Segovia
La peña de San Lorenzo que tapió un barSegovia
La peña de San Lorenzo que tapió un barLos vecinos de San Lorenzo pueden estar tranquilos. En el pregón de hoy Los Insaciables, la peña que lleva cuarto de siglo acumulando gracietas, está atada de pies y manos porque le ha tocado la comisión de festejos. Algunas memorables y otras que no vieron ... la luz, pero ninguna como tapiar la entrada del bar Las Nubes una noche de verano de 2011. Juan José de las Heras, alias Giña, recibió la llamada del panadero a la mañana siguiente: «¿Dónde te dejo el pan?» Le dijo que donde siempre, entre las rejas. «Es que hay unos ladrillos».
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Giña, un apodo de la infancia porque guiñaba el ojo izquierdo, bajó asustado desde La Lastrilla. Lo primero que hizo fue llamar a la Mari, su mujer: «¿Quién nos ha hecho esto mi vida?» La siguiente fue a la policía. Una vez fotografiada la escena, los agentes le dieron vía libre para tirarlo. «En cuanto lo moví un poco, se cayó todo. Se ve que lo hicieron a toda prisa para que no les viera nadie». Así empezó su vigilancia nocturna, una semana de vuelta al local tras tomarse la copa de rigor en el Aris, por si acaso. Porque el crimen no tenía culpable.
Los Insaciables vio la luz en 1999 con un grupo de amigos del instituto. Daniel Calleja tenía entonces 14 años. La idea de las gracietas estuvo desde el inicio, cuando se presentaron en el pregón con muñecas hinchables: «Tenemos la maldad, esa picardía». De ahí a bajar en pelotón con bicicletas de niño –con portavasos, por supuesto– o plantar una piscina en medio de la plaza. «Había un perímetro y ninguna peña se atrevía a pasarlo porque el que pasaba, caía. Al final, caímos todos». La maldad tiene su ingeniería y aquella piscina se llenó de milagro. «Empezamos desde Casa Paco con una manguera, pero al ver que llegaba la hora y no daba tiempo, nos trajeron una boca de riego».
La hazaña del bar tiene nombre: la tapiada. Se gestó en una reunión de peña diez días antes de las fiestas. «Quedamos para lo de siempre, ver qué camisetas íbamos a hacer… y surgió la idea. Yo sabía que en Valsaín habían hecho cosas parecidas. ¿Por qué no tabicamos un bar? Y elegimos al Giña porque creíamos que se lo iba a tomar bien. Solo era hacer la broma y que se hablara de ello en el barrio».
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Al día siguiente, pusieron en marcha el operativo. En una zona en la que, como dice el propio Giña, solo pasa de noche algún despistado, pusieron gente en el puente y en el Terminillo por si pasaba alguien. Los bardos y el yeso se compraron lejos, en Madrona –para no dejar rastro– y lo guardaron en un local cercano. La obra empezó en una medianoche de verano. «En el barrio decían que habíamos estado toda la noche, pero no creo que fueran más de cinco minutos. Según poníamos un bardo, ya estaba otro colocando el siguiente. No daba tiempo ni a colocar el yeso. Lo hicimos lo más sutil posible para que lo pudieran quitar bien». Pueden imaginar esa escena de adrenalina entre risas contenidas.
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Luis Javier González
Una vez tapiadas las dos puertas, hicieron la foto y se marcharon. Ahí empezó una semana de rumores. «Fue muy sonado, lo habló todo el barrio». Uno de los clientes tuvo que negarlo porque amenazaba al Giña de vez en cuando: «Te voy a tabicar un día el bar». Aquella foto terminó en una camiseta con el eslogan confesor: «Agujero que vemos, agujero que tapamos». Antes del pregón, fueron vestidos con ella y con atuendo de obrero –casco, guantes y paleta– a Las Nubes para dar la cara. «Que se enterara por nosotros».
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Giña no se anduvo con formalismos y se acordó de todos los familiares de la peña. Su mujer, tampoco. «La Mari sacó un cepillo del patio para pegarles y pilló a alguno». La cosa terminó en una camiseta de regalo para Giña, al que mantearon junto a su esposa, y una ronda a cuenta de la casa. «Al final nos echamos unas risas. ¿Qué voy a hacer? Si los conozco a todos y los quiero un puñado. Les he criado en mis pechos, estos han bebido leche materna gracias a mí, los primeros chatos se los tomaron en mi casa». Por eso él, que ha tenido días más desagradables –alguien le arrancó la verja con un coche para robarle una cabina de teléfono– lo recuerda con cariño. «Lo importante es que haya cosas que podamos recordar así con el paso del tiempo».
Ese fue el apogeo de unos chavales que ahora tienen familia. «Llevamos unos años más parados, será por la edad. Pero el año que viene cumplimos 25 años y hay que hacer algo significativo para el barrio». Daniel tuvo que recoger el dinero de su boda en cubos de basura con vísceras de carne y pescado en pleno banquete –algunos comensales vomitaron– y dice que «no fue para tanto». Así que disfruten de este año de tregua. Porque avisa: «Se pueden hacer cosas peores».
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