Es noche cerrada sobre Segovia y en la calle 3 de abril, acceso a un Hospital General que siempre tiene actividad, apenas hay tráfico. Las máquinas que ejecutan la ampliación del centro hospitalario descansan por unas horas mientras por la carretera empiezan a circular varios ... coches que llevan un pequeño remolque enganchado. A la altura de la residencia asistida, tan solo unos metros más abajo, giran hacia la derecha y llegan a una parcela sin asfaltar y sin cultivar. Es el 'globódromo', el lugar del que cientos de días al año despegan globos aerostáticos para surcar los cielos de la ciudad.
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Este viernes hay más movimiento del habitual. La celebración de un festival reúne en la ciudad a decenas de los mejores pilotos del país. De los remolques de los coches se descuelgan primero las cestas, tanto las usadas en los globos de competición como las más grandes ideadas para paseos turísticos. A continuación, de una especie de gran mochila se despliega la vela. Se colocan en el suelo, con el suficiente espacio entre cada una de ellas para que no choquen en ningún momento. Poco a poco su interior se empiezan a llenar de gas cuando el sol ya aparece por el horizonte. Con las cestas ya colocadas y las velas preparadas, los globos empiezan a despegar y a ganar metros de altura.
En cuestión de minutos el paisaje de Segovia, en el que siempre sobresalen la Catedral, el Acueducto y el Alcázar, cuenta con una decena de nuevos invitados. De los globos, llenos de color, se oye cada poco tiempo el rugido de la quema del propano, la señal que indica que se va a empezar a ganar altura, aunque tampoco demasiada.
En Segovia, apenas hacen falta unos segundos y unos cientos de metros sobre el suelo para apreciar la envergadura de monumentos que a pie de calle no llaman tanto la atención. A más distancia, alejada de la ciudad, la sierra de la Mujer Muerta o Siete Picos son igual de imponentes. También lo empiezan a ser los campos de placas fotovoltaicas que ganan espacio a las tierras de cultivo y que cada vez son más abundantes a las afueras de la ciudad.
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Los vuelos de turistas, con cestas en las que entran hasta una decena de personas, ralentizan su paso por el cielo de Segovia. Sobrevuelan la Catedral, el Alcázar y sus jardines o las estrechas calles de la judería. También la Plaza Mayor y la muralla, antes de colocarse en una privilegiada posición que permite contemplar el Acueducto bajo los pies.
A cientos de metros de altura Segovia ofrece imágenes llamativas. Algunas, porque suponen nuevas impresiones que desde el suelo son difíciles de percibir, como que la avenida de la Constitución es la vía más verde de la capital segoviana, al menos en el tramo entre el campus María Zambrano y la rotonda del Pastor. Otras, como que el eje Vía Roma-San Gabriel concentra el mayor número de coches, se confirman con facilidad con los pies en tierra.
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Con algunos de los mejores pilotos de España este fin de semana en Segovia, los globos pudieron volar a tan solo decenas de metros de los tejados. Tan cerca que incluso desde las cestas se podía saludar a los niños que en el momento de entrar al colegio no podían despegar la vista del cielo al contemplar un globo a poca distancia de sus cabezas.
La habilidad de los pilotos también permite experiencias únicas, como sobrevolar el río Eresma por la alameda del Parral a apenas treinta metros de altura, una distancia a la que incluso se puede escuchar el ruido del agua.
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