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El Turegano acaba de encajar el cuarto gol en La Albuera, pero no cunde el desánimo entre su parroquia, que vive en la capital el gran día de su historia, con casi 3.000 espectadores. Los goles se reciben con mejor cara cuando llegan de ... un grande como el Celta de Vigo, el quinto Primera que visita Segovia tras Alavés, Mallorca, Sevilla y Athletic. «Orgullosos de nuestros jugadores», canta la afición que ha pasado en cinco años de Provincial a televisión nacional. Y el campo entero se levanta para despedir a Carlos Cotrina, el último cambio, como si representara a un pueblo entero.
Turégano
Álvaro, Javi, Guille Duque, Aguado, David Arranz, Morata, Marcos, Julio, Juan, Carlos Cotrina y Alcubilla.
0
-
4
Celta
Iván Villar, Mingueza, Carlos Domínguez, Núñez, Cervi, Miguel, Fran Beltrán, Sotelo, Bamba, Williot y Douvikas.
CAMBIOS TURÉGANO: Carlos por Aguado (min 46), Nacho por Javi (min 46), Juli por Juan (min 46), Luis del Barrio por David Arranz (min 58) y Pichu por Carlos Cotrina (mini 72).
CAMBIOS CELTA: Carles Pérez por Bamba (min 46), Kevin Vázquez por Mingueza (min 65), Tapia por Núñez (min 72), Javier Rodríguez por Carlos Domínguez (min 81).
GOLES: 0-1 Bamba (min 12), 0-2 Bamba min 33), 0-3 Carlos Pérez (min 61) y 0-4 Carlos Pérez (min 71).
ÁRBITRO: Mario Melero López amonestó con amarilla a David Arranz, Alcubilla, Juan y Morata por el Turégano
OTROS DATOS: Encuentro correspondiente a la primera ronda de la Copa del Rey disputado en el Estadio Municipal de La Albuera, con la presencia de más de 2.500 espectadores.
Los jugadores del Turégano, acostumbrados a calentar en campos de la Regional sin que se mueva una mosca, fueron recibidos como héroes, con su capitán, Luis del Barrio, liderando a las tropas. La vuelta de honor, porque el mero acontecimiento ya era una victoria. Por eso en la foto tradicional de los onces, salió la plantilla entera. Si la normativa lo hubiera permitido, hubiera posado el pueblo entero.
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Luis Javier González
El Celta ganó el sorteo y pidió cambio de campos para jugar con el viento a favor: concesiones, ninguna. Cuando el balón empezó a rodar, el público celebró eufórico el primer corte de los suyos. Ese iba a ser el tono, defenderse como gato panza arriba. Cada minuto de supervivencia era un trofeo, como negar a Núñez un balón suelto que cazó en el área tras un córner. Y asomarse a campo rival era una novela de caballería. Lo hicieron en un balón que peleó Alcubilla y que Carlos Cotrina recogió para caracolear y sacarse un centro raso que desembocó tímidamente en las manos de Iván Villar.
Todos sabían que aquel era el mejor escenario posible, aguantar la ficción del 0-0. Esa broma de mirar al marcador y decir: «¿Cuánto queda?» Pero la cosa duró 11 minutos y nueve segundos, lo que tardó Álvaro en echar de menos unos cuantos centímetros de más para tocar un córner tenso que superó su estirada y llegó manso al segundo palo a los pies de Bamba, que amortiguó el esférico y le batió con un tiro raso. Un golpe de realidad.
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Quique Yuste
Si aguantar a un Primera es suficiente papelón, perseguirlo es otra dimensión. El Turégano reaccionó con carácter y buscó una apertura por la derecha, sin suerte. Carlos Cotrina pedía ir a presionar, como ante cualquier rival terrenal, mientras Guille Duque, que cerraba la defensa, le recordaba el abismo a su espalda. Mientras él y Marcos, el hombre móvil de la zaga, hacían cortes salvadores, los atacantes esperaban el milagro. Porque una falta en la divisoria del centro del campo es una ocasión de gol para un equipo de Regional, casi para mandar al portero al remate. Aquello desembocó en un saque de banda y un balón peinado en área viguesa para que Alcubilla buscara un remate acrobático sirviéndose de la mano. Atajó sin problemas Villar y vio la amarilla Juan por bloquear su saque.
Pero la categoría pugilística, esas seis categorías entre ambos, no era la misma. Se esforzaba Alcubilla para batir en velocidad a Núñez, pero el central, bien colocado, no tuvo ni que esforzarse mientras el delantero se lamentaba en el suelo de su humanidad. La simple inercia y la acumulación de faltas brindó al Celta el segundo en un centro de Mingueza desde la izquierda que Bamba remachó a placer con la derecha en el segundo palo ante las tibias protestas de fuera de juego de los locales.
El Turégano se rebeló en esos suspiros de posesión, con Duque incorporándose al ataque, pero aquello era un monólogo sin réplica, como el listillo al que hay que dejar hablar en una tertulia de bar. Si el marcador ya era favorable para el Celta, la meteorología se sumó al tren: lluvia intenta y viento racheado. Los dos centenares de aficionados vigueses se sintieron como en casa cuando llegó el descanso.
La prueba de la exigencia física es que Paco Maroto realizó tres sustituciones en el descanso: Carlos, Nacho y Juli se sumaron al combate, felices de encajar unos cuantos golpes por el pueblo. Con la tarea resuelta, Rafa Benítez premió con descanso la eficacia de Bamba y aprovechó la ocasión para dar minutos a Carles Pérez, un rodaje perfecto para reaparecer tras una lesión.
El Turégano volvió con ilusiones renovadas y se acercó tímidamente al gol en una falta por el costado derecho bien servida por David Arranz al corazón del área. Saltaron con brío Morata y Cotrina para prolongarlo en busca de un rematador oportuno, pero Villar se anticipó y embolsó la pelota. Pese a los esfuerzos locales, la ventaja visitante creció por simple inercia en un balón que le llegó a Carles Pérez tras un despeje a medias de la defensa. Con una calma propia de su calidad, paró el tiempo, se la colocó y la puso en la escuadra ante la salida del portero.
Había pasado el minuto 60, el declive físico inevitable de un equipo modesto ante una especie superior en términos fisiológicos. El Turégano siguió soñando con el gol y la cabalgada de Cotrina obligó a Villar a lanzarse al suelo para ganarse el jornal. Minutos después, Guille Duque controló el esférico en área rival y la cosa acabó con Del Barrio lanzándose en el área chica y su afición pidiendo penalti como el niño que pide una bicicleta a los Reyes. Recibieron carbón: el cuarto, un acelerón de Carlos Pérez, un cuchillo por la derecha que superó la salida de Álvaro.
No hubo gol, pero Marcos se llevó dos hazañas para contar a sus nietos. Primero, un año a Williot ante de despejar el balón que el rival, con buen tono, le reconoció. Instantes después, salvó bajo palos el tiro de Douvikas. Una acción que resume una tarde: el pueblo que resistió con estacas ante un ejército con tanques. David no venció a Goliat, pero no rehuyó el combate.
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