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Coronavirus en Segovia: «Trabajamos como brutas, estamos dando todo y más por los abuelillos y sus familias»

«Trabajamos como brutas, estamos dando todo y más por los abuelillos y sus familias»

Raquel de Francisco, auxiliar de enfermería en la Residencia Asistida de Segovia, dice que todos los días «saludamos con la mano a la covid»

Lunes, 20 de abril 2020, 12:06

Raquel de Francisco es auxiliar de enfermería en la Residencia Asistida de Segovia, el centro sociosanitario dependiente de la Junta de Castilla y León más castigado por el coronavirus. Lo dicen las estadísticas de la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades, que ayer informaba de un total de 52 fallecidos desde el inicio de la pesadilla de la pandemia. La trabajadora no lleva la contraria a los números, pero matiza que también se trata de una «macrorresidencia de trescientas plazas, no es una mixta» donde conviven inquilinos válidos. Está convencida de que hay otras entidades de carácter sociosanitario que «si miras el porcentaje de fallecidos están peor teniendo menos capacidad de residentes».

Las cifras describen pero no palpan las sensaciones que cada minuto se acumulan en el personal de la Asistida. Los números son incapaces de interpretar el sacrificio. y la tristeza, el orgullo y la pesadumbre. La auxiliar de enfermería vive en una cascada de emociones que por momentos desbordan. «Me incorporé el 18 de marzo, en pleno apogeo, venía de una baja y tenía el alta física y psicológica», relata. Había estado informada del drama, de cómo los ancianos se contagiaban y fallecían. Cuando pasó el umbral de la residencia, en ese primer segundo, «lo cogí con una gran ansiedad porque no era una vuelta normal». Por mucho que le habían contado, «no sabía lo que iba a encontrar».

A día de hoy, Raquel exclama bien alto y bien claro que «¡somos una campeonas!». La tristeza no se la quita nadie; pero el orgullo del deber cumplido con creces, tampoco. «Trabajamos como brutas, estamos dando todo y más por los abuelillos y sus familias, poniendo toda la carne el asador, desde la limpieza a ordenanzas o cocina, todos estamos en primera línea», ensalza. La trabajadora destaca un nombre, el de José Antonio García Cabañas, gerente de área de la Residencia Asistida, quien «está echando horas por un tubo para que no nos falte material» para hacer frente a l ataque de la pandemia.

Ahora, el suministro de equipos, mascarillas y gel desinfectante ha mejorado; pero al principio de la crisis «hemos trabajado sin chaleco antibalas, estirando el uso de las mascarillas quirúrgicas y llevando las mismas batas hasta que se rompían».

«No soy una heroína»

Y a pesar de esa indefensión inicial y de que los aplausos que les dedica la sociedad «me dan un tremendo subidón», Raquel asegura que «no me siento una heroína porque solo estoy haciendo mi trabajo». Y esa labor es «dar todo el cariño posible» a los residentes y a sus seres queridos. En plena pandemia, esta segoviana enarbola la bandera de «empatía frente al desasosiego». Por eso usa su móvil para hacer videollamadas o para mandar un vídeo a hijos que llevan un mes sin poder ver a sus padres.

«¡Pobre generación, que ni un mísero velatorio se le puede dar!», se lamenta. Se emociona cuando explica «lo felices que se ponen los ancianos y sus familiares cuando se ven y se oyen a través del teléfono». Es consciente de que este instante «les proporciona mucha tranquilidad ante la gran preocupación que tienen». Este desgaste «va a dejar mucha huella psicológica», intuye. «Te da mucha pena y emocionalmente es muy duro», repite mientras piensa en el dolor de quienes no se pueden despedir de los seres queridos. Esa pena explota cuando llega a casa y «rompes a llorar». «Llevo un mes sin dormir con marido y ante mis hijos (uno de 14 y otra de 19) intento normalizar la situación, pero en el fondo solo quiero achucharles». «Sientes impotencia», concluye, porque «el miedo no se quita».

Ayer le llamaron para hacerse la prueba, los test rápidos de punción, una semana después de apuntarse; pero se equivocaron. La lista de las trabajadoras en activo, como Raquel, la llevaba otra compañera. «Espero que nos la hagan pronto a todos porque saludamos todos los días a la covid con la mano», confía en voz alta.

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