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La iglesia de Prádena se quedó pequeña. Había que derruirla y construir una nueva. Tanto fue la necesidad, que el obispo de Segovia por aquel entonces depositó su confianza en una persona para gestionar y vigilar las obras. El párroco Manuel Carretero fue la persona señalada. En 1793 colocó la primera piedra de lo que había sido su sueño durante los últimos años de vida. Hasta su muerte, no cesó de insistir en esta ilusión, una aspiración que recopiló en decenas de páginas de un manuscrito cuyo contenido al fin ve la luz en un compendio realizado por el segoviano Luis Antonio Pascual, presidente de la Asociación San Roque de Prádena.
«No era arquitecto ni nada parecido, dirigió las obras hasta el punto de dedicar su vida a este cometido, por eso merece ser recordado». Con estas afectuosas palabras, Pascual se refiere a Manuel Carretero, artífice de la construcción de la iglesia de Prádena a finales del siglo XVIII. Él mismo dejó en manos de sus ciudadanos un extenso manuscrito en el que describía paso a paso el entorpecido proceso de las obras, la dificultad para conseguir fondos y sus sentimientos ante los obstáculos. Este documento desapareció hace aproximadamente 50 años y todo parecía haber desaparecido, hasta que varios vecinos se dieron cuenta de que conservaban copias mecanografiadas.
Esta afortunada previsión ha permitido que los pradenenses hayan podido recuperar su historia. «Tengo conocimiento de estos escritos desde hace tiempo, pero no ha sido hasta ahora cuando los he recopilado, se habían quedado olvidados», lamenta el presidente de la asociación. Nacido en Madriguera, Pascual pronto se fue a vivir a Prádena. Era médico de profesión y, cuando consiguió algo de tiempo libre, se puso manos a la obra para contrastar la información existente. «Ha sido año y medio de trabajo, me quedaba por las noches con las copias y miraba en los diccionarios cuando tenía dudas», sostiene.
El libro titulado 'Historia de la construcción de la iglesia de San Martín de Prádena' fue publicado en plena pandemia, por lo que su presentación no pudo realizarse hasta 2022, aunque se pretendía que coincidiese con la colocación de la primera piedra. Aunque el acontecimiento tuvo lugar en 1793, la necesidad de ampliar el templo se puso de relieve seis años coincidiendo con la visita que realizó el obispo Juan Francisco Ximénez. En esta época, la localidad segoviana había experimentado un gran aumento de la población debido a la extensión de la ganadería lanar de la Mesta. En consecuencia, muchos fieles se quedaban a las puertas del edificio porque no había espacio suficiente en su interior.
«Había que hacer algo», cuenta Pascual. La tarea se encomendó al cura Carretero, nacido en Sacramenia, cuando ejercía en Carbonero el Mayor. «Era el único que podía hacer lo que hizo», defiende. En pleno concurso de traslados, el religioso fue destinado a Prádena, noticia que recibió con pesadumbre. «Estaba a la sazón vacante el curato de Escarabajosa; expuse encarecidamente al prelado que aún había lugar de dárselo», sostuvo el párroco. Pero no fue así. Es por ello que con una cantidad insuficiente en las arcas municipales tuvo que ponerse manos a la obra para «quitar una iglesia y literalmente poner otra», indica el copista del manuscrito.
Carretero tuvo que insistir en cuatro ocasiones a los organismos competentes para iniciar las actuaciones. Cuando lo consiguió, se sucedieron una serie de catastróficas desdichas. Era necesario expropiar siete viviendas y algunos dueños se negaban, el corral de su casa sufrió un incendio cuando guardaba los materiales para la construcción -fanegas de cal- y los cimientos requirieron una muda de zanja. Así lo traslada en una serie de páginas, donde también relata que buscó las piedras de numerosas canteras segovianas o que amonestaba a los obreros si no consideraba adecuado su comportamiento, «como si fuera un árbitro de fútbol», bromea Pascual.
«Cuando retiraron la estructura de la antigua iglesia, encontraron cimientos de un edificio previo», apunta el pradenense. Otro de los descubrimientos que tuvo lugar fue el de la tumba de un noble, ya que se halló el armazón de un hombre «con botas, espuelas, espadín y charreteras (insignia militar)», detalla el párroco en su diario. Él mismo concebía que podía ser Luis González de Sepúlveda, pues en el libro de difuntos se hallaba su partida de fallecimiento y se le conocía como caballero del Hábito de Santiago.
Los cinco años en los que permaneció en construcción el templo no fueron fáciles. Se produjeron numerosos hundimientos, episodios de escasez de materiales, un accidente fatal y, además, fue necesario pedir más fondos en varias ocasiones. La infraestructura que se levantó desde cero era hasta cinco veces más grande que la que sustituía y esta fue consagrada a San Martín. «Era el patrón de Sacramenia, ese pudo ser el motivo que explica la decisión de Carretero», considera Pascual. En todo caso, el párroco no pudo ver su sueño cumplido, ya que falleció en 1816, «cuando era muy joven y la iglesia todavía no estaba terminada», remarca.
1816es el año en que el cura Manuel Carretero falleció, que no pudo ver la iglesia terminada.
No se sabe el lugar de sepultura de Carretero. A pesar de ello, dejó una gran huella entre los vecinos de Prádena, que con la publicación del compendio de su manuscrito ha vuelto a formar parte del imaginario popular. Su legado ha protagonizado una poesía de Rafael Matesanz, uno sus sucesores en el cargo; y varias iniciativas de homenaje, como es la del maestro jubilado Ángel Gómez Burgos, fallecido en 2019. La población no ignoró los designios de este último y el pasado mes de julio se organizó un emotivo acto que culminó con la colocación de una placa en su memoria en una de las entradas de la iglesia.
«Espero que alguno me agradezca [el manuscrito] y a todos les pido que procuren cuidar y perfeccionar la iglesia», concluye Carretero en su manuscrito. «Desde ahora debemos mirar el templo con ojos nuevos; si no fuera por este ejemplo, hubiéramos perdido toda su historia», defiende Pascual.
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