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No quedan testimonios que conozcan de primera mano cómo era Segovia a principios del siglo XX. Han pasado decenas de años desde esa fecha y ... la situación en la provincia ha cambiado drásticamente, tanto en lo referente a lo económico como en la parte social, política, cutural y, sobre todo, demográfica. La cifra de residentes segovianos es ligeramente más baja que en el año 1900. No hay muchos cambios relativos a esta cuestión, sino más bien las novedades tienen que ver con la distribución de los habitantes. Hay diversos municipios que han crecido desde esa época, especialmente Segovia capital y su alfoz, pero no es lo habitual.
Más del 85% de los pueblos existentes a día de hoy en la provincia han perdido habitantes desde 1900. El saldo es negativo para un total de 178 poblaciones segovianas, mientras que el total de municipios asciende a 209. La mayor sangría se corresponde con aquellas localidades que se han declarado extintas en los últimos años. Por su parte, hay una treintena de pueblos donde la comparativa con el periodo a principios del pasado siglo arroja resultados positivos.
La provincia ha sido escenario de un sinfín de transformaciones en casi 125 años. Los historiadores sitúan el inicio del ciclo demográfico moderno a finales de 1800, por lo que con la llegada del nuevo siglo ya empezaron a visibilizarse nuevos patrones de crecimiento. En los primeros años, era lento y dependía en exclusiva de la natalidad, pues no había grandes movimientos entre provincias en aquellas fechas. La inmigración era un fenómeno inusual, según reflejan los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
A principios del siglo XX, eran casi 160.000 cédulas de inscripción las que se contabilizaban en Segovia. Son hasta 2.600 personas más que las que presenta el padrón actual, tal y como refleja el último censo de población elaborado con los datos de 2024. La caída en número de residentes es destacada en términos absolutos, pero ligera si se atiende a la proporción, pues apenas alcanza el 1,6%. Aun así, sirve para escenificar una provincia sumida en el letargo. El padrón se ha disparado en los meses más recientes pero no logra ascender hasta los citados umbrales. Segovia se desliga así de la tendencia nacional, pues el país pasó de los 18 millones de residentes en 1900 hasta los 48 millones.
Los habitantes segovianos de la citada época tenían un carácter rural, ya que se concentraban en los grandes y pequeños municipios. La ciudad tan solo englobaba el 9% de los residentes totales en la provincia -aproximadamente 14.000 vecinos-, una realidad que nada tiene que ver con la que se observa a día de hoy. De hecho, era mayor el dato de residentes que vivían en localidades que ya no existen, que han desaparecido, ya sea por su extinción completa, absorción o fusión. Cabe destacar que hace algo más de un siglo existían un total de 275 pueblos con ayuntamiento propio, mientras que ahora son 209.
A lo largo de todo este tiempo hubo periodos de estancamiento motivados por los grandes azotes derivados de la propagación de enfermedades, entre las que sobresale la gripe española, fiebres tifoideas y epidemias infecciosas. Esto explica que las primeras dos décadas del siglo XX mantuvieran unos niveles demográficos estables, aunque fue un momento en el que Segovia destacó por registrar «una tasa de crecimiento por encima del resto de España», según explica el historiador Rubén de la Fuente. El saldo vegetativo en estas fechas era positivo, al anotarse 37 alumbramientos frente a 30 nacimientos por cada 1.000 habitantes, señala el mismo investigador.
Los focos de población en 1900 y los años inmediatamente posteriores estaban dispersos, se extendían por todo el territorio. No obstante, ya en el pasado empezaban a coger fuerza algunos polos que atraían a mayor cantidad de vecinos. La ciudad, pese a contar con una cifra ínfima de empadronados, repetía el puesto líder. Estaba seguida de Cuéllar, con 4.000 censados (un 132% menos que en el presente), el Real Sitio de San Ildefonso, con 3.300 (un 53% menos) y Sepúlveda, con 2.270, un dato muy superior al de su padrón actual.
Los municipios que funcionaban como cabeceras comarcales en el pasado eran los mayores beneficiarios en el recuento demográfico, ya que también sobresalen en la clasificación por número de habitantes Cantalejo, Riaza y El Espinar, pues superaban con creces los 2.000 residentes. Otros 16 pueblos estaban por encima de los 1.000 empadronados, como son Nava de la Asunción, Carbonero el Mayor, Turégano, Villacastín, Coca, Navalmanzano, Ayllón, Navas de Oro y Valverde del Majano.
