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Paco Guijo: el reparador de televisores de 70 años busca sucesorPaco Guijo cuenta un chiste que explica por qué sigue arreglando televisores a los 70 años. Es la historia de dos comunistas en la dictadura; uno dice: «Algún día se tendrá que morir Franco». Y el otro responde: «O no». Este extremeño desembarcó en Segovia, empezó a arreglar aquellas reliquias a domicilio de los años 60 y ahora cambia cristal líquido. Es el único reparador de la provincia, pues los servicios técnicos han ido retirándose ante la propagación de los modelos baratos, «de batalla», como dice él, que pregunta una y otra vez si no hay ningún chaval en la FP del María Moliner que quiera seguir con un negocio rentable. Pero no. Franco sigue vivo.
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Luis Javier González
La reparación de electrodomésticos se divide en gama blanca –los aparatos así vestidos como lavadoras o frigoríficos– y la marrón, que aglutina televisión, sonido y vídeo. Guijo estudió la rama eléctrica en la Escuela de Maestría Industrial mientras reparaba televisores de tubo de imagen. «Siempre me ha tirado más el alicate que las matemáticas». Y las marcas buscaron un taller en Segovia. Así llegó el boom de la televisión en color, los vídeos y los equipos de sonido. Su negocio, que ahora subsiste con un empleado, llevó a tener siete en los 90 porque también atendía antenas colectivas. La llegada de la informática a los televisores, los Smart TV, acabaron con los soportes magnéticos y ópticos. «Las marcas desmontaron su red de servicios porque resultaba muy caro mantenerlas. Solo nos quedan los coreanos». Él se encarga de Samsung, mientras LG subsiste en Ávila; entre ambos comparten información y piezas.
Guijo tiene la jubilación activa –cobra el 50% de la pensión– porque no ha encontrado relevo generacional. Pese a su humor: «Mi trabajo es bien fácil, consiste en ver la televisión. Pero nada, ni por esas». Pero no se rinde, sigue llamando al María Moliner. «¿No habrá ningún emprendedor en el último curso que se quiera encargar de esto? Un negocio montado, que actualmente funciona. Sobre todo, porque nos hemos quedado solos».
Un sector menguante que se explica por los televisores de marcas blancas. «Los que se compran en el Carrefour por 150 euros no se reparan». Pero la clase alta sí pasa por el taller porque ese abaratamiento conlleva el incremento de precios en esa gama. «Yo tengo aquí aparatos de 2.000 o 3.000 euros y hay que repararlos». En este sector el tamaño importa. Aparatos de hasta 80 pulgadas para salones grandes de viviendas unifamiliares. Esta gama supone la mitad de sus reparaciones. La otra mitad, para las de batalla, si el coste es pequeño.
La pregunta clave se mantiene: «¿La arreglo o compro una nueva?» A mayor tamaño, más rentable sale la reparación. Pero como el sector está en retirada, a veces no es posible. «Muchas veces te da rabia porque llegas al problema, pero como la marca no ha previsto una línea de reparación, no tienes piezas». La alternativa está el mercado online, páginas como Ebay o AliExpress. A ellas recurre en busca de fabricantes asiáticos o turcos –Ankara tiene una gran factoría que fabrica televisores de marca blanca a la medida– en busca de suministros.
Samsung aporta un centenar de su volumen anual de televisores, pero el grueso viene de otras marcas, unos cuatro o cinco diarios, entre unos 800 y 1.000 al año. Su cálculo: de cada cinco televisores, tres se reparan y dos se tiran, bien por el presupuesto o por la falta de repuestos. Es decir, la marca ya no es paraguas suficiente para que un taller siga. La fórmula de Guijo ha sido asumir el negocio de los que cerraron. Aunque todos han ido a menos –antes había diez avisos al día–, él suma muchos pocos. Como la provincia, a la que atiende gracias a que antiguos vendedores ayudan con el transporte. «Yo no voy a ir a Riaza a por un televisor. El cliente tiene que traerlo aquí».
Y él sigue formándose, con más ganas de aprender que un adolescente: de las válvulas de vacío a los semiconductores, los chips y las pantallas de cristal líquido. Por eso le piden que se quede, porque a la marca le sale más caro atender incidencias desde Madrid si él baja la persiana. Su mujer es la «colaboradora necesaria» que se ocupa de la oficina. «La verdad es que no estoy agobiado. No sé por qué somos un oficio en extinción; antes, demandaban alumnos en prácticas». Y habla de una formación desfasada, de estudiantes que empollan televisores con tubo de imagen. Su época, solo una de ellas.
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