Carolina y Belén Alcalá, ante la puerta de la Casa de los Picos. Antonio Tanarro

Segovia

«Seguimos enganchadas porque esto es como una droga»

Carolina y Belén Alcalá, las hermanas que dibujaban en los libros de filosofía, llevan dos decenios relacionadas con la Casa de los Picos

Lunes, 8 de abril 2024, 14:10

Carolina Alcalá entró un día en la Casa de los Picos a ver una exposición y salió con un folleto que cambiaría su vida y la de su hermana Belén. «Aquí me meto», se dijo. Estas madrileñas, que vivían en Guadalajara, aprovecharon una casa familiar ... en Marugán e hicieron las maletas. Esta dependienta en El Corte Inglés había estudiado Bachillerato de Ciencias, pero pasaba más tiempo «dejando las cosas bonitas» que cuadrando fórmulas. Y alguien que no sabía lo que era el esgrafiado cuando llegó a Segovia es ahora profesora de esta técnica casi dos decenios después.

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«Cuando hablamos de Bellas Artes, tenemos la idea de un lienzo superior; pero a mí me apetecía contar historias a través de los dibujos», resume Carolina. Terminó dedicándose a la restauración o conservación de bienes y siguió trabajando en el comercio de cara al público hasta que volvió a la escuela a estudiar Revestimientos Murales y terminó sustituyendo a María del Mar Nevado, la profesora que le enseñó todo del esgrafiado desde aquel primer trabajo.

Cuando Carolina le planteó a Belén, de 34 años –tres menos que su hermana– el formulario de inscripción, no hubo dudas. «Me matriculé sin pensarlo, era lo que siempre había soñado» alguien como ella, que dibujaba guerreras de fantasía en los libros de filosofía de Kant. Poco después, en 2007, le diagnosticaron esclerosis múltiple. «Al principio no tenía problemas, subía y bajaba todas las escaleras sin ningún problema», apunta; pero ahora tarda quince minutos en subir los treinta peldaños que separan la planta baja de la primera. Ha pedido, junto a la dirección del centro, un elevador que sortee el obstáculo.

«Como una droga»

Las hermanas van juntas a la escuela desde Marugán. Como Belén ya no puede conducir, lo hace Carolina. Va en silla de ruedas hasta la Casa de los Picos y utiliza las muletas para desplazarse dentro de la escuela. Ahora estudia Diseño de Producto para mejorar su calidad de vida. «Quiero inventar algo para llevar bien las muletas o la silla de rueda, me he obcecado en mi discapacidad, intento darle la vuelta. A ver si salgo de ahí e invento una botella de agua que cambie de color», reconoce con cierta ironía. El relato de ambas es vocacional. «Cada vez que hemos salido al mundo laboral nos ha tocado una crisis muy gorda; somos de la generación del '¿ahora qué hacemos?'. Enlazas un estudio con otro, pero seguimos enganchadas porque esto es como una droga».

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