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Cabeza de la manifestación, a la altura de la entonces avenida Fernández Ladreda, la tarde del 14 de julio de 1997. Antonio de Torre
La tarde que Segovia gritó ¡basta ya!

La tarde que Segovia gritó ¡basta ya!

Cerca de veinte mil personas salieron a la calle el 14 de julio de 1997 para expresar su repulsión por el asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA

Carlos Álvaro

Segovia

Sábado, 15 de julio 2023, 08:58

Marcó un antes y un después porque fue la primera vez que los españoles asistieron, en tiempo real, al asesinato de una víctima de ETA. El anuncio de la banda terrorista de que ejecutaría al concejal del PP de Ermua Miguel Ángel Blanco si el Gobierno de José María Aznar no atendía sus demandas mantuvo al país entero con el corazón en un puño hasta el cumplimiento de la amenaza. Semejante demostración de crueldad echó a la ciudadanía a las calles la tarde del 14 de julio, horas después de que Miguel Ángel Blanco, de 29 años, expirara en la residencia sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu, adonde llegó con un hilo de vida.

La manifestación de Segovia discurrió entre la avenida Fernández Ladreda (hoy Acueducto), a la altura de la iglesia de San Millán, y la Plaza Mayor. El dolor y la indignación flotaban en el ambiente. «Por la paz ¡basta ya!» era el lema de la pancarta que abarcaba toda la calzada de la avenida. El alcalde de Segovia, Ramón Escobar, marchaba en el centro. A su derecha iban, entre otros, el escritor Mario Benedetti; el presidente de la Diputación de Segovia, Atilano Soto; la portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Segovia, Ana Pastor, y el coordinador provincial de IU, Fernando Écija; y a su izquierda, el presidente del PP de Segovia, Pedro Antonio Hernández Escorial; la subdelegada del Gobierno en la provincia, Esther Vallejo; el delegado de la Junta de Castilla y León, Javier Santamaría; el presidente de la Federación Empresarial Segoviana, José María Antona, y algunos concejales.

Al paso de la marcha, que partió de San Millán en absoluto silencio, cientos de ciudadanos concentrados a lo largo del recorrido fueron sumándose a la interminable procesión. La policía calculó unos diez mil manifestantes, y este fue el dato que difundió la prensa, pero Julio Rodríguez Fuentetaja, a la sazón intendente jefe de la Policía Local, siempre ha creído que la cifra de participantes estuvo más cerca de los veinte mil que de los diez mil. «Cuando la cabecera de la manifestación llenaba la Plaza Mayor, aún había gente saliendo de Fernández Ladreda», recuerda.

Atilano Soto y Mario Benedetti, durante la manifestación. A. de Torre

Una vez en la plaza, el alcalde Escobar pronunció unas palabras para apelar al sentir solidario de los ciudadanos: «Hoy nos hemos reunido aquí cansados de tanta barbarie. Quizá si lo hubiéramos hecho antes, Miguel Ángel estaría entre nosotros», dijo. La emoción cobró protagonismo ante algunas muestras espontáneas de dolor. En mitad del silencio contenido, la voz de una joven resonó con fuerza: «¡Miguel, que seas el último!». Un aplauso atronador recorrió la muchedumbre. «Que nunca más tengamos que volver a reunirnos para manifestar nuestra repulsa hacia los actos de los violentos», añadió el alcalde.

La concentración se prolongó por espacio de cuarto de hora entre aplausos y manos alzadas en señal de paz y duelo. Por la mañana, todos los trabajadores de las administraciones públicas y de la mayoría de las empresas segovianas cesaron su actividad y dedicaron diez minutos de silencio al recuerdo del concejal asesinado. Escobar emitió un bando por el que decretaba tres días de luto. Banderas a media asta y crespones expresaron durante horas el dolor de la población.

Benedetti

La manifestación tuvo un participante de excepción, el escritor uruguayo Mario Benedetti (1920-2009), que aquel mismo día había formado parte del jurado del Premio Jaime Gil de Biedma, reunido en la Diputación de Segovia. Atilano Soto, presidente de la institución provincial, marchaba a su lado: «No lo recuerdo, curiosamente, porque a mis 87 años me va fallando la memoria nominal. Pero sí guardo la sensaciones y sentimientos que aquella inmundicia que fue el asesinato de una persona tan limpia, tan pura, como Miguel Ángel Blanco, suscitó en quienes allí estábamos», señala Soto, hoy apartado de la vida pública. «Aquella tarde, frente al edificio del Ayuntamiento de Segovia, llorábamos por dentro todo lo que no nos atrevíamos a hacerlo por fuera, por aquello de la vergüenza de las personas mayores. El asesinato de Miguel Ángel Blanco fue algo monstruoso que no podíamos asimilar y que seguimos sin poder asimilar después de todos los años que han pasado».

Al día siguiente, 15 de julio, el Partido Popular de Segovia celebró en la Catedral una misa a la que invitó a representantes de toda la sociedad y a la ciudadanía en general. Después hubo otra concentración en la Plaza Mayor. Fueron horas para la historia.

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