Dzimtry Patotski para y para, pero el Ademar no se rinde. Los leoneses remontan un partido que perdían de cinco a cuarto de hora del final y de dos a menos de 120 segundos. Así que el Nava llega a los últimos 18 segundos defendiendo ... una renta de un gol ante un rival que ataca con siete. La pizarra de Dani Gordo, el arquitecto del primer ascenso navero a Asobal, lo borda y deja a Alberto Martín solo en seis metros, pero el pivote sabe que tiene delante a un ogro, que se mantiene erguido. Le quema el balón, lanza rápido y el tronco del bielorruso hace vibrar a la grada. Es su decimocuarta parada de la noche, la que resuelve el derbi, cuatro días después de su renovación hasta 2026. Suena la bocina y mil personas gritan el apellido de un portero que ya aspira a leyenda.
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Luis Javier González
Tras encajar 75 goles ante Granollers y Sinfín, la defensa del Nava salió con la lección aprendida: intensidad sobre todas las cosas. Los brazos levantados de Guardiola o las yemas de Marugán afilando balones como el que acabó en robo de los suyos mientras él corría feliz a rematar la contra. Juan Castro lideraba la ofensiva leonesa desde el primer ataque, que rescató con un imponente lanzamiento de cadera en pasivo. Pero el Nava golpeó primero porque se protegía bien atrás y porque Moyano había empezado entonado, peleando cada espacio, congelándose en el aire para solventar una posesión en inferioridad numérica con un tiro picado al lado contrario que ponía a los suyos tres arriba (6-3).
Al Ademar no le iba bien en estático y su respuesta fue acelerar las cosas, aprovechando cada reanudación, cada pérdida navera, cada ataque mal finalizado. Miguel Moreira mejoró las prestaciones defensivas por el centro y Kilian Ramírez empezó a parar. A eso se sumaron un par de errores arbitrales que el público abroncó: en penalti ignorado a Carró pese a que su defensor estaba un metro metido en el área y un gol de Alberto Martínez que no debió contar porque recibió el balón al salir del área. Ambiente tenso y de nuevo empate.
Viveros Herol BM Nava
Andrés Moyano (7), Borja Méndez (6), Andrés Vila, Dani Pérez (5), Mario Nevado (4), Francisco Ahumada (2), Gonzalo Carró (1), Jakub Prokop, Roberto Pérez, Óscar Marugán (2), Dzmitry Patotski, Tomas Smetanka (2), Isaías Guardiola (2) y Pablo Herranz.
31
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30
Abanda Ademar León
Javier Miñambres (1), Carlos Álvarez (10), Adrián Casqueiro (3), Darío Sanz, Miguel Moreira, Rodrigo Pérez Arce (1), Juan Castro (6), Álvaro Zapico (2), Álex Lodos (1), Alberto Martín (2), Ivan Popovic, Guilherme Borges (3), Patryk Radoslaw (1), Saeid Barkhordari y Kilian Ramírez.
Parciales: 3-3, 7-5, 8-7, 9-9, 12-12, 15-13 (descanso), 19-16, 21-18, 24-20, 26-24, 28-27 y 31-30.
Árbitros: Álvarez Boixaderas y Escoda Pérez. Señalaron cinco exclusiones a los locales, dos a los visitantes y expulsaron por roja directa a Guardiola.
Incidencias: Guerreras Naveras. Lleno.
Los lanzamientos de siete metros son el drama del balonmano, acciones que valen en lo anímico más que un gol. Y el Nava siempre tuvo ese chute cuando más lo necesitaba. Por eso el valor de Patotski va más allá de los goles que evita porque, especialmente en casa, enciende a la grada. Y luego cualquiera baja los decibelios. Paró el primer penalti, sacando el brazo izquierdo para negar un tiro liftado de Juan Castro. Y el segundo, haciéndose grande ante Carlos Álvarez. Y el tercero, a Rodrigo Pérez Arce, el central con el que entrenó durante dos años –pueden imaginarse las probaturas–, con el brazo derecho y corriendo para evitar que la pelota entrase llorando. Solo a la cuarta pudieron los visitantes hacer bingo. Mientras, Dani Pérez daba una lección, desde vencerse antes de soltarla, roscas picadas o un sinfín de amagos para meter los cuatro que intentó.
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Patotski paraba penaltis y Guardiola se hacía grande en los dos lados de la cancha. Un defensor temible, un ejecutor desde nueve metros y un tipo que tampoco hace ascos a un contragolpe. El Nava tuvo el +4 en una contra que Andrés Vila estrelló contra la cara de Kilian y tuvo que conformarse con un +2 al descanso (15-13), pero el Ademar tenía el viento en contra. Su ataque resolvía con el talento de Castro o el dinamismo de Carlos Álvarez, que las marcaba de todos los colores, pero no ponía el tapón al desagüe. Borja Méndez aprovechaba el hueco central que le deja el pivote cuando se escora para sumar goles sin aparente esfuerzo. Y Ahumada saltaba feliz desde el extremo porque la manta no puede cubrirlo todo.
Dani Gordo pidió el tiempo muerto de las alarmas (23-19), pero sus jóvenes no acertaban y Pérez ponía el +5 tras un pase de muchos quilates de Smetanka desde el lado contrario. Todo apuntaba a final plácido, pero la roja a Guardiola lo cambió todo. El lateral golpeó a Miñambres con el brazo en el cuello en una acción donde cuesta ver intencionalidad y en la que el atacante entra algo desequilibrado. Tras un gesto disconforme pero nada vehemente, dejó el partido y apareció la grieta en la defensa local. Lo canjeó el Ademar con cinco goles en un suspiro –desde contragolpes a un uno contra uno de Álex Lodos, otro ex– que dejaron un 25-20 en un 27-25.
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Quedaban diez minutos y el Nava agotaba sus ahorros. Patotski guardó la ventaja como la madre que vigila los céntimos para llegar a fin de mes y rescató dos acciones precipitadas de Prokop con dos paradas de pulpo en seis metros, pero la hucha no era infinita, Saeid también paraba y Miñambres empataba a 28. Senovilla gastó su último tiempo muerto con menos de cinco minutos por jugar y los suyos respondieron: tiro fugaz de Smetanka tras un ataque atascado y latigazo de Moyano, demasiado solo. Pero el 30-28 no fue el final porque Álvaro Zapico resolvió un ataque rápido y canjeó una pérdida de Méndez. Tablas, menos de un minuto por jugar y la grada de pie. Ahí llegó Méndez para llevarse por delante a la defensa y dejar solo a Nevado, que hizo honor a su apodo de 'Iceman' –hombre de hielo– y marcó el que a la postre sería el último gol del duelo.
Los primeros dos puntos de la segunda vuelta dejan al Nava con 17, a un punto del Ademar y a dos del Valladolid. La democracia del balonmano en Castilla y León. Otra victoria en el alambre, la sexta en casa, con la que recupera diez puntos de ventaja sobre el descenso. La culpa la tiene un portero de otro planeta.
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