En una jornada fría y envuelta en niebla, decenas de cuellaranos salieron a las calles a despedir al Niño de la Bola, imagen barroca que protagonizó ayer la segunda de las procesiones del año. Por la mañana, la talla presidió la eucaristía de la Epifanía ... del Señor, en la iglesia de San Miguel.
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Ya por la tarde tuvo lugar la segunda de las procesiones celebradas en honor a la imagen tras la celebrada el día 1. La talla partió de la iglesia de San Miguel, en esta ocasión acompañada de mayor número de fieles que en su primera cita del año, y recorrió las calles acompañado de los sonidos habituales de las dulzainas, que marcan el ritmo de las danzas, las castañuelas y tejoletas, que portan danzantes y asistentes, los cohetes y las campanas de la iglesia de San Esteban.
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Fue en este templo donde se realizó una parada. En su interior se reunieron decenas de fieles para entonar villancicos y realizar una oración, para después continuar el recorrido de nuevo hasta la iglesia de San Miguel. Apenas unos cientos de metros separan ambos templos, si bien la procesión se prolongó durante algo más de dos horas.
Hace años eran únicamente ocho los danzantes que participaban en esta procesión, quienes vestían un traje especial formado por amplias blusas, pantalones bordados en colores verdes y naranjas, polainas verdes y sombrero de ala ancha. Esta tradición se perdió, pero dio paso a que todo el mundo pueda sumarse a los bailes, acompañados de la música de las dulzainas y tamboriles de Los Hermanos Ramos.
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En el momento en el que suena la música, lo que ocurre cada pocos pasos, la procesión detiene su camino, los danzantes se sitúan en parejas y comienzan a danzar, siempre de cara a la imagen del Niño, una costumbre que se mantiene desde hace cientos de años y que ayer se volvió a repetir. El sonido de las dulzainas se mezcla a lo largo del recorrido con el de las castañuelas, que portan muchos de los danzantes, o con el de las tejoletas o castañuelas castellanas, instrumentos también de madera y que portan y tocan muchos de los acompañantes y que son tradicionales en los actos festivos en honor al Niño de la Bola. Con ellas acompañan el ritmo de las danzas, pero también el de los villancicos, tanto en la misa como los que se cantan en San Esteban, el templo que originariamente guardaba la imagen. Tampoco faltaron otros sonidos, como el de la campana de la iglesia de San Esteban o el de los cohetes, que algunos de los cofrades lanzan a lo largo de todo el recorrido.
Tras más de dos horas de procesión, con ya cientos de personas acompañando a la imagen en su llegada a la Plaza Mayor, los hermanos de la cofradía del Niño de la Bola, devotos y resto de asistentes, se despidieron de la imagen hasta 2024.
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Como novedad, la cofradía, en su reunión del 1 de enero, aprobó la propuesta de crear la figura de mayordomo honorífico, recordando de alguna forma lo que eran y suponían las antiguas 'varas perpetuas'. Los cometidos de los mayordomos honoríficos serán velar por el mantenimiento de la cofradía y sus tradicionales fiestas, suplir la carencia de la mayordomía si algún año no se presentara nadie a ejercer su oficio y representar los intereses de la cofradía ante las instituciones públicas o privadas, entre otros. Juan Pablo de Benito, Ramón Olmos, Jesús Escribano, a propuesta de otros cofrades, y Juan Carlos Llorente, propuesto por el párroco de la villa, son los cuatro primeros mayordomos honoríficos.
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