No existe un perfil de víctima de maltrato en las zonas rurales de Segovia. Sin embargo, sí se aprecian factores específicos más pronunciados que agravan la situación de las mujeres, porque las hacen más vulnerables a la violencia machista.
Según Gozálvez, la pervivencia de desigualdades de género y roles sexistas apuntala en el medio rural segoviano una sociedad «machista e insolidaria» que complica sobremanera la vida de las víctimas. Los datos que arroja la encuesta hablan por sí solos: el 70% de las mujeres que sufren violencia machista no interpuso denuncia alguna por vergüenza, pues no quería que nadie lo supiera; el 15% no lo hizo por miedo al agresor, por temor a posibles represalias, y el 10% pensaba que todo lo ocurrido había pasado por su propia culpa.
El miedo a denunciar es especialmente significativo. Preguntadas por la frecuencia que han tenido o tienen miedo de su pareja actual o su expareja, el 4% ha contestado que continuamente, otro 4% que muchas veces y un 7,41% que a veces. Más de la mitad, el 55%, asegura no haber puesto en conocimiento de la Policía Local o la Guardia Civil los hechos, por un 45% que sí. De las mujeres que denunciaron, el 20% admite que retiró la denuncia porque se trataba del padre de sus hijos, otros 20% por miedo y un 15% por amenazas.
Estudio violencia de género
Amalia Gonzálvez | Autora estudio sobre violencia de género
Por otra parte, no todos los casos que acaban en denuncia tienen una respuesta satisfactoria por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. El 18,2% asegura que, cuando narró lo ocurrido, no le creyeron, le hicieron sentir culpable de lo ocurrido, no le informaron acerca de los servicios de apoyo y ayuda a los que podía acudir y no encontraron o no detuvieron al agresor. A un 27,3% le intentaron convencer para que no presentara cargos.
Aunque muchas mujeres que la sufren no lo sepan, la violencia de género no se limita a la agresión física o el asesinato de una mujer a manos de su pareja o expareja. En este sentido, la autora del estudio ha recibido múltiples respuestas por parte de las mujeres consultadas. Esta es un ejemplo: «Hay hombres y mujeres que maltratan; a lo mejor hay más mujeres y los hombres se callan para que no les llamen calzonazos». Preguntadas por las formas de violencia de género, la mayoría de las encuestadas, el 94,2% tiene claro que debe mediar una violencia física, aunque hay un 90% que también reconoce la psicológica como violencia de género y, en menor porcentaje, otras formas de violencia machista, como la sexual, la vicaria, la económica, la social, la patrimonial y la administrativa.
En relación con los daños psicológicos que la violencia de género causa, de las mujeres entrevistadas que han sufrido violencia de género, el 71,42% ha señalado la desesperación y la sensación de impotencia; el 85,71%, la pérdida de autoestima; el 64,28%, la depresión; el 78,57%, los problemas de sueño o alimentación; el 92,86%, la ansiedad, las fobias y los ataques de pánico; el 35,71%, el dolor recurrente en algunas partes del cuerpo; el 21,43%, las autolesiones o pensamientos de suicidio, y el 28,57%, los problemas de concentración y falta de memoria. Para hacerle frente, el 35,71% admite haberse medicado y el 7,14%, haber recurrido al alcohol.
Conclusiones
Amalia Gozálvez señala, entre otras conclusiones, que en el medio rural segoviano perviven las desigualdades de género y los roles sexistas (el 12% de las mujeres entrevistadas declara que sus parejas le impiden tomar decisiones económicas de forma independiente); que el anonimato de la víctima es difícil de mantener; que existe un miedo exacerbado por parte de las mujeres a su reconocimiento como víctimas de violencia, y que las mujeres están en mayor grado aisladas, son más dependientes económicamente de sus agresores y tienen más normalizado el maltrato, especialmente las de más edad.
«Cuantos menos habitantes tiene la población y menos servicios hay a su disposición, más difícil es desvincularse del agresor. Las mujeres no tienen una red de apoyos suficiente y perciben la violencia de género como algo privado, normalizado y digno de ser silenciado», afirma la autora en el estudio.
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En muchas ocasiones, la sociedad rural no manifiesta empatía con la víctima y la culpabiliza de lo sucedido. «Son muchas mujeres las que, por este motivo, tienen que abandonar sus lugares de residencia», apunta Gozálvez. En este sentido, el 40% de las mujeres que no interpusieron denuncia contra su agresor justifica su decisión por el miedo a no ser creídas. También ocurre que las mujeres asumen roles de cuidados familiares en exclusiva, circunstancia que les dificulta el acceso al mercado laboral. El 23,7% de las encuestadas se dedica exclusivamente al trabajo en el hogar. Ser migrantes o tener algún tipo de discapacidad agrava su situación.
Por último, la autora extrapola todas las circunstancias específicas de las mujeres rurales que sufren violencia machista a sus hijos e hijas. «Las secuelas son las mismas», apunta. La visión tradicional de la familia hace que muchas víctimas prefieran mantener el modelo antes que salvaguardar a sus hijos de la exposición a la violencia de género. «Por mis hijos estoy aquí», dicen.
'Violencia de género en la zona rural de Segovia' es el tercer estudio en Igualdad que promueve, mediante beca, la Unidad de Igualdad, Género y Diversidad de la Diputación de Segovia. Lo presentaron el presidente de la institución, Miguel Ángel de Vicente, y la consejera de Familia e Igualdad de Oportunidades de la Junta de Castilla y León, Isabel Blanco. Después, la diputada de servicio de Asuntos Sociales y responsable de la Unidad de Igualdad, Azucena Suárez, presidió un coloquio con la autora, Amalia Gozálvez, la directora del Centro de Estudios de Género de la Uned y tutora del trabajo, Teresa San Segundo, y la técnico de Igualdad, Virginia Gómez Minguela.
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