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«Ahora sí que sí. Nos da un poco de vértigo, pero ha llegado el momento». El 11 de junio será el último día de Artes Gráficas, el emblemático comercio de papelería y material de bellas artes que Alberto Folgado y su esposa, Adela Herranz, heredaron de sus mayores y han regentado durante más de cuatro decenios, primero en el histórico patio interior de la calle de Juan Bravo, a pocos metros de la Casa de los Picos, y desde 2012 en un local de la calle Herrería.
En el escaparate, Alberto y Adela han colocado un cartel en el que anuncian su inminente jubilación y agradecen a los clientes tantos años de fidelidad: «Queremos darles las gracias por habernos pemitido vivir de un trabajo que nos gusta. Eso es lo más importante. Y con eso nos quedamos», afirma Alberto.
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Entre la pena y la nostalgia, pero con la satisfacción del deber cumplido y la gratitud inmensa de los clientes en el corazón, Alberto y Adela aprovechan estos días para empaquetar cosas y liquidar material a precios muy atractivos. «Han preguntado al menos quince personas interesadas en un posible traspaso, pero no ha cuajado. Cerrar un negocio a pleno rendimiento es una de las cosas que más pena me produce, porque funciona bien y de él se puede vivir», apunta Adela.
'Artes Gráficas' RASA no es una tienda cualquiera. Símbolo del comercio tradicional, de proximidad, que la globalización destruye poco a poco, está muy prendido en la vida de varias generaciones de segovianos. La memoria sentimental de quienes ya tienen unos añitos vuela veloz al viejo patio de la calle Juan Bravo, a la vieja tienda que Juanita, la madre de Alberto, heredó de su padre, el impresor Juan Pascual. «Mi abuelo regentó, durante años, la imprenta La Minerva, que estaba en la calle de San Juan. El negoció cesó con la Guerra Civil y en 1939, terminada la contienda, reabrió en la Calle Real. Al patio de Juan Bravo se trasladó en 1940. Mi madre, Juanita, fue la que realmente puso en marcha el comercio tal y como lo hemos conocido nosotros, centrado en la papelería y la venta de juguetes. El que estaba al frente era mi padre, porque ella tenía cuatro hijos, pero el alma era Juanita, una mujer emprendedora y con don de gentes, si bien mi padre también tanía muy buena relación con el público», cuenta Alberto.
La parte de imprenta estuvo vigente hasta los años setenta. «Ya había muerto mi padre cuando introdujimos el material de bellas artes, hacia el año 80 o así. Y con eso hemos funcionado hasta ahora. En 2012, tras la muerte de mi madre y un poco obligados por la ley Boyer, dejamos el patio y nos instalamos en Herrería, donde nos ha ido verdaderamente bien. Aunque no son pocas las personas que echan de menos aquel rincón tan hermoso».
Y es verdad. La vieja tienda de Artes Gráficas tenía encanto. En el patio que daba acceso al local se respiraba una atmósfera especial que lo envolvía todo. Allí, el tiempo parecía detenido, y el olor de aquel establecimiento de estanterías abigarradas y repletas de cajas de juguetes y material de papelería hacía el resto. Un olor a madera noble, a papel, a lápiz, a viejo y a nuevo a la vez. Un olor que nadie olvida porque tiene incrustado en el hipotálamo. «No puedo decir a qué olía en el viejo Artes Gráficas porque no lo sé. Todo el mundo nos lo recuerda. ¿A qué olía en aquel sitio que en Navidad parecía como salido de un cuento?, nos preguntan. Pues, quizá, a tradición. Eso es. Era el olor de la tradición, del negocio familial, cercano, fiable, al que iban padres e hijos juntos a comprar cuadernos y lápices en septiembre y la figurita del belén que tocara en diciembre. La vida ha cambiado mucho», reflexiona Alberto con cierta melancolía.
Otra curiosidad histórica subyace bajo el nombre del negocio: RASA. Porque Artes Gráficas no se llama Artes Gráficas, sino RASA. «¿Sabes por qué?», pregunta Adela. «Porque está recomendado a san Antonio», responde ella misma mientras muestra una estampa del santo que igual tiene más de cien años. RASA: Recomendado a san Antonio. «Fue mi madre la que lo puso. Era muy católica y devota de san Antonio, Y llegó a patentar el nombre, ¿eh? Aunque todo el mundo nos conoce como Artes Gráficas, Artes Gráficas solo hace referencia a la antigua imprenta del abuelo».
Atrás queda una vida de trabajo y sacrificio, de atención al cliente y compromiso con el buen comercio. «Llevo aquí desde los ocho años, aunque empecé a ayudar a mis padres a los trece, que es cuando dejé el colegio, y tengo casi sesenta y siete. Son más de cincuenta años detrás del mostrador, mucho tiempo. Llega un momento que tienes que parar. El mundo va muy deprisa y nosotros vamos para abajo. Hay que disfrutar de la vida, de los nietos... Siempre he pensado que en la vida hay tiempo para todo: para ser niño, para trabajar y para disfrutar lo que se pueda cuando llegas a mayor. Eso es lo que nosotros vamos a intentar ahora».
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