Era una misión casi imposible. Tanto vencer a todo un Celta de Primera División como lograr que la afición realizase una ola en un estadio que carece de gradas en los fondos. No por ello se dejó de intentar. Y tampoco de disfrutar, porque la ... tarde que este miércoles vivieron cerca de 2.700 tureganenses (La Albuera era de Turégano) no se olvidará jamás.
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La llegada de los jugadores al estadio fue el anticipo de una tarde mágica. Acompañados por decenas de aficionados, del autobús del equipo segoviano bajaron uno a uno los jugadores del Turégano, quienes agradecieron desde las escaleras el apoyo de la afición. Si alguno todavía no tenía la piel de gallina, tan solo era cuestión de tiempo. De esperar a dar la primera vuelta al campo en el calentamiento, de escuchar los primeros cánticos de la afición o de ver a la grada con cada vez más camisetas rojillas.
Por allí andaba un Rafa Benítez que no puso una mala cara ante las cientos de peticiones de fotografías. El entrenador que vivió una de las noches más mágicas del fútbol con la remontada de su Liverpool ante el Milán en la final de la Champions de 2005 también sabía que en La Albuera se respiraba magia, una mucho más modesta que acabó con el Turégano haciendo sus encargos de camisetas y con los celtistas ovacionados a su marcha.
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