el voluntariado? Sí, pero necesitaríamos más para llegar a más».
El puesto de Cruz Roja es el más llamativo por los maniquíes con los que sus formadores enseñan primeros auxilios. Rafa Ferreira empezó hace año y medio como voluntario porque juntaba los dos ingredientes: «Ganas y disponibilidad». Ayuda a buscar empleo a perfiles vulnerables como refugiados o víctimas de violencia de género. «Estás haciendo una tarea de cara a los demás ahora que la sociedad es tan individualista». Por eso la primera recomendación que da es probarlo. «Que curiosee, aquí estamos representados un montón de asociaciones. El espíritu solidario es inherente al ser humano, lo que hace falta es canalizarlo a través de asociaciones».
La Asociación Española Contra el Cáncer expuso su voluntariado por la ciencia, un programa que desarrolla talleres y divulga sus estudios científicos. Así que busca adeptos en la rama biosanitaria en un campus que ha sumado Enfermería este curso. Algunos estudiantes han participado con el colectivo como guías de su programa de rutas saludables y forman parte de una de las redes de voluntarios –unos 300– más extendida por el territorio, con representantes en 85 municipios. Una labor creada a fuego lento en cada pueblo con vecinos que con trayectoria previa. «Gente sensibilizada», resume su coordinadora de Voluntariado, Sonia Colorado. «Antes las actividades estaban muy centradas en la recaudación de fondos y ahora estamos diversificando a otros programas, desde la prevención al apoyo y acompañamiento».
La consecuencia es que el voluntario se ha especializado y es un elemento presente en casi cualquier rama de la asociación. Como la de antitabaco, en la que los jóvenes colaboran a través de las redes sociales. «Necesitamos que sea más profesional. No es lo mismo pedir con una hucha que estar con un paciente en un hospital». La filosofía es adaptar la función al voluntario. «Necesitamos que los de toda la vida no se cansen de dar información. Nuestros recursos son gratuitos, pero a veces no llegamos. Esa red de embajadores es clave para que nadie se quede sin el recurso».
FibroSegovia –la asociación segoviana de fibromialgia– aprovecha la feria para difundir la asociación y su enfermedad. «Es nuestro vigésimo aniversario y nadie lo sabe», subrayan sus socias-voluntarias, como su presidenta, Mila Martín. Un colectivo que ha aprovechado la tecnología para crecer y ya roza el centenar de miembros.
Hablan de la falta de investigación, principalmente en el diagnóstico. «El cáncer es una enfermedad muy conocida, todo el mundo tiene esa sensibilización; nosotros estamos un poco en el limbo sanitario y en el de la propia sociedad, que no sabe lo que es». Se fueron contentas con su labor: «¡Somos las más visitadas!», celebraban entre susurros.
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Los voluntarios más jóvenes estaban en el Grupo Scout Siete Picos, una organización con unos 75 inscritos entre los 9 y 20 años que realizan actividades los fines de semana y participan en grandes campamentos de verano.
«La finalidad es formar personas críticas y ciudadanos lo más autosuficientes posibles», resume Jaime Gaspar, uno de los quince monitores, apoyados por los padres de los participantes como monitores de generaciones anteriores. Algo esencial porque el compromiso joven para el voluntario está «jodidísimo». Unos recelos que su compañero Pepe Herrero explica en parte por los requisitos burocráticos. Hablan de la «carga legal» adherida a la responsabilidad de cuidar menores y de las horas que hay detrás. «La gente no está dispuesta a sacrificar tanto tiempo de su vida, las prioridades han cambiado».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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