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Segovia no logra equilibrar el saldo vegetativo. La diferencia entre nacimientos y defunciones sigue arrojando números rojos, o mejor dicho, negros por el luto guardado ... por quienes fallecen cada año. A la buena nueva de la rotura de diez años consecutivos de descensos en la cifra de nacimientos se contrapone otro crecimiento, este nada jubiloso, de los óbitos lamentados en la provincia al cabo de 2024. Así se desprende de la reciente publicación del Instituto Nacional de Estadística (INE), que este miércoles ha hecho público la actualización de las estimaciones tanto de alumbramientos como de fallecimientos.
Las 1.723 pérdidas lamentadas al cierre del año pasado representan un incremento de la mortandad del 4,3% con respecto a 2023, cuando el organismo estatal contabilizó 1.652 finados. Mientras tanto, en el mismo periodo de tiempo los nacimientos repuntaron hasta los 1.009, rompiendo un decenio de descensos en la natalidad. Esto quiere decir que el crecimiento vegetativo es negativo: -714 personas. Por cada diez recién nacidos en Segovia, se lloran diecisiete fallecimientos.
Estos números fríos sitúan el pasado curso como el sexto con más defunciones en lo que va de siglo XXI en la provincia. Este cuarto de centuria ha padecido el azote de la pandemia del coronavirus, cuyo impacto letal se cebó de manera especialmente cruel en esta tierra. La expansión veloz y mortal de la covid-19, su incidencia y la intensidad de los contagios, particularmente fatales y trágicos en organismos vulnerables y débiles de segovianos ancianos aquejados por otras patologías crónicas que el virus agravó hasta la muerte, hicieron estragos. Fue el territorio nacional que más esperanza de vida perdió. En 2020, cuando irrumpió la covid-19, se acortó la longevidad más de tres años: de 84,7 a 81,2.
La pandemia tiene mucho que ver en que los primeros veinticinco años del actual siglo XXI hayan resultado más mortales que los últimos veinticinco de la anterior centuria. Si se comparan periodos, entre 1975 y 1999, ambos incluidos, hubo que lamentar en la provincia 35.658 óbitos, frente a los 42.367 del lapso que va del año 2000 a 2024.
El paulatino envejecimiento de la población, sobre todo en el disperso medio rural de la provincia, también tiene mucho que decir a la hora de explicar esta diferencia. El 56% de los ciudadanos que fallecieron en 2024 tenían más de 85 años.
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Los fenómenos meteorológicos adversos, sin mucho menos llegar a alcanzar las cotas de mortalidad de las olas más severas de la covid-19, también están detrás de picos que marcan repuntes en las cifras de defunciones. Al repasar el último decenio a partir de los datos publicados por el sistema de monitorización MoMo, desarrollado por el Instituto Carlos III con la finalidad de supervisar la mortalidad diaria por todas las causas, hay periodos de temperaturas extremas que también influyen en la evolución de la mortalidad.
Para muestra, el botón de 2024. En su cómputo global hubo que lamentar 38 fallecimientos en la provincia. En el periodo que va desde la semana 30 a la 33, se lamentaron 27 muertes atribuibles al calor excesivo que cayó en esas jornadas que van desde el 22 de julio al 18 de agosto.
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