Violencia de género en Segovia
«A ver quién tiene cojones de acercarse a ti, toda arreglada, qué engañado me tienes»Igualdad ·
El estudio recopila testimonios sobrecogedores de mujeres víctimas de todo tipo de violencias de géneroViolencia de género en Segovia
«A ver quién tiene cojones de acercarse a ti, toda arreglada, qué engañado me tienes»Igualdad ·
El estudio recopila testimonios sobrecogedores de mujeres víctimas de todo tipo de violencias de género«Estaba obsesionado con el sexo. Era agotador, si no follaba yo no podía podía dormir, me meneaba, me movía. Si estaba enfadado, no te follaba, te rompía el culo, lo que hiciera falta; y yo callada porque estaban los niños».
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Es uno de los ... muchos testimonios de violencia sexual, descarnados, que Amalia Gozálvez ha recogido de boca de las víctimas de violencia de género que habitan en el medio rural de Segovia. Las mujeres entrevistadas han ido documentando (por supuesto, de forma anónima) todas las violencias machistas que han sufrido y siguen sufriendo. Aunque duro, el trabajo arroja luz sobre un problema que muchas mujeres sufren en el más absoluto de los silencios.
Resulta llamativo cómo las víctimas entrevistadas recuerdan con nitidez el insulto proferido, casi siempre como forma de discriminación y estigma que se imputa a las mujeres «más despreciables», subraya la autora: «Tengo a mi niño y a las tres semanas de nacer decidí que iba de paseo. Allí empezó: 'A ver quién tiene cojones de acercarse a ti, ya estás toda arreglada, qué engañado me tienes, qué puta que eres'».
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Las mujeres describen a sus parejas como controladoras: las vigilan, las persiguen, hasta huelen sus ropas. «Mi vida era del trabajo a casa y de casa al trabajo. A veces me hacía creer que no se había ido a trabajar y que estaba vigilándome por el pueblo. Pero a partir de aquel momento tomé la decisión de salir más al parque con mis hijos. Nos vigilaba, nos controlaba. Solo quería que saliese con las mujeres mayores y cerca de su control».
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Los hijos menores son igualmente víctimas de estos maltratadores. Y en ocasiones, de la agresión sexual: «Mi niño coge edad y verbaliza que no quiere ir a dormir con el padre. Empiezo a ver que mi niño no está bien, lo intuyo. Pedí ayuda al CEAAS, hablamos con un chico, se entrevistó con mi hijo, pero solo decía que no, que a dormir no. Empezó a perder el control de los esfínteres. En Navidades ya me había insinuado que le había tocado y el 13 de enero me dijo que le había tocado y que no volvía más. Paré en la Guardia Civil y puse denuncia».
Las mujeres que no denunciaron cuentan sus motivos: la vergüenza que sintieron es uno. Tampoco querían hacer daño a su agresor: «Me contaron cómo sería el procedimiento, que lo irían a buscar y dormiría en el cuartel. Yo no quería hacerle daño, no quería que se enfadase todavía más. Al final no puse ninguna denuncia». Y otra admite: «Fui a la policía pero no puse denuncia. A mí me daba vergüenza denunciar. Él es un tirano».
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