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La diócesis pierde en el último año al 11% de sus sacerdotes activosLa diócesis de Segovia apuesta por una mayor militancia de sus laicos para paliar el envejecimiento de sus sacerdotes. La provincia ha bajado por primera vez del centenar de curas activos al pasar de los 106 del año pasado a los 94 de este, ... lo que supone un descenso del 11,3% que se explica por la retirada de los más mayores. La llegada de curas extranjeros ha sostenido los servicios, pero el colectivo autóctono pierde más efectivos de los que suma y está cada vez más envejecido. La costumbre dice que a los 75 años remiten una carta al obispo, una formalidad tras la que ambas partes valoran la continuidad, el escenario más habitual, pues 24 de los 94 que hoy dan misa (un 25,5%) han superado ya esa edad.
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La dinámica cambia la distribución del clero. «Hay menos sacerdotes para atender un mismo territorio. Uno que a lo mejor antes llevaba tres pueblos, ahora empieza a llevar cinco», resume el portavoz de la diócesis, Juan Cruz Arnanz. La llegada de sacerdotes extranjeros ha sido el paliativo en la última década, una acogida temporal que permite a los emigrantes formarse y que el territorio siga funcionando.
Sin ellos, la edad media de los curas incardinados se dispararía: de los 55 de la diócesis, 40 (un 72%) tiene más de 60 años y 23 (un 42%) supera los 75. Entre los 39 foráneos que tiene en estos momentos la provincia, solo dos superan los 70 y la mayoría, 23 (un 58%), tiene menos de 50. Una juventud que les permite asumir las unidades parroquiales con más desplazamientos mientras los más mayores atienden una iglesia cercana.
La pérdida de población en los pueblos reduce los servicios religiosos: «Si no nacen niños, no hay demanda de un bautismo. Se intenta mantener la celebración del domingo, bien con la Eucaristía o con la celebración de la palabra: que donde no llega el sacerdote pueda llegar un laico», apunta Arnanz. Una labor de formaciones, catequesis o ceremonias con las que vertebrar el territorio.
La diócesis aborda «cómo reorganizarnos en estas circunstancias que nos toca ahora vivir». Y qué hacer cuando esos 24 curas mayores de 75 años se acaben jubilando. No prevé aumentar el número de extranjeros, así que los nueve arciprestazgos están viendo como «adecuar» la presencia de la iglesia con equipos apostólicos que integran a sacerdotes, laicos y consagrados.
Es necesario saber cuántos curas se necesitan y, a partir de ahí, estudiar cómo conseguirlos. La diócesis cuenta con un diácono que, previsiblemente, se ordenará sacerdote el año que viene, al que se unen otros dos alumnos en el Seminario Mayor. «Si saliera uno al año, que no sale, estaría muy bien». La pregunta es: «¿Con cuántos sacerdotes es viable atender esa zona?».
Hay 13 sacerdotes activos de más de 80 años. «Ellos tienen que ser conscientes de hasta dónde pueden llegar. Este año muchos han dejado parroquias porque caen enfermos o no se sienten con fuerza». Mucho tiempo después de la conversación que tuvieron con el obispo a los 75. «Uno nunca deja de ser sacerdote, pero la responsabilidad de una parroquia exige presencia y desgaste. Los que siguen, lo hacen libremente porque quieren estar ahí dando el callo hasta que puedan».
En ocasiones, hay que dar un empujón para la retirada, reconoce con un punto de humor Arnanz. «Cuando uno no es muy consciente de sus limitaciones, hay que ayudarle. A veces son las propias comunidades las que se preocupan, que este sacerdote está muy mayor, que se le olvidan las cosas...», subraya. Incluso los 37 jubilados (un 28% del total), ya sin responsabilidad parroquial, asumen tareas como atender el cementerio o hacer de capellán con las monjas.
La diócesis aspira a encontrar ese laicado que pueda seguir adelante con la tarea. Y a «unificar la atención»; por ejemplo, dar la catequesis en el lugar al que los niños van al colegio en vez de ir a cada pueblo. El mismo criterio se aplica a la formación de laicos. La fórmula es una «conversión pastoral», que los fieles asuman una labor activa. «Todos estamos llamados a evangelizar, forma parte de su condición de bautizados. No ser meros receptores, sino agentes».
Ante la secularización, pide más vinculación. «Se trata de fomentar el sentido de pertenencia a la Iglesia. Como en los deportes, que sientan los colores como algo propio. A eso se llama evangelizar». Ir más allá de «siempre se ha hecho así» y generar un sentimiento colectivo, aunque la movilidad es un reto para una población cada vez más envejecida. «Hay parroquias muy pequeñas en las que a lo mejor no se celebra porque son cuatro vecinos, son mayores y en la iglesia no hay calefacción». El reto es que el repliegue no se convierta en retirada.
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