«Me parece fenomenal que te exijan cosas, un dron no es un juguete»

La sequía llevó a Pablo a comprar un dron que permitiera ver el estado hídrico de las plantas a través de cámaras multi-espectrales. Antes, lo medían a través de las hojas basales de las vides. «Cuando se ponían amarillas es que les hacía falta agua, pero estas cámaras son muchos más eficaces. Hay plantas que no tienen esa sintomatología y sí que se ve». Otro elemento que palió fue la distancia pues el dron realiza un recorrido diseñado a través de una Tablet. «Imagínate los tiempos. Ganas un montón. Y en fiabilidad, también». Porque ese análisis de 17 hectáreas no se acaba en un día entero. Una vez hecho el recorrido, un mapa marca en colores las zonas más necesitadas de agua.

Aquel dron, fabricado por DJI, una empresa holandesa, costó unos 3.000 euros y pesa, a groso modo, unos dos kilos. Antes de que fuera obligatorio registrar la aeronave, Pablo se sacó la licencia en Cuatro Vientos: clases de piloto de dron y un año para titularse. Empezó con un dron «más básico» para uso recreativo. «Me gusta mucho la fotografía y el vídeo, pero es verdad que me compré un dron con una calidad bastante mala». Cuando se compró el 'bueno', aprovechó su opción 'follow me' (sígueme en inglés) y le acompañaba corriendo por el viñedo. «Hacía vídeos súper chulos».

Ahora el dron vuela menos porque la paternidad –tiene un hijo de seis meses– manda, pero la gestión del viñedo necesita de sus servicios. No tiene relación con otros usuarios de la provincia ni percibe que su uso haya proliferado. «Alguna amiga me ha preguntado porque quería usar el dron a nivel influencer para hacerse vídeos, pero poco más». Uno de tantos usos que ha descubierto, aunque otros no se han cumplido. «Cuando me estaba sacando el título ya me decían que se usaría para entregas de paquetería, pero eso lo veo súper lejos».

Otras cosas sí han llegado. Pablo veranea en Ibiza y ve cómo algunos restaurantes utilizan los drones para llevar champán y comida a los barcos. Es un gran defensor de su uso para los rescates y pone el ejemplo de la utilidad que tendrían las cámaras nocturnas en la búsqueda de desaparecidos. «Un dron te puede lanzar un chaleco salvavidas o un flotador. Y a ese nivel, para salvar gente, se está utilizando bastante poco. Sí que se usa, por desgracia, en la guerra».

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Pablo defiende los registros del Ministerio del Interior y que aumenten los requisitos para pilotar drones. «Me parece fenomenal que te exijan cosas, es que no es un juguete. Hay mucha gente que desconoce la normativa y hace lo que quiere. He visto volar cerca del aeropuerto». Algo que también ha visto en Ibiza, a menos de dos kilómetros. La peor de las tropelías, pero no la única de la lista. «La gente no sabe que no puedes volar un dron por zonas militares, Parques Nacionales, zonas de conservación de faunas…».

Porque los drones también se caen, algo que él vivió en primera persona. «Lo estaba volando un día en el viñedo y cayó a desplome. Y nunca supe por qué». Hizo valer su garantía y la empresa lo repuso tras analizar una suerte de caja negra, como la de los aviones. Fue desde una altura considerable. «Se partieron las aspas, las patas de aterrizaje, la cámara… Si por lo que sea falla cualquier cosa, el tortazo es grande. No puedes perder nunca el dron de tu campo de visión, aunque haya gente que no lo sabe y lo vuela a través de la cámara».