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Mónica Lalanda, además de estar especializada en Medicina de Urgencias (aunque hace cuatro años que no se dedica a la práctica asistencial), también ... es una incisiva bloguera y tuitera. Cambió el fonendo por la comunicación y el altavoz de las redes sociales. Desde esa atalaya sigue al segundo la crisis sanitaria del coronavirus. Muy vinculada en su trayectoria profesional a Segovia, su hartazgo ante la desprotección de sus colegas sanitarios rebosó cuando se desveló que había «400.000 mascarillas inapropiadas que se distribuyeron por toda España y que han estado en uso tres semanas antes de que se diera la voz de alarma».
La gota que colmó el vaso fue «la forma impersonal y casual en que se trató la noticia, como si detrás de cada mascarilla no hubiera una persona a la que se puso innecesariamente en riesgo». Asegura que ver la cantidad de profesionales que contaba en las redes que a ellos les había tocado una de esas mascarillas «me partió el corazón». Entonces, Lalanda se puso manos a la obra, o mejor dicho, al teclado. La respuesta a su llamamiento en Twitter para ver si alguien estaba interesado en hacer una manifestación virtual fue masiva, «En solo un rato tenía el mensaje directo de Twitter petado de gente», afirma.
Coronavirus en Segovia
La maquinaria se puso en marcha. Se creó un grupo de correo y comenzó una tormenta de ideas. En ese momento, «ya no soy yo, somos nosotros, un grupo multidisciplinar de varias profesiones hermanas, de varias ideologías políticas, de varias comunidades que tienen como punto de unión ser tuiteros, ser sanitarios hartos del abuso y tener la energía y valentía para demostrarlo». La movilización virtual se fijó para el 26 de abril por la tarde y se pedía el empleo de tres etiquetas: #MareaBlancaCoronavirus, #BastaYa y #NiHeroesNiMártires.
«El objetivo se ha cumplido con creces», subraya. Entre las 20:30 y la medianoche del domingo participaron más de 18.500 cuentas. «A la una de la mañana había 120.000 'tuits' cargados de imágenes y vídeos de trabajadores del medio sanitario exponiendo su situación y pidiendo que las cosas mejoren». Hoy, sigue recibiendo correos de apoyo a la iniciativa.
–La movilización es un grito de auxilio desde el interior de los hospitales y de los centros de salud. Usted misma ha insistido en no politizar la reivindicación.
–Esa ha sido la clave desde un principio. En aquel primer tuit puse como condición que quien se apuntara no podía ser representante político de ningún tipo. Aunque está claro que la responsabilidad mayor es del Gobierno, no podemos obviar que los ejecutivos autonómicos están jugando su parte y una oposición al Gobierno central que tampoco está a la altura de las circunstancias. Nuestro protesta es profesional, quien tenga oídos que recoja la queja.
–¿Qué se ha hecho mal, a sabiendas de que se trata de una situación excepcional e imprevista?
–Quizás si las compras no se hubieran centralizado, cada comunidad hubiera sido capaz de comprar lo necesario y, además, poner su propio control de calidad de los productos adquiridos. Para bien y para mal España lleva funcionando con diecinueve sistemas sanitarios demasiados años para improvisar ahora cuando menos falta hace y jugar a tener un sistema único. El tema de los test, los cambio continuos de opinión y la falta de transparencia crea una tremenda sensación de inseguridad.
–Como profesional de la sanidad pública, ¿qué es lo que más le ha dolido de toda la gestión hecha?
–Como médico asistencial que he sido hasta hace unos años y como familiar y amiga de muchos sanitarios, me duelen muchas cosas. La que más me toca la fibra emocionalmente es la deshumanización con la que se está tratando una situación tan trágica. Que no se hagan menciones especiales diarias a los profesionales infectados y fallecidos es increíble. Lo que se está haciendo va mucho más allá de lo que se puede esperar razonablemente de un profesional. Por eso, el llamar 'héroes' a los sanitarios no es acertado pues empuja a justificar algo que es moralmente inaceptable, no se puede enviar a soldados desnudos y con tirachinas a la guerra.
–¿Por qué Castilla y León, y en concreto Segovia, presentan unos índices de incidencia entre los profesionales sanitarios más altos que en el resto de España?
–El Hospital de Segovia tiene una proporción enorme de profesionales sanitarios que viven en Madrid, sobre todo jóvenes y por tanto asintomáticos en caso de estar infectados. Eso ha podido tener un papel importante. Además, el contagio a la población general, con un alto número de mayores, puede haber estado relacionado con la salida masiva desde Madrid de personas ya infectadas a refugiarse en sus segundas viviendas segovianas. Segovia ha sufrido como si fuera Madrid pero sin contar con su despliegue de medios.
–Respecto a los test, parece que han llegado tarde y aún es dudoso que hayan llegado en su justa medida, tanto en la sanidad como en residencias.
–Así es. Lo que sabemos es que los países que mejor han controlado la infección han sido los que han hecho test masivos. Aquí seguimos con una proporción grande de sanitarios a los que no se ha hecho una PCR a pesar de tener síntomas y una parte importante a los que no se ha hecho una serología. Sin equipos de protección individuales apropiados, con malas mascarillas y sin test, los sanitarios están vendidos.
–¿Qué modelo residencial hay que implantar para que no se vuelva a repetir lo que se ha vivido en el sector sociosanitario?
–Las residencias de ancianos hace tiempo que piden a voces una mirada profunda y un cambio radical. La mayoría tienen mucho menos personal del necesario y, aunque se dejen la piel en atenderlos, ya hemos visto en esta situación que acaban siendo centros de muerte masiva. Deberíamos mirar a Europa, a modelos más sociales de vivienda que permitan a los ancianos vivir independientes sin estar institucionalizados. Lo que está pasando en estos días con los ancianos es terrorífico y algún día volveremos la vista atrás y lo miraremos con vergüenza.
–¿Han mentido las autoridades al garantizar la cobertura de pruebas entre el personal sanitario?
–Del personal sanitario se ha abusado desde siempre. Recordemos que hace apenas dos meses el Sistema Nacional de Salud estaba ya al límite de sus posibilidades y la pandemia ha venido a diluviar sobre mojado. A los sanitarios se les ha colocado en primera línea con protección insuficiente y sin pruebas, e incluso se pretendía que volvieran a trabajar aún enfermos. Sin facilitarles el cuidado de hijos en cuarentena, sin ofrecer alojamiento alternativo para no infectar a sus familias y compartiendo equipos o usando bolsas de basura y chubasqueros. Las pruebas van llegando tarde y mal. Es difícil decir si se ha mentido o es fruto del caos imperante.
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