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Prefieren mantenerse en el anonimato, al menos hasta que las sombras que han aparecido en las últimas horas se retiren definitivamente y que la luz de la certeza ilumine que sus empleos no corren peligro. Son trabajadores de la fábrica de bollería que Siro tiene en El Espinar y que, tras la fusión con la multinacional Cerealto, se venderá. Bueno, en realidad se traspasará el negocio, como ha precisado el presidente de la compañía, Juan Manuel González Serna. Este jueves regresaron los fantasmas a la factoría. «La línea de producción se paró una hora y te esperas lo peor», relata el presidente del comité de empresa, Javier Dorrego.
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En ese momento la mente y el corazón retroceden en el tiempo. El aviso de paralizar la maquinaria «no es nada habitual, es una señal de alarma», añade una trabajadora veterana de la empresa. «En un principio las caras de los compañeros era de chasco total, de sorpresa, porque todos tenemos en la cabeza cuando cerraron la planta», continúa esta empleada, curtida ya en batallas laborales que ha librado El Espinar. La parada obedecía a la lectura del comunicado de la compañía, en la que notificaba la fusión y la «desinversión» en las líneas de bollería y de pan. «Me latía el corazón a mil», añade la empleada. Ese bombeo acelerado venía propulsado por los recuerdos que de repente asaltaron a muchos de los operarios de la planta. El pensamiento y las emociones reabrieron el álbum de los duros meses de lucha que mantuvieron el municipio y toda la sociedad segoviana cuando Repostería Martínez anunció el cierre de la factoría de bollería en octubre de 2005. «Lo de ahora es otra película», subraya la trabajadora.
La alcaldesa de El Espinar, Alicia Palomo, opina lo mismo. La situación generada por la venta del negocio no tiene nada que ver con lo que ocurrió hace trece años. Ahora –confía y espera la regidora– hay un compromiso de futuro. Por aquel entonces, la maniobra de la sociedad Sara Lee Bakery Iberian Investments, propietaria de las factorías de Repostería Martínez de El Espinar y Briviesca, consistía en echar el cierre y, por ende, dejar en la calle a cien trabajadores, además de los alrededor de cuarenta eventuales que acudían a la llamada de la empresa para atender picos de producción y cubrir sustituciones.
Aquellos meses de inquietud, zozobra, protestas y tensión acabaron cuando el grupo Siro salió al rescate. Los sollozos de preocupación y de pena se convirtieron en lágrimas de alegría cuando se firmó la operación. Por aquel gesto, los empleados, al ser preguntados por esta nueva situación, quieren dejar claro el agradecimiento a la compañía de González Serna. El presidente del comité de empresa, hace hincapié en que «las relaciones son buenas, por lo que espero que continúe así y no nos deje tirados». No quieren resucitar la pesadilla del cierre de Bimbo, un mal sueño que por unas horas inquietó a El Espinar.
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