![«Me veo capaz de traer a Gedeón a Nava, sabe que es un buen sitio para acabar su carrera»](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2023/12/02/Imagen%20(89580463)-kCwF-U210895368897EGH-1200x840@El%20Norte.jpg)
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El 1 de octubre de 1984 nacieron dos gemelos en un hospital de Elda que no solo compartirían paritorio, sino vestuarios de balonmano por todo el mundo. Isaías Guardiola pasó en 2012 de tener cinco años firmados con el Atlético de Madrid a emigrar ... a la Bundesliga de la mano de Gedeón. Una década después, quiere volver a España, no encuentra sitio en Logroño y pregunta a su entrenador allí, Jota González. Le habla de Nava de la Asunción, un lugar que no existía en el mapa del balonmano español cuando hizo las maletas. Empieza a recabar información y suena el teléfono de Álvaro Senovilla, ahora su entrenador. Su equipo visita mañana (17:00 horas) al Benidorm, su tierra natal.
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Luis Javier González
–¿Por qué dijo sí el abril a un equipo que estaba en Plata?
–Estábamos muy contentos en Alemania, pero pasaban los días y no me salía ninguna oferta que nos gustase. Llevaba 11 años fuera de España y busqué por mi cuenta cómo volver. Mi primera opción era Logroño porque mi mujer es de allí y tengo mucha simpatía al club, pero no se lo esperaban. Jota me habla de Nava, pero no tenía ni idea. Justo mi hermano estaba en la selección, así que le dije: «Pregúntale a Agus Casado qué tal lo de Nava». Todo el mundo me habla muy bien. Así que le dije a Álvaro que quería estar en un sitio ambicioso en el que las cosas se hagan bien.
–¿Si no hubiese ascendido, habría jugado en Plata?
–Sí. Ahora el balonmano económicamente no está muy bien, pero hay que tener en cuenta cómo se trabaja. Eso te puede compensar más ir a un sitio donde cobres más, pero no te guste el día a día. Me guío más por eso que por la categoría o el dinero.
–¿Le dolió emigrar?
–En ese momento, sí. Tenía mi futuro planeado para cinco años y nunca me había planteado salir de España. Ni estudiaba idiomas ni seguía la Bundesliga. Cuando tuvimos que cerrar el contrato, la primera opción fue volverme a Logroño, pero ahí ya se notaba la crisis en los clubes y nos vino una buena oferta económica. Mi hermano decidió irse; a lo mejor solo, no me hubiese arriesgado. Pero a los tres meses dije: «Ojalá hubiese venido antes». Me acoplé muy bien.
–¿Habría alcanzado ese nivel sin su gemelo?
–No lo sé, pero me ha ayudado tenerle cerca. Ese rifirrafe entre nosotros, a ver quién puede más… Evolucionar junto a tu hermano en un país nuevo es más fácil. En los momentos malos, es fundamental. Él estaba en Portland, yo en Ciudad Real, clubes con un estatus europeo grande, llegar ahí era nuestro máximo. De golpe y porrazo irte a un sitio nuevo, con una manera de entrenar muy diferente…. Estar unidos nos ayudó bastante.
–¿Qué le saca de quicio de él?
–Yo soy mucho más metódico, serio, estricto en la táctica. Y él siempre ha sido más liberal. Muchas veces chocábamos: «¿Por qué haces esto? Si hay que hacerlo así…» Y él me decía: «Bueno, yo lo he hecho y me ha salido». Yo soy más conservador, más chapado a la antigua. Cuando hacemos los campus con los niños, yo enseño la táctica y él empieza con las roscas y las vaselinas.
–Él ha sido un fijo con la selección, pero usted debutó antes.
–Al lado de lo que ha conseguido él, se queda en nada (ríe). Me alegro, pero me da mucha envidia que él consiga todos estos títulos internacionales cuando hemos tenido la misma trayectoria, pero en diferentes puestos. Y sigo peleando para igualarle, aunque sea imposible. Él ha tenido títulos internacionales, pero gracias a que me he picado con él he tenido una carrera que no está nada mal. Coincidir con la selección hubiese sido el top, pero hace tres años conseguimos la Copa alemana con el Lemgo y nos emocionó mucho. Ganar un título juntos con 36 años fue una pasada, es el que más recordaremos.
–¿Se ve capaz de traerle a Nava?
–Yo me veo capaz, el problema es Julián y Álvaro (ríe). Nosotros estamos aquí muy bien, ya se lo he dicho. Le quedan dos años de contrato con Erlangen, pero tiene la intención de acabar jugando en España. Y este es un buen sitio para acabar su carrera.
–¿Cómo es vivir en un pueblo de 3.000 habitantes?
–Llevamos cuatro meses y saludamos a todo el mundo. El balonmano es el evento social y tienes esa responsabilidad con el resto de vecinos. Y es muy agradecida. Lo que nos está costando más es adaptarnos a los horarios por lo que teníamos en Alemania.
–¿Con el paso de los años uno da menos importancia a los minutos y más a qué hace con ellos?
–Tal cual. Con la edad te cuesta mucho más, con el cansancio eres menos eficaz. Yo valoro que sean minutos de calidad porque voy a estar más cómodo. Álvaro no va a mantenerme 50 o 60 minutos en pista porque sí.
–¿Vio posible ganar al Barça?
–Claro. Esto lo he aprendido en Alemania, no tiene sentido que el Barça sea superior sin haber calentado. Tenemos que respetar nuestro trabajo: entrenar todos los días para pelear el sábado. Si no hacemos lo mismo ante el Barça, no seríamos profesionales. El algún momento perderá porque son humanos. Y si llega con el Nava, mucho mejor. Mucha gente después del partido me decía que había tirado del equipo porque creía que podíamos ganar. Otra cosa es que sus recursos son infinitos, pero dimos la cara y es un punto de inflexión para la gente joven.
–¿De dónde saca la motivación para seguir jugando?
–El balonmano es una vida muy corta, pero nunca había pensado estar 22 años jugando. Ahora veo que se va acabando y no quiero. «Te tienes que cuidar». Quiero aguantar todo lo que pueda. Me gusta hacer jugar bien al balonmano, es lo que me motiva. Que los jóvenes tienen que aprender, es por lo que voy a entrenar. A veces le pido perdón a Álvaro porque me paso corrigiendo a los chicos, pero me gusta mucho ver resultados a los consejos que doy.
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