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Juan Bravo se alza lozano al cielo de Segovia tras pasar por 'talleres'. La estatua del comunero se ha desecho este miércoles de los biombos de metal y redes conformados por los andamios que han preservado la intimidad de su tratamiento. Desde mediados del pasado diciembre, las mallas verdes de obras dejaban entrever por unos resquicios y al trasluz la figura de bronce erguida con su bandera y las terapias a las que estaba siendo sometida para recuperar una salud algo ajada por el paso del tiempo y por su exposición a los fenómenos meteorológicos que, a lo largo de sus 104 años de vida, ha soportado estoicamente a la intemperie, a pie de calle, siendo testigo de la cotidianidad que transita por la Calle Real. Las lluvias, los vientos, las nieves o las canículas habían erosionado su porte de bronce, por lo hablar de los pequeños golpes sufridos durante más de un siglo.
Las restauradoras Beatriz Rubio y Sara Martín han sido las manos que han prestado los cuidados precisos a la estatua para la recuperación del esplendor de Juan Bravo, que estará lista para recibir el homenaje que cada año se celebra a sus pies para conmemorar el Día de Castilla y León. La empresa de ambas profesionales, ConservarArte, hizo la propuesta de intervención que convenció al Ayuntamiento de Segovia para solucionar los achaques detectados en la escultura. El chequeo inicial antes de emitir el diagnóstico y determinar el tratamiento confirmaba la preocupación plasmada en los avisos dados por el Consistorio sobre el estado de conservación del monumento. Los técnicos aconsejaron intervenir, una cirugía superficial para frenar el paulatino deterioro observado a partir de la oxidación que presentaba un tobillo del comunero de bronce.
Rubio concreta que en la revisión que efectuaron para especificar los puntos más dañados y las afectaciones más graves, el equipo constató la extensión del color verde, sintomático de la huella que dejan los procesos de oxidación en un material como el bronce del que está hecha la estatua segoviana, enclavada en la plaza de Medina del Campo de Segovia, flanqueada por un lado por la iglesia de San Martín y al otro por el Torreón de Lozoya. Un lugar privilegiado en la ciudad ante el que pasan cada día miles de personas que recorren la Calle Real de arriba abajo.
La inspección de las especialistas arrojó que, además del tobillo, otra de las partes más deteriorada por el avance de la oxidación se localizaba en la zona alta de la bandera que empuña el comunero. Aún había más. Por ejemplo, en el interior de los brazos de Juan Bravo, en el lugar donde se unen al torso, «había concreciones». La restauradora explica que se trata de acumulaciones de partículas que adoptan una forma como de «piedrecitas». Surgen por la disolución en el agua de sustancias transportadas y pueden llegar a horadar la superficie sobre la que actúan.
«Había que eliminarlas para evitar que el deterioro fuera a más y aparecieran agujeros» en la estatua. Beatriz Rubio argumenta así la necesidad de la intervención que se ha desarrollado en el último mes y medio. En este sentido, precisa que, aunque el exterior es de bronce, este tipo de esculturas constan de «una estructura interna de hierro». La amenaza, apunta la representante de ConservarArte, es que el agua se colase por los agujeros y debilitara la resistencia del monumento.
«Los metales hacen capas de oxidación con las que se protegen siempre que no estén activas», explica la restauradora. Si lo están, «se comen el metal», apostilla. Por eso era adecuado salvaguardar al Juan Bravo de bronce mediante la eliminación de las zonas de oxidación. El proceso que han usado consiste en «medios mecánicos compatibles con el metal, como varillas de fibra de vidrio», detalla Beatriz Rubio. Por lo tanto, una de las principales intervenciones que se han llevado a cabo en estas últimas semanas se ha centrado en «ir eliminado capas de oxidación hasta llegar a la pátina».
El equipo de ConservarArte también ha trabajado en «tapar los agujeros a través de los que se consideraba entraba agua» en la estructura interior de Juan Bravo.
La restauradora es consciente de que este tratamiento, que se dio por finalizado este martes, no es definitivo, no va a proteger para siempre la estatua del comunero y uno de los emblemas patrimoniales de la ciudad de Segovia. Es una escultura que está «a la intemperie,con lo que ello significa, su exposición a los fenómenos meteorológicos o a sufrir algún golpe, aunque no esté situada en un sitio estrictamente de paso». «Es muy difícil de controlar», deja entrever la dicotomía que se plantea entre una obra hecha para su exhibición al aire libre y su salvaguarda frente a la tentación de los vándalos.
Rubio llama la atención sobre algunos descubrimientos que extrajeron en el chequeo previo a la restauración, como «la existencia de un elemento añadido en la parte inferior del mástil de la bandera». Esta pieza agregada a posteriori a su creación, en 1921, posiblemente se colocó para cubrir algún daño físico que sufrió la estatua del comunero.
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El tratamiento ha culminado con la aplicación de una «resina estable que es muy eficaz a la hora de proteger en espacios exteriores». Una de las ventajas es su permanencia en el tiempo, precisa la especialista, algo en lo que se pensó a raíz precisamente del azote de las inclemencias.
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