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Ángel Luis Manso lleva desde 1990 descolgando el teléfono de su empresa, Serviantena, cada día con el mismo mensaje: «No veo la tele. ¿Qué me pasa?» La reducción del espacio radioeléctrico y las interferencias del 4G y 5G han reducido su margen de error: las ... instalaciones tienen que estar perfectas. «Son todo facilidades», responde con ironía.
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Luis Javier González
«La señal es muy mala, hay pueblos en que es penoso ver la televisión». El relato en esas zonas de sombra es que «hay muchos momentos del día que no se ve la televisión». Imagen en negro: no señal. Es el día a día de estos clientes de TDT, muchos de ellos mayores de 60 años, sin poco más que hacer. Y la respuesta no es sencilla.
La señal fluctúa por cambios de temperatura y por inclemencias meteorológicas como la lluvia o la nieve. También intervienen los molinos eólicos, algo que afectó, por ejemplo, a Navafría y alrededores. «Si las aspas están de canto, la señal pasaba; cuando se ponían planos, generaba una turbulencia que no dejaba ver la televisión».
La respuesta de Manso ante las incidencias es limitada. «Subir altura lo máximo posible y que la instalación del cliente no tenga una pérdida de calidad». Cualquier elemento, desde un cable al repartidor, la propia antena o un amplificador en mal estado. Suele haber margen de mejora cuando porque el usuario no tiene el mantenimiento al día, pero no hay panaceas. «Rara es la vez que vayas y no ganes algo, aunque sea del 2%. Pero tienes que ser sincero, decirles que no puedes hacer nada o que en dos días va a estar igual. Es lo que hay; si no se ve la tele hay que poner un sistema de parabólica o abonarse a una plataforma».
La primera está pensada para ver la televisión en el campo, pero hay excepciones, como algunos bloques de Segovia detrás de la Catedral. «¿Qué hacemos? ¿Tiramos la torre? Pero esos receptores de satélite son muy caros». Unos 500 euros por televisor.
Esa suma de incidencias lleva al usuario a cansarse de jugar a la lotería de la señal. «La realidad es que en estas zonas en que se ve mal, la gente utiliza televisión de pago para ver la televisión pública». Manso ha sido testigo de un cambio de prioridades. «Antes internet no era fundamental; ahora es más importante que la televisión».
Ese cambio de prioridades ha reducido a los antenistas y los cálculos de Manso es que apenas quedan un tercio de los que operaban a principios de siglo. «Es raro el día que no hay un aviso de antenas, pero lo que estamos haciendo es despliegue de fibra óptica para operadores. O te reciclas o te retiras». Los que llama profesionales se cuentan con los dedos de una mano —en los 2000 había más de 15—, una nómina que crece con los «piratas», técnicos sin titulación para dar de alta una instalación. «Yo entiendo que la gente no llega a fin de mes y trata de ahorrar dinero de donde sea».
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