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Para formar familias es necesario vivir en familia. Es el argumento de la Asociación de Familias de Acogida de Segovia, empeñada en dar oportunidades a los niños que tuvieron que dejar atrás a sus padres biológicos, en convencer a sus amigos de que merece la ... pena sacarles de la residencia. Pero el colectivo pide al sistema que sume y no dé motivos a los que dudan. Por eso lamenta la dilación en la resolución de los expedientes y solicita a la Junta de Castilla y León más celeridad para dotar de cimientos a una situación a veces precaria: niños y familias temiendo la llamada que cambie sus vidas. «Hay que tomar decisiones que a veces son arriesgadas, pero necesarias», subraya su presidenta, Nuria Tapias.
No son pocas las familias segovianas que mantienen acogimientos temporales que han pasado del límite de dos años para la que está pensada esta figura. En algunos casos llegan a los cuatro. Otras sí han conseguido estabilizar esa situación y pasar a un acogimiento permanente, que da al niño una mayor seguridad para echar raíces en su nuevo entorno. Tapias pide premura a la Gerencia de Servicios Sociales, encargada de tutelar cada caso.
Esta extensión cambia las reglas con las que las familias entraron al sistema. Hay quien estaba dispuesto a un periodo corto y acaba involucrado emocionalmente. La responsable segoviana habla de la «encrucijada de decidir en unos días si te quedas con ese niño» para acogedores mayores, incluso jubilados. «No hay un verdadero compromiso con los niños», incide.
Nuria Tapias
Presidenta de la Asociación de Familias de Acogida de Segovia
El requisito se agudiza cuanto más joven es el acogido. Las residencias son una solución de emergencia, pero el sistema estipula que los menores de seis años deben estar en familias y que sus expedientes deben resolverse de forma prioritaria con una dilación de entre uno y tres meses. Una vez encontrado un hogar, la Junta y la familia firman un acuerdo temporal antes de la decisión definitiva: adopción o acogimiento permanente. En esta última figura, el niño no pierde relación con su familia biológica y mantiene sus apellidos. La acogedora tiene la guarda y la tutela corresponde a la Junta de Castilla y León.
Por su parte, la adopción cambia la filiación y la tutela recae en la nueva familia. «Hay que ser muy rápido a la hora de saber si la familia biológica va a poder hacerse responsable de ese niño; pero no puedes esperar tanto tiempo porque vas a romper otro vínculo muy fuerte, el de ese niño con la familia temporal», advierte Tapias.
El sistema protege el derecho de la familia biológica –no solo los padres, sino otros miembros– y por eso la acogida es un fenómeno más extendido que la adopción. Una filosofía que, paradójicamente, puede generar más inconvenientes. «Favorece a la familia biológica, pero a veces perjudica el estado anímico del niño, en lugar de buscar una situación más estable que le ayude a crecer y desarrollarse», reflexiona la presidenta de las familias de acogida de Segovia.
Esta asociación defiende el concepto de la acogida permanente porque no rompe ese vínculo biológico y acaba con el miedo que siempre sobrevuela al niño: «Cualquier día me quitan de aquí». Que le cambien de familia temporal. Esa incertidumbre de, por ejemplo, terminar el curso en un colegio sin saber si empezará allí el siguiente.
Nuria Tapias
Presidenta de la Asociación de Familias de Acogida de Segovia
Entre las causas, Tapias habla de la interinidad de los supervisores. «Hay un baile de técnicos muy grande porque no son plazas fijas. Desde que el niño entra en la tutela de la Gerencia, no es el mismo técnico el que está ahí hasta que se decide algo definitivo», revela Nuria Tapias. Esta situación que se agudizó durante la pandemia de la covid-19. «No trabajó nadie», lamenta, antes de hablar del «baile horroroso» posterior entre oposiciones y plazas abandonadas. Su último acogimiento –dos adolescentes– ha sido tratado por seis técnicos distintos desde 2022. «Si hay que decidir algo y el técnico se va a marchar, no decide nada», se queja la portavoz provincial.
En la práctica, una acogida permanente rara vez desemboca en un retorno a la familia biológica. Se mantiene el contacto, pero la decisión se toma porque los servicios sociales entienden que no va a poder hacerse cargo del menor. Su voz cuenta, no tanto para volver con los suyos, sino para romper un acogimiento temporal, algo que habitualmente les lleva a residencias, principalmente ocupadas por adolescentes con actitudes más complejas. «Necesitan una atención más especializada que las familias no tenemos. Y no porque no queramos».
Tapias defiende una figura aplicada en País Vasco en la que si uno de los miembros es educador social es remunerado como tal, lo que facilita una dedicación exclusiva. «Como si fuese tu trabajo», resume.
Entre los principales factores que llevan a la familia biológica a no ser capaz de cuidar a su hijo no está la situación económica. Sí las adicciones, detectadas a través de los análisis pediátricos, un aspecto clave para el cribado. «El pediatra puede ver si hay malos tratos, higiene o mala alimentación, lo vigilan bastante bien», apunta Tapias. El otro detector principal es el colegio. Antes de sacar al niño de su hogar se gastan todas las balas de apoyo domiciliario.
Aunque el número de familias se mantiene estable, Nuria Tapias alerta de que las carencias en el funcionamiento del sistema suponen un desincentivo. «A veces se cansan», admite. La asociación cuenta con una docena de familias fijas que se ayudan mutuamente. «Pero no hay relevo, es verdad que se necesitan familias comprometidas con la infancia. Intentamos hacer promoción entre la gente que conocemos, pero a veces nuestra propia experiencia asusta», matiza con una risa que evoca a un sinfín de momentos en casi 25 años.
Nuria Tapias
Presidenta de la Asociación de Familias de Acogida de Segovia
El retraso a la hora de la paternidad biológica también se traslada a la acogida. La mayoría de las familias segovianas están entre los 40 y los 50 años. Así que piden familias jóvenes, sobre todo de cara a los acogimientos temporales. «Necesitan más atención», aclara la presidenta.
Aunque la Junta cubre la manutención del menor, las familias piden más agilidad. «La Administración paga como paga. No lo consideran nómina que una familia necesite el dinero a primeros de mes». Otro aspecto de esa experiencia que asusta es la acumulación de despedidas, aunque no es definitiva porque el regreso con la familia biológica no corta los vínculos.
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«La mayoría sigue teniendo contacto, es un recurso que tienen las familias biológicas cuando necesitan que alguien te lo cuide», apunta Tapias. Porque el lazo se extiende a todo el entorno. «Son niños que crecen con dos familias y lo tienen muy claro, tienen dos papás y dos mamás, muchos abuelos y muchos tíos. Es una gran riqueza porque recogen muchísimas vivencias».
El balance es que hay más niños en residencia que familias disponibles, aunque no todos tienen el perfil para ser acogidos. Los procesos se complican ante unidades indivisibles como un grupo de hermanos. «Cuando sean adultos, ¿qué familias van a querer formar?», se pregunta Tapias.
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