Cuando Canoas Duratón llevó en 1998 sus primeras piraguas a la zona baja del río, en San Miguel de Bernuy, un día con 20 personas merecía un brindis. Cuarto de siglo después, esos 20 alquileres pueden tramitarse en apenas diez minutos. La zona ha ... crecido exponencialmente en un entorno en el que hay cerca de un millar de piraguas en circulación. «Ahora los contamos por miles, era un nicho que estaba sin explotar. Esto de la naturaleza a una hora y media de Madrid ha sido la clave. Tenemos un río muy tranquilo y una actividad bonita», explica su propietario, Enrique Manquina. «Lo hemos hecho bien, no perjudicamos a nadie y somos respetuosos con el medio ambiente».
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Enrique, cántabro, y su esposa Ana, vecina de San Miguel de Bernuy, rehabilitaron una casa del pueblo y empezaron una aventura incierta. «Al principio venía poca gente y la publicidad la hacíamos pegando carteles en cualquier lado. Era un trabajo de chinos. Luego internet nos permitió darnos a conocer y fue cuando empezó a venir gente a cascoporro». Arrancaron con cinco canoas nuevas que compraron en Villanueva de la Cañada, llevaron su negocio a colegios y pegaron carteles en pueblos de la zona mientras les pedían a amigos que hicieran lo propio en sus barrios o campings.
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Luis Javier González
Una actividad así depende de la meteorología, esos días malos en los que llueve y toca cancelar todo. En los comienzos no hacía falta que se rompiera el cielo para que un martes entre semana no fuera ni un alma. Su temporada, ahora más amplia, iba desde Semana Santa a octubre. Una época en la que 20 personas, tener todas las piraguas en el agua, ya era un éxito. «Había días que te venía una pareja y muchos no venía nadie. Era más de sábado y domingo». En esos días libres –que ahora no existen– iban a pegar carteles. Con todo, fue siempre rentable. «Ganamos dinero desde la primera temporada. No mucho, pero sí algo».
Ahora su empresa tiene más de 200 canoas y cuenta un sábado normal con 400 clientes. El dato apenas cae entre semana: lo normal es contar con tres centros escolares por jornada. «En abril y mayo, todos los días vienen colegios de Madrid, Valladolid o Burgos. Raro es el día que no haya ninguno». En verano, los colegios ceden el testigo a campamentos o empresas. Luego están los días locos. «Sacas 300 plazas por la mañana, las vuelves a sacar por la tarde y te tiras trabajando de ocho de la mañana a diez de las noche». Solo en su empresa, 600 personas. En la zona hay otras cinco más un hotel, un chiringuito o una casa rural que también alquilan.
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Este año han sumado a la parte baja del parque una ruta en la zona del Parque Natural, con grupos más reducidos –máximo 20 personas– y dos salidas al día. La actividad empieza en Sebúlcor con un paseo hasta el Portillo de la Pez, el punto de embarque. Las instrucciones son claras: no dar voces ni generar residuos. Sigue una ruta de tres horas y media por la reserva de aves que pasa por la Ermita de San Frutos o el Convento de la Hoz. Mientras, el tramo de San Miguel de Bernuy cubre tres hoces, buitreras y algunos cortados que «no son tan majestuosos» como los del parque, pero «tiene la que ventaja de bajar al pantano porque hay unas playas y chiringuitos». La ruta del parque es siempre guiada; la segunda se puede hacer por libre. Enrique cree que el futuro será sostenible. «Hay trabajo para todos y da riqueza a la comarca»
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