Sergio Rodríguez en un taller. Antonio Tanarro

Segovia

«Hay que moverse mucho, no puedes esperar a que te lleguen las cosas»

El leonés Sergio Rodríguez pasó de cacharrear con la bici a estudiar diseño y ser uno de los profesores más jóvenes de la escuela

Lunes, 8 de abril 2024, 14:10

Sergio Rodríguez era más manitas que arista. «Siempre me gustó cacharrear, desmontar bicis», comenta. Por eso hizo el Bachillerato tecnológico y pensó en estudiar una ingeniería mecánica. Pero su padre trajo a casa un folleto de Diseño de Producto y encontró su sitio. «Me llegó ... de chiripa, a esas edades decides la ruta de vida sin tener las cosas claras. Son estudios que no conoce la gente, no tienen tanta promoción desde las universidades. A mí me gusta hacer cosas con la mano y esto era una mezcla perfecta entre lo operativo y lo técnico», explica. Este leonés hizo la prueba de acceso en Avilés –un examen con partes artísticas que no dominaba como un comentario de texto o un collage–, no le dio la nota y terminó en Segovia, donde no solo cursó los cuatro años del ciclo superior, sino que se convirtió en uno de los docentes más jóvenes –ahora tiene 27 años– en la Casa de los Picos.

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Uno de los activos que Sergio pone en valor de Segovia es cómo esas clases pequeñas estrechan vínculos. «Hicimos mucha piña y viajamos a muchos sitios», comenta. De uno de esos viajes surgió una oportunidad para hacer las prácticas en Barcelona Design, un referente del diseño con una idea rompedora. Una empresa que sustituye la inversión en maquinaria por creatividad: manda al diseñador y crea el proyecto a través de proveedores. Además, trabajaba en verano como socorrista. Y así terminó sus estudios en 2019, con un proyecto final que no ganó premios, pero fue seleccionado y expuesto en varios certámenes. Se trataba de una alfombra que se convertía en puff –un asiento de formato irregular–. Combinaba la parte visual, pasando del 2D al 3D, con la vertiente operativa. «Cada vez las casas son más pequeñas, los jóvenes vivimos solos y los muebles son multifunción», arguye el profesor.

Llegó al mercado laboral en una empresa asturiana que diseñaba los interiores de los museos. Tres años después, pidió una excedencia y aceptó un contrato de cuatro meses como docente en Segovia. «Esto de la docencia hasta que no lo pruebas, no sabes… Pero me gustó». Así que repitió al año siguiente el curso en la ciudad y ahora imparte clase en Burgos. Un trabajo que le permite «hacer cositas» por su cuenta como formarse en barro, un material con el que hace sus propias creaciones, sus jarrones. Y sigue activo, con las manos listas. «En de este mundo hay que moverse mucho, no puedes esperar a que te lleguen las cosas», asegura.

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