Juan Carlos Galindo | Periodista y escritor

«Nuestra relación con el crimen es distante y sorpresiva»

- ¿Por qué Hontoria?

- Tenía que ser Segovia porque quería escribir de algo que conociera, pero quería el crimen no fuera allí. Y Hontoria tenía elementos personales: mi padre tenía familia allí, yo había ido de pequeño y esa parte me permitía no tanto evocar el pueblo de una manera fidedigna como las sensaciones que a mí me producía. Hay otros pueblos que han crecido más rápido como Palazuelos o San Cristóbal, pero eran demasiado grandes para lo que yo quería.

- ¿Por qué encaja en una novela negra?

- En una sociedad pequeña se dan ciertas relaciones de una manera mucho más intensa. Eso pasa en Segovia, la parte central de la trama, pero se acentúa aún más en un sitio como Hontoria. A mí no me interesa tanto la violencia –la novela no es violenta– como sus causas y consecuencias.

- ¿Qué queda por hacer en este género?

- Muchísimo. Queda atreverse con el lenguaje, como he intentado hacer aquí. Queda explorar nuevas vías, hibridarlo con otros géneros o poner a las víctimas en el centro, sobre todo cuando son mujeres.

- ¿Por qué se considera digno de publicar una novela?

- Porque he trabajado a muerte, como muchos otros, supongo. Porque 15 años de leer novelas negras intensivamente y trabajar profesionalmente para ellas me daban la seguridad de decir: «Si no merece la pena, no sale».

- Lejos de héroes, presenta a un personaje muy falible.

- Eso era clave. La novela negra está llena de personajes heroicos, súper inteligentes, que aplican la lógica de una manera impecable. Molan mucho, están muy buenos o son muy feos. Muchos extremos. Yo quería un personaje que se obsesionara, que no tuviera una calidad intelectual muy alta pero fuera capaz de utilizar lo que tuviera para intentar resolver algo. Y que se dejara ayudar. Te puedes encontrar la verdad si eres Sherlock Holmes –y soy muy fan– o puedes ir a por ella.

- Jean Ezequiel busca una verdad que no buscan las instituciones.

- Es que para eso está la profesión. No es que no la busquen, sino que a veces no son capaces de llegar a ella. El periodismo está para publicar lo que a alguien le molesta que se publique.

- El personaje asume un compromiso por encima de lo saludable. ¿Se le debe exigir a la profesión?

- Al que quiera asumirlo, sí. Pero sin cruzadas: no es bueno un reportaje porque alguien se haya dejado la vida en ello.

- Dibuja una corrupción consentida. ¿Por qué?

- Porque la corrupción está ahí, en la vida cotidiana: en el que no mete el IVA en la factura, al que le cobran de menos en un restaurante y no dice nada. Solo que algunos llegan a las instituciones y la ejercen. La capacidad crítica que tenemos con la corrupción es más baja de lo que debería ser porque nuestro carácter entra en pequeñas corrupciones y luego no podemos criticar la grande.

- ¿Qué Segovia dibuja?

- Una Segovia real y verosímil, que lo que ocurre fuera factible. Hay corruptos en Madrid, pero no te los encuentras por la calle o no los reconoces.

- ¿Las sociedades pequeñas facilitan el homicidio?

- No llega a eso porque la sociedad española es poco violenta, en términos estadísticos. Aunque aquí se resuelvan el 90% de los asesinatos, muchos encierran un drama: han encontrado al asesino, pero han matado a tu hija. Y ese 10% sin resolver, que pueden un ser un par de miles de crímenes al año, son 2.000 dramas multiplicados por familiares y amigos. Lo importante es la relación de la sociedad con el crimen, no si hay muchos o pocos.

- ¿Cómo definiría la relación de Segovia con el crimen?

- Distante, porque no hay muchos, eso es súper saludable. Pero depende de lo que consideremos crimen, hay una relación estructural, el pequeño menudeo, la evasión de impuestos... Delito no es igual homicidio. Es una relación distante y, a la vez, sorpresiva porque cuando hay algo que salta a las primeras páginas la gente dice: «¿Un crimen en Segovia? ¿Cómo?»

- Hace una pequeña guía de la ciudad en su novela. ¿Qué imagen transmite?

- Una ciudad apasionante, espectacular, monumental, pero que no es un parque temático. Es peligroso convertir a las ciudades en un sitio que la gente va a ver, pero donde no vive nadie. Sin entrar en la historia, en la comida, solo en la revistilla de viajes.

- ¿Por qué usa dos conceptos tan opuestos como el podcast y la Radio Escucha?

- Era esencial transmitir oralidad al texto escrito y quería ensanchar los márgenes lingüísticos del género. No me parece tan raro, abrir los micrófonos a la gente era una ventana al exterior, Twitter sin Twitter. Los podcasts han revoluciona la comunicación oral en el mundo entero y su explosión llegó con un 'true crime'.

- ¿Hay más oyentes que lectores?

- Sí. Es más fácil oír que leer.

- ¿Cómo conseguimos más lectores?

- Si lo supiera, se lo habría vendido a mi editorial. Hay que trabajar en las escuelas, en las bibliotecas; es raro que si los libros no forman parte de tu vida a los 25 vayas a ser un lector.

- ¿Qué ha aprendido del proceso?

- ¡Buah! Muchísimo. Desde el punto de vista literario, a hacerme metódico, a saber por dónde ir. En otros sentidos, a confiar en lo que estaba haciendo y a esperar cosas buenas.