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«Las últimas Nocheviejas están siendo brutales»El Canavans-Theatre ilustra dos fenómenos de la Nochevieja en Segovia. Que los jóvenes rompen en ocasiones especiales la tendencia de salir menos a los locales y organizar su ocio en viviendas. Y que le demanda de espacio en sitios que se ponen hasta ... arriba en horas punta lleva a anticiparse, por eso las primeras franjas de la noche, a partir de la una de la madrugada, están casi tan cotizadas como el resto. «Las últimas Nocheviejas están siendo brutales. Antes de pandemia, tardábamos un poco en arrancar, se empezaba a llenar a partir de las tres, pero es que ahora abrimos con cola», subraya uno de sus dueños, Diego de la Mata.
Frente a otros negocios, esta discoteca no vende entradas anticipadas: «En los últimos años, siempre que hemos abierto ya había cola, hemos tenido buena respuesta de la gente». Se adquieren en puerta, en parte para evitar la compra de menores. La entrada incluye cotillón más una consumición y cuesta 10 euros –el precio de cada copa posterior– para una noche especial, desde el código de vestimenta del personal, que «trabaja mejor» porque se consume menos, al decorado o la música. En un local que cubre perfiles desde los 20 a los 45 años, no arriesgan demasiado, ni en lo visual ni en lo sonoro. El «pachangueo» es el hilo dominante y añade temas que no se verían un sábado normal como rumbas, sevillanas o alguna mezcla de villancicos. «Se pone algo de música electrónica, pero ampliando el abanico para que pueda gustar un poco a todo el mundo. Sobre todo, es música muy comercial».
No hay una hora de cierre, pero la noche suele estirarse hasta las ocho, entre la efusividad de un día 31 y en que se sale más tarde. «Con siete horas creo que hay suficiente. Sale mejor irse a desayunar que estar en un sitio en el que lo único que puede haber ya casi son problemas». De la Mata habla de una ocasión peculiar. «Por lo general se bebe un poco menos porque las consumiciones son más caras y hay más colas porque todo el mundo se junta a la misma hora». El año pasado vendió unas 600 entradas, repartidas a lo largo de la noche, entre gente que va entrando y saliendo, para un local con un aforo de unas 280 personas.
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Pero cada vez son más los que quieren asegurarse el sitio. «Yo creo que la gente se apresura y va a las discotecas a primera hora; es el temor de que si no voy pronto, luego no entro. Es una noche que tampoco te quieres pasar en la calle». El local de De la Mata es testigo del cambio de hábitos entre las nuevas generaciones. «Salen más en ocasiones puntuales, pero su rutina es de salir menos. Van a una discoteca si viene fulano, pero igual no el día antes o después». A efectos de ganancias, no supone una variación importante respecto a una noche ordinaria; esas copas a diez euros cuestan ocho un día normal y sus 13 trabajadores cobran el doble. «Más o menos es lo mismo. Cobras más, pero hay más gastos».
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