Estos núcleos disfrutan de una situación similar en pleno 2024, aunque han experimentado fluctuaciones. No han corrido la misma suerte otros ejemplos segovianos, como son Fuentepelayo, Aguilafuente, Mozoncillo, Santiuste de San Juan Bautista y Olombrada. Algunos no solo han quedado lejos del milllar, sino que el padrón incluso desciende de los 500 censados. Es el caso de Bernardos, que ha perdido más de 900 habitantes en un siglo al lamentar una caída del 67% de vecinos, así como Martín Muñoz de las Posadas, con un desplome del 76%.
La fotografía demográfica de principios del pasado siglo nada tiene que ver con la que se toma en la actualidad. Hace 125 años había casi tantos pueblos que rebasaban los 400 empadronados como los que quedaban por debajo: un total de 124. El último informe publicado por el instituto estadístico permite conocer que este umbral se ha rebajado a la mitad, hasta los 51. Por tanto, los pueblos pequeños son los que se convierten en los protagonistas contemporáneos del territorio provincial.
El análisis realizado sobre la evolución demográfica muestra una tendencia de los segovianos a concentrarse en determinados puntos. Es por ello que los municipios grandes ahora están mucho más poblados mientras que los que tenían un censo reducido lo han recortado todavía más con el paso del tiempo, con salvedades puntuales, pues no todos los núcleos han seguido el mismo patrón.
El éxodo con destino a las ciudades fue un fenómeno que se constituyó como un punto de inflexión. Es un proceso migratorio que condenó a un difícil camino hacia la supervivencia a decenas de pueblos, a la vez que otros empezaron a presumir de una rebosante actividad. Los primeros coletazos de este fenómeno se vivieron tras la Guerra Civil, cuando Segovia capital llegó a alcanzar los 24.000 vecinos tras dar la bienvenida a 10.000 en solo un par de décadas. El ritmo de inscripciones censales se agilizó especialmente a partir de 1960 y batió su récord justo antes de la entrada del siglo XXI, al anotar más de 57.000 habitantes.
Este cambio de hábitos y de lugar de residencia agudizó la despoblación en diversos puntos del territorio que ya en 1900 presentaban un número de residentes inferior. Entre la variedad de ejemplos sobresalen Pajarejos, Ortigosa de Pestaño, Tolocirio, Cilleruelo de San Mamés, Ventosilla y Tejadilla o Castroserna de Abajo. Todos ellos se encontraban por encima de los 140 vecinos hace casi 125 años mientras que ahora se quedan por debajo del medio centenar.
Un caso llamativo es el de Hontanares de Eresma, que se encontraba en una situación similar a los anteriores municipios descritos en el pasado, al apuntar únicamente 200 residentes. Con el paso de los años, su censo se multiplicó por ocho, hasta registrar 1.660 inscritos en 2024. La Lastrilla visibiliza un cambio todavía más drástrico, al apuntar 213 habitantes al comienzo del siglo XX y rondar los 5.000 en la actualidad.
Estos municipios se incluyen en el listado de excepciones a la regla -que son pocas, apenas 31- en la tendencia de pérdida de población. La ubicación geográfica se constituye como un factor determinante. La mayoría de los ayuntamientos que se pueden adherir a esta clasificación se encuentran en el alfoz de la capital, ya que el ranking de los pueblos que más vecinos han ganado lo completan Palazuelos de Eresma (al pasar de los 600 a los 6.000), Espirdo, que ha cuadruplicado su padrón; o Trescasas, que ha visto aumentar su población en un 290%. A ellos se suman Torrecaballeros y Bernuy de Porreros, así como Encinillas o Valverde del Majano.
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Hay otros pueblos que también han celebrado un incremento en el último siglo, aunque mucho más acotado. A diferencia del alfoz de Segovia, el crecimiento en otros municipios de la provincia no ha sido drástico, sino un proceso más equilibrado. Es un hecho que queda manifiesto en el análisis demográfico de Nava de la Asunción, Carbonero el Mayor, Coca, Navas de Oro, Sanchonuño o Boceguillas. Es algo que sucede incluso en otras localidades mucho más pequeñas, como es Roda de Eresma o Grajera.
Marugán y El Espinar marcan la diferencia, pues ambos triplican y cuadruplican su censo de residentes, respectivamente. El municipio espinariego, que antes era el sexto más grande de la provincia, ahora escala hasta la primera posición. Tan solo queda por detrás de Segovia tras haber incorporado casi 8.000 vecinos en un siglo. Asimismo, Marugán se encontraba en el siglo XX dentro del 'top 30' de los pueblos más pequeños, pues no alcanzaba los 300 habitantes. Ahora ronda los 800 y figura entre las 35 localidades más grandes de la provincia de Segovia.
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