Segovia
«No se trata de llegar, sino de disfrutar del viaje»Ana Isabel Sastre y su marido relatan su turismo motero y la excusa de completar un pasaporte con todas las rutas de la provincia: «Vivimos aquí y hay muchas zonas que no conocemos»
Cuando Ana Isabel Sastre y su marido, Miguel Ángel Sanz, se suben a la moto no importan el destino, sino el camino. «No tenemos ninguna ... prisa. Cuando el paisaje es bonito, merece la pena ir un poquito más despacio porque lo ves durante más tiempo. No se trata de llegar, sino de disfrutar del viaje, de los pueblos por los que pasas, de tomar luego la Coca-Cola». -Así es como convirtieron en una de las parejas segovianas en completar los ocho itinerarios de moteros que recomienda la Diputación de Segovia, que entrega una caja de Alimentos de Segovia a quien presente los itinerarios sellados. Una excusa para descubrir su entorno más cercano. «Nos pareció una idea muy buena para conocer muchas zonas de Segovia. Que, al final, vivimos aquí, pero no las conocemos. Como las tienes muy cerca, nunca te decides a ir».
La filosofía son rutas de proximidad para que no sean muy largas. «Si te vas a una ciudad más lejana ya tienes que emplear todo el día». Su favorita es El Pino de las Mentiras, una ruta rápida por el noroeste con el pino como protagonista y dos importantes castillos como el de Cuéllar y el de Coca. En parte, porque tienen un sitio de confianza para comer: los bocadillitos de La muralla de Coca. La única que hacen en dos días es la de El Buen Amor: 325 kilómetros por lugares con encanto tanto monumentales como paisajísticos del estilo de Sotosalbos, la cueva de los Enebralejos, Sepúlveda, Turégano, Ayllón o el mirador de San Frutos. La de El Monje, que cruza hasta Madrid por el Valle de Lozoya tiene demasiado tráfico para su gusto, pero también la hacen.
El plan empieza con la puesta a punto de la moto. «Luego nos sentamos, desplegamos el mapa y vemos dónde ir. ¿Cuál hemos visto últimamente menos? Venga, vamos por aquí y hasta donde lleguemos». Lo siguiente, los trajes: cazadora, pantalón y botas. La ruta puede variar, pero hay paradas que en muchas ocasiones la justifican: dónde parar a comer o almorzar. «Si quieres que te sellen el pasaporte, motero tienes que ver dónde hay una oficina de turismo y mirar en Internet qué horarios tiene. Muchas veces vas hasta ahí por darte la vuelta y cierra por las tardes». Algo que, lejos de ser una frustración, es un incentivo. «No pasa nada, la excusa para volver otro día».
Con todo, el itinerario previsto es una guía, no una obligación. «Hay muchas veces que no te apetece acabarla, ves unos cuantos pueblos y ya está. Por eso tardamos tanto tiempo en completar el pasaporte, no queríamos hacerlo a saco». En torno a un año, máxime, porque en invierno salen lo justo. Una de las máximas de Ana es asegurar buena meteorología: ante cualquier riesgo de lluvia, no sale. Otro aspecto es asegurar gasolineras para un vehículo con unos 300 kilómetros de autonomía. Por eso no tienen grandes penurias que relatar. «Hemos tenido buena suerte porque somos muy previsores».
Gracias a la moto volvió a Maderuelo, una zona que no visitaba desde su infancia. «A Ayllón habíamos ido más veces, pero como está tan lejos, vas poco. Y luego hay pueblecitos que no te das cuenta de que existen, como el Castillo de Castilnovo. Fue un descubrimiento, no había oído hablar de él nunca. Incluso los mismos sitios se experimentan de otra forma sobre dos ruedas. «Ir en coche es más cómodo, vas sentadito oyendo tu música, no te importa si llueve; con la moto tiene esa sensación de estar de verdad moviéndote». Con la excusa, pocos han visto más provincia que ellos. «Hay sitios que están como muy perdidos. Carreteras secundarias que dices, madre mía, cómo tienen el asfalto, están muy justitas». Y se convierten en protagonistas de la escena. «Pasas despacio por el pueblo y la gente se te queda mirando. O hasta te saludan, que es más llamativo todavía. Es súper agradable, sobre todo cuando estás entre pinares».
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