Los últimos dos años han servido para dar salida a las bodas suspendidas en la provincia durante 2020 y 2021 a causa de la pandemia del coronavirus. Los datos más recientes ilustran esa recuperación. En 2022 –el dato más reciente que ofrece el Instituto Nacional ... de Estadística (INE) tras actualizar la materia en noviembre– cerró con 489 matrimonios contraídos en Segovia, más del doble de los 228 que se oficiaron contra viento y marea dos años antes, en pleno azote de la covid. El Ayuntamiento de la capital ha necesitado un año más para duplicar los veintiún enlaces de 2020. En 2022 hubo 37 y este curso que afronta su final va a despedirse con 48. Un repunte coyuntural para recuperar una figura en descenso en las últimas décadas. La gente se casa menos y, tras la pandemia, apuesta por formatos más reducidos.
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Luis Javier González
El incremento anual del 29,7% en las bodas civiles oficiadas en el Consistorio de Segovia entre el año pasado y el actual, así como el 20,4% de subida que arrojan los registros provinciales del INE entre 2021 y 2022 constatan lo que la vicepresidenta de alojamientos de la patronal hostelera Hotuse, Casilda Giráldez, llama restos de la covid, a los que atribuye de forma exclusiva el aumento. «Hemos dado todavía bodas que estaban pendientes, un retraso que recuperar por la pandemia. Hubo un parón muy grande. Preparar una boda no es rápido y la gente aprendió a tomarse las cosas con calma», revela.
Una vez frustrado el plan inicial, los novios han optado por asegurar el tiro antes que arriesgarse a una segunda cancelación. El balance del sector es que la cuenta con el coronavirus está saldada y no quedan grandes restos para 2024.
Más de la mitad de las bodas que celebra el Ayuntamiento de Segovia se concentran en tres meses: junio, agosto y septiembre. Entre ambos suman 25 de los 48 enlaces del registro municipal este año que está a punto de acabar. Hubo bodas en todos los meses a excepción de enero. La crisis sanitaria que desató el coronavirus ha agudizado una tendencia imperante desde hace muchos años: que las celebraciones sean más pequeñas.
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Giráldez se remonta a 2007 y 2008. «Fueron los mejores años. Bodas grandes, se casaba mucha gente. Estamos hablando de una media de 250 personas a 130». La relación entre el tamaño del evento y el poder adquisitivo es directa. «Por un lado, los novios invitan a menos gente y, por otro, la gente va menos a bodas. Si tienes 30 años y se te casan cuatro amigos el mismo año, tienes que elegir. O son muy íntimos o te has jorobado el presupuesto», añade la vicepresidenta de alojamientos de Hotuse.
Casilda Giráldez
Vicepresidenta de alojamientos de Hotuse
El número de matrimonios ha ido en caída desde los 878 que se sellaron en Segovia en 1977, que además es la cifra más alta del histórico anual del INE, que viaja desde 1975 a 2022. El paso de los años ha rebajado las cifras. En la década de los 80 se bajó de los 800; en los 90, la cantidad de bodas celebradas continuó menguando dejaron atrás el listón de las 700, y la crisis financiera de 2008 marcó el último punto de inflexión. Aquel año hubo 664 enlaces y doce meses después el volumen de matrimonios se desinfló en casi un centenar, hasta los 566.
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En 2012, el peor año de aquella crisis generalizada que afectó sobremanera al bolsillo de los ciudadanos, las bodas bajaron de la barrera del medio millar (481). La cifra osciló en torno a esos niveles de 'sí quiero' con una última subida en 2019 (532), un techo que aún no se ha recuperado pese a la lista de espera de la pandemia.
Esta tendencia a la baja ha obligado a una selección natural entre algunos negocios que no han sobrevivido y otros que han podido paliar esas bodas perdidas con eventos de empresa o han transformado parte de sus salones en alojamientos. «Muchos grandes salones han cerrado», repasa Giráldez.
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Casilda Giráldez
Vicepresidenta de alojamientos de Hotuse
Lo que es innegable es que la pandemia supuso un trance, tanto para los novios como para el sector. Al menos, al principio. «Cuando tienes todo absolutamente preparado, incluso algunos con invitaciones enviadas, y de repente te obligan a cancelarla… A partir del momento en el que deciden esperar a que la cosa mejore, pasan dos años. El 20 no; el 21, tampoco. Empezamos a programar el 22 para el 23», cuenta Casilda Giráldez, quien habla de «dos años malísimos» en los que se celebraron algunas con mascarillas y distancia social. «Había boditas, gente que no tenía más remedio, que viajaba al extranjero para trabajar. Celebraciones muy pequeñitas, que les daba lo mismo porque se iban a juntar con la familia igual. Pero la mayor parte se canceló», evoca la empresaria.
La figura del sacramento del matrimonio sobrevive al paso del tiempo, pero muta su naturaleza. La evolución es notoria en la organización y las pretensiones de los contrayentes «Los tipos de fiesta ya no tienen nada que ver», avanza Giráldez. La vicepresidenta de Hotuse matiza que «son más complicadas, se preparan muchas más cosas que antes y, sobre todo, hay muchos más locales». Décadas atrás, los salones se contaban con los dedos de una mano.
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