Segovia es la octava provincia del país con más pueblos pequeños

La provincia contabiliza numerosos pueblos pequeños y cada vez son más. El número de municipios que tienen una población inferior a las tres cifras ha aumentado un 25% en tan solo dos décadas. En 2003, eran 63 localidades con ayuntamiento propio las que estaban incluidas en esta clasificación. En el siguiente decenio, hasta 2013, se sumaron otras tres más. Y en los diez años siguientes, hasta 2023, otros 13 nuevos ejemplos adelgazaron su padrón por debajo del centenar de vecinos, con ejemplos en los que el censo se recortó a la mitad.

En muchos casos no importa si estos distritos están cerca o lejos de un municipio de cabecera de una comarca, tampoco si están asentados junto a un río o en lo más alto de la sierra. Este recorte de población es un fenómeno que afecta a gran parte de las áreas existentes en Segovia, aunque se percibe una mayor tendencia a la disminución de la cifra de habitantes en el nordeste y en su confluencia con la Tierra de Pinares. El descenso también se ha agravado en los últimos años en la ladera sureste de la sierra y, en menor medida, también padece esta disminución del padrón algunas ubicaciones puntuales en la campiña y meseta.

Lo cierto es que estar situado junto a una carretera de alta capacidad no ha sido una oportunidad para fijar familias en algunos de los municipios, como sucede con Aldealcorvo (18 habitantes), cuya travesía es la SG-205; o Encinas (37 censados), a menos de tres kilómetros de la autovía A-1. La proximidad a entornos verdes y parques naturales de extraordinario valor ecológico no ha repercutido en unos niveles demográficos más positivos para Cobos de Fuentidueña (36 residentes) o Riofrío de Riaza (39) con el paso de los años.

En los mejores casos, el padrón se mantiene estable y en ocasiones celebra ligeras variaciones con resultados positivos. Sin embargo, estos cambios no son suficientes para garantizar la supervivencia en un futuro próximo. La Federación Española de Municipios y Provincias (Femp) emitió en 2016 un desolador informe que advertía que más de la mitad de los municipios españoles estaban en riesgo de extinción.

En Segovia, el 88% de los pueblos -un total de 184- conviven con esta amenaza al contabilizar menos de mil empadronados. La sangría demográfica se convierte en un peligro real para cuatro de cada diez localidades, pues el recuento total baja de las tres cifras, según los datos oficiales de población recogidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE) a 1 de enero de 2023.

El abanico es múltiple, ya que hay ayuntamientos con un mínimo de 15 personas a su cargo, como es Ventosilla y Tejadilla, el municipio más pequeño según los últimos registros; y otros que han bajado del centenar en apenas doce meses, como es Marazoleja (97 habitantes), Navalilla o Fuentesoto, ambos con 96 personas instaladas en sus términos municipales. En el amplio rango, el dato promedio de residentes es de 54,6.

Todo ello cuando la población media en el medio rural de la provincia es de 501,2 empadronados. Solo hay seis territorios nacionales con un resultado más bajo, como son Burgos (493,9 residentes), Zamora (433,6), Palencia (428,5), Teruel (421,1), Ávila (407,6) y Soria (271,4). Salvo esta última provincia y Palencia, el resto de las localizaciones citadas tienen más pueblos que Segovia.

En concreto, la provincia segoviana cuenta actualmente con 209 municipios y, por tanto, se coloca en la decimoséptima posición del ránking nacional, que está encabezado por Burgos al notificar 371. Mientras, tanto Ávila como Zamora tienen 248, Teruel, 236; Palencia, 191; y Soria, 183. A la cola se sitúan Murcia, con 45 localidades con ayuntamiento propio y Las Palmas, con 34. No obstante, es en Cádiz donde más personas viven de media por cada municipio: un total de 25.880. Le sigue muy de cerca Murcia, con 24.600 empadronados; Las Palmas, con 23.000; o Madrid, con 19.800.

Para aportar una explicación a esta notable diferencia hay que remontarse varios siglos atrás, ya que la distribución territorial de Castilla y León hunde sus raíces en la repoblación que se llevó a cabo durante la Reconquista. Uno de los métodos empleados en este proceso fue el asentamiento de pequeñas agrupaciones de campesinos en las zonas de cultivo, lo que provocó que los repartos no se realizasen de forma equitativa en la superficie disponible, hasta quedar muy polarizada.

La baja densidad se convierte así en una seña de identidad del entorno rural, lo que se relaciona con el proceso del abandono demográfico y la pérdida de funcionalidad, según un estudio realizado por Ignacio Molina y Luis Carlos Martínez, profesores de la Universidad de Valladolid (UVA). La región castellano y leonesa se consolida además como la tercera más extensa de la Unión Europea, solo por detrás de áreas de Finlandia y Suecia, de ahí que no sorprenda su liderazgo en esta clasificación.

Las pequeñas localidades tienen una «escasa capacidad» para movilizar recursos propios y recibir ajenos, así como para prestar los servicios mínimos a los que tiene derecho todo ciudadano, considera en uno de sus informes el catedrático de Geografía de la UVA, Fernando Manero Miguel. Pese a ello, los regidores luchan cada día contra esta herencia histórica en un intento de voltear la catastrófica tendencia, lo que implica serias dificultades.

La esperanza es lo último que se pierde. Así lo confirma Urueñas, que recuperó en 2023 las tres cifras después de más de diez años por debajo. Un crecimiento más destacado arroja Roda de Eresma, ya que pasó desde los 93 vecinos en 2003 a los 250 en la actualidad. Lo mismo sucedió con Grajera, que evolucionó desde los 93 censados hace dos décadas hasta alcanzar los 256 en el padrón actualizado. El esfuerzo ha quedado reflejado en Encinillas (de 76 a 340 habitantes en 20 años); pero sobre todo en Ituero y Lama, ya que empezó el siglo con apenas 98 residentes y, a día de hoy, supera los 400.

Desafortunadamente, la fórmula contraria es más habitual. En los primeros puestos de pueblos pequeños fluctúan varias localizaciones y destacan Villaverde de Montejo o Arahuetes, que han perdido casi la mitad de residentes desde 2013. La causa que determina una mejor o peor evolución son el envejecimiento, que está detrás de un mayor número de fallecimientos; o el cambio de residencia de los vecinos. Los ayuntamientos se afanan en combatir esta última realidad